jueves, 31 de diciembre de 2015

De cifras indescifrables


Veo que muchos blogs hacen balance del año que se acaba de acabar, y una de las cosas de las que hacen  balance es del número exacto de visitas que han tenido durante el año que se acaba de acabar. Es interesante ver el dato de cada blog, como lo celebran siempre como si fuera “mucho” en todos los blogs, aunque el número exacto pueda ser muy diferente según el tipo de blog: como el día de la lotería, vaya, en que siempre queda muy repartido... Y seguro que es así, en el caso de cada blog, no voy  a discutírselo. Tampoco querría quitarles la ilusión.

(Y digo el año que “se acaba de acabar”, porqué estoy segura que esta tarde/noche/madrugada todo el mundo estará muy atareado... y que el post no será leído hasta el año nuevo...).

El caso es que he pensado si podría hacerlo yo, esto de poner el dato de las visitas que he tenido durante el año pasado, pero ya os confieso que no sabría ni como ponerme a ello para buscarlo, aunque a buen seguro que el dato debe estar “en las profundidades” de la cuenta de blogger y no debe ser ni mucho menos imposible de encontrar. Pero, también os lo confieso, saber cuantas visitas ha tenido mi blog durante el año pasado no me quita el sueño.

El problema no es saber cuantas personas han aparecido por el blog (que, quizá lo hayan visitado y ni tan solo se hayan leído ningún post... ¿cómo se sabría, esto?), sino que lo qué querría saber es, en el caso que alguien hubiera leído de verdad mi blog durante todo el año, o en el caso que alguien hubiera pasado un día casualmente durante el año por el blog y hubiese ingerido una ración al gusto de posts hechos por mí, hacerle una pequeña encuesta personal cara a cara y preguntarle  -y esclarecer- qué piensa realmente de ello, no tanto del blog como de la escritura, e incluso descubrir qué no le ha gustado y no se atreve a decirme...

Pero, claro, siendo el blog algo virtual, ¡no puedo pretender en absoluto hablar con cada lector individual en persona a ver qué piensa! (Qué piensa de ello, y por qué lo lee, y... que si esto, que si lo otro, que si lo de más allá; que si tal, que si cual – discutir la jugada, vaya). Claro, es imposible, esto.

En fin. Es por ello que me miro con bastante indiferencia este dato de las visitas en el blog durante el último año, caso que fuera capaz de encontrarla... Sería una cifra que tampoco sabría como interpretar, si es mucho o si es poco, si quiere decir que tengo lectores de verdad o sólo se trata de personas despistadas que clican una vez y ya no vuelven nunca jamás... (A estos también querría preguntarles el porqué).

Yo ya lo dije que quería que mis escritos tuvieran éxito entre los “happy few”, que quería tener lectores entre las personas que son buenos lectores. Y, si esto se consigue o no, no me lo dirá de ningún modo una cifra...

Aquí sí que querría hacer una mención especial para las personas que sé que me seguís, que ya sé que sois poquitos, y que sé que sois buenos lectores, -de buenos lectores siempre hay pocos-, porqué saber que hay quien me lee me llena de alegría, y me hace más ilusión que saber el número de visitas que pueda tener el blog.

¡Recórcholis! ¡Vivan los blogs y feliz 2016!


miércoles, 30 de diciembre de 2015

Quien tiene un libro tiene un amigo

«Incluso un libro en chino está hecho para ti. Se trata siempre de aprender las palabras de un hombre. Todos los libros que valen están escritos en chino, y no siempre hay un traductor. Llega el momento en que estás solo ante la página, así como estaba solo el que la escribió.» – Cesare Pavese

martes, 29 de diciembre de 2015

Una brizna de desequilibrio

(se me ha reprochado que a veces publico posts en los que no se nota que en el fondo estoy mal de la cabeza. esto no se podrá decir en absoluto del post que publico a continuación...)

* * *

Acabo de escribir y publicar un post, y me siento un poco descolocada, como siempre que publico algún post complicado. Por complicado quiero decir un post ante el que sé que podría haber a quien no le gustara, incluso que me lo reprochara, un post que quizá provoque la tirria hacia mí de alguien a quien ni tan solamente conozco...

¿Pero, de qué tengo miedo con esta angustia? ¿De perder los amigos? ¡Pero si yo no tengo, de amigos! (Si por amigos se entienden personas con las que vas al bar a charlar. Personas reales en la vida real. Yo no voy a bares.)

Pero, ...cambiaría la escritura – o la publicación de la escritura- y los desequilibrios mentales que me provoca, la angustia, esta ala de la locura que noto que me acaricia suavemente... – No me extraña que haya escritores que beban. La presión por si lo que has escrito, ¡y que alguien puede haber leído!, puede estar equivocado, puede haber hecho daño a alguien o puede hacer que a alguien no le caigas bien es terrible, terrible...

Para soportar esta presión hay quien necesita “intermediarios”, y lo entiendo; no es mi caso, pero lo entiendo. (Yo tomo medicación. No es para evadirme... pero me ayuda, claro). A veces haría lo que fuera para apagar esta lucidez... para huir, para olvidar... Para no necesitar tanto digo lo que digo por escrito, lo que he dicho, lo que diré...

Pues, no cambiaría todo esto, toda esta angustia, por una tapa en buena compañía en una terracita ante el mar un día soleado y con una ligera brisa?

Pero a veces lo pienso.

La única brisa marina que quiero que me acompañe (de momento) es este ala de la locura que nos roza a los escritores... No roza, nos desequilibra, pero no nos apabulla, de momento. (Y, sobre todo, ¡si se puede continuar escribiendo!)

Saber que todo puede ir mal también es una embriaguez, una emoción, un frágil pasito de equilibrista... Sobre todo si alguien tiene mucha vida interior... O solamente tiene vida interior. Es la emoción de hacer algo real en el mundo real, publicar –aunque sea una acción que representa que es insignificante en el mundo real-. Todo puede ir mal, en el mundo real, aunque sea insignificantemente mal...

Aunque desequilibre, esto, el desequilibrio, también engancha.

¿Estoy enganchada a la sensación de “publicar”, a la sensación que todo puede ir mal, pero nunca va mal?

Quizá sí.

¿Pero por qué, si la sensación de locura que me espera después de cada post complicado no me gusta, continuo publicando?

¿Otra tapita de desequilibrio?

¡Venga!

-Solamente pararé de escribir el día en qué escribir ya no me haga sentir nada.-

(Me lo tomo demasiado a pecho, lo sé. Lo sé. Pero es así. La escritura –y la publicación de la escritura en este blog- es lo que salpimienta mi vida.)

Y en realidad, lo que de verdad se dice no  se sabe hasta que se ha publicado...


domingo, 27 de diciembre de 2015

Vivir la música

Si os gustan las entrevistas a músicos del programa de Catalunya Música Solistes –Solistas- (que últimamente no puedo escuchar tanto como querría por motivos personales), las entrevistas en general de esta emisora, o incluso las historias que explica por la tele y por la radio Ramon Gener, tenéis que leer uno de los últimos libros que he leído (en castellano), y que me ha impactado muy agradablemente: Contar la música, del periodista del periódico El País y escritor Jesús Ruiz Mantilla.

Para cualquier a quien le guste escuchar música, y admire a los músicos, leer este libro es una experiencia fascinante. Ahora, más que “explicar la música” (algo que el autor ya admite imposible), lo que hace el libro es verter el testimonio de los que hacen la música, de los músicos. Y son unos testimonios muy enriquecedores, tanto en el ámbito humano como el cultural. Para alguien que no sabe música, ni solfeo, ni nada de nada, es como entrar en otro mundo, un mundo de orden y belleza donde estoy segura que las personas son más felices y que se hacen más felices los unos a los otros que en el prosaico mundo real. Una persona común dice: ¿cómo podría vivir sin escuchar música?; cada una de las personas de las aquí entrevistadas dice: ¿cómo podría vivir sin crear música? Me parece maravilloso que en el mundo haya personas así... quiero decir, tal y como está el mundo...

No todo es positivo, pero: la dedicación plena  a su oficio por parte de estas personas conlleva muchas soledades, y esto cada cual lo soporta según su fortaleza psíquica y su temperamento. Los hay que no lo soportan, directamente. Superficialmente parece una vida de viajes y aplausos muy glamourosa, pero el precio a pagar es muy alto. Rascando un poco el lector se percata que hace falta ser muy fuerte para ir de un lugar al otro de esta forma, aunque sea por una causa tan bonita como la música, hace falta mucha vocación, dedicación y fortaleza. Es por ello que hay tantos que se quedan por el camino. Y al fin y al cabo los músicos también son personas, y como personas también tienen sus defectos, como el esnobismo –es un mundo muy elitista- o la competitividad no siempre sana, por ejemplo, o el vivir en una burbuja (algunos).

El libro expone entrevistas aisladas, que en principio parece que no tienen que ver las unas con las otras, son a personas diferentes, pero, leyendo todo el libro, una se percata que este libro está hecho con una visión de conjunto, de explicar alguna cosa tanto en cada entrevista concreta como con la unión de todas las entrevistas entre sí. Son diferentes visiones, o visiones complementarias, de realidades parecidas, y ello sin decirlo directamente, sino dejándolo a la comprensión del lector. El autor nos muestra como son los músicos, como es este mundo, pero la reflexión, opinión y conclusión sobre lo que leemos es cosa nuestra.

A mí es un libro que me ha entusiasmado, y me ha convencido que la música, y el arte en general, sí que pueden ayudar a hacer un mundo mejor, y que esto no solamente sean bonitas palabras, sino realidades. Y esto entusiasma.

El final del libro, sobre todo, es entusiasmante. Pero no os lo contaré: descubridlo vosotros mismos. Vale la pena.

sábado, 26 de diciembre de 2015

...

Escribo para encontrar los caminos dentro de mi cabeza...

¡Gracias para acompañarme en este mi trayecto!

¡Felices Fiestas!


jueves, 24 de diciembre de 2015

Evidencias y obviedades, como siempre

Se sabe que los hay que son alérgicos a la monotonía que representa cualquier tipo de constancia.

También es evidente que aquel que tiene un blog durante un largo período de tiempo y lo va actualizando es una persona constante, como mínimo en esto.

Pero en esta vida no debería ser obligatorio ser constante en nada; la constancia debería poder escogerse según el temperamento de cada cual.

Yo me considero constante, pero hay quien tiene un carácter más catacaldos, y tampoco me parece mal. Lo importante, me parece, es que cada cual sea consciente de su verdad, que sepamos nosotros mismos como somos o como dejamos de ser, y en la medida que podamos lo sepan aquellos quienes nos acompañan en nuestro camino por la vida.


miércoles, 23 de diciembre de 2015

...

«Supongamos que tomamos la historia de la Humanidad y arrancamos de su corpus todo lo relacionado con la lectura… Incluso alguien que no hubiera leído jamás comprendería que seríamos distintos. E inevitablemente peores. Este es uno de los misterios del lector: que leyendo para sí mismo, para satisfacer sus propias necesidades —y a veces en la soledad más cruel que quepa imaginar— beneficia secretamente a la sociedad en la que vive: como si la pastilla que usted se toma contra la migraña quitara también el dolor de cabeza a sus vecinos.» – Juan José Millás

martes, 22 de diciembre de 2015

...

Lleno páginas con mi “compromiso con la escritura”, pero... ¿es con la escritura que tiene que comprometerse un escritor? ¿No es con el ser humano que tiene que comprometerse? ¿Con la verdad humana? (¡Y esto sin querer ser un escritor comprometido!)

Es decir, para escribir, uno/a, tiene que comprometerse (con uno mismo, con los demás), pero sin ser comprometido (por los demás, sobre todo).


lunes, 21 de diciembre de 2015

...

El otro día fue el aniversario del blog, el 12 de diciembre de 2015 este blog celebró diez años. Me percato ahora, se me había pasado. Creo que es una buena señal olvidarse del aniversario porqué se está demasiado ocupado publicando posts. Además, tampoco quiero celebrarlo demasiado, porqué no son diez años seguidos, sino con muchas intermitencias. Querría celebrarlo con un aire de normalidad, de trabajo en progresión. Es un hito para mí, pero, vaya, que me olvidara de ello supongo que quiere decir que en el fondo no me preocupa demasiado. Lo más importante, como siempre, es el post de mañana, el post que todavía tengo que escribir, aquel post que tengo preparado en el petate pendiente de ser publicado. Como decía no sé quien, se tiene que ir paso a paso, día a día, post a post. Me parece que la mejor manera de celebrarlo es poder ir publicando con normalidad, todavía.


sábado, 19 de diciembre de 2015

Vida superficial versus vida mental

Una vez alguien me preguntó si no me sabía mal no tener el físico de una modelo, ni haberlo tenido nunca, (y a estas alturas, ya, ¡no voy a tenerlo nunca!). Si no sentía que me había perdido algo en la vida por no tener el físico de una modelo... (No lo sé seguro, pero sospecho que esta persona ve un poco demasiado la tele... Pero, vamos la tema).

A mí siempre me ha sabido más mal no haber escrito nunca todavía como una escritora clásica, no no tener el físico de una modelo, qué queréis que os diga, (¡y, con mi sobrepeso, además!). Pero me parece que esto, como en tantas otras cosas, también tengo una opinión minoritaria...


viernes, 18 de diciembre de 2015

Las máscaras de Shakespeare

Lo qué os explicaba ayer me hizo reflexionar mucho, me hace reflexionar mucho, todavía. Me hace reflexionar sobre la naturaleza de lo qué llamamos ficción, y, más concretamente, de la ficción que pretende ser novelesca... como se genera, qué verdades tiene en cuenta.

Ahora, quizá todo se reducía a que ninguno de nosotros era Shakespeare. Si tenemos en cuenta que sus obras de teatro se pueden leer como novelas – opinión personal mía: “hay mucho diálogo”, que diría alguien... (No lo digo para presumir. Si he leído o no he leído las obras de Shakespeare (sería en catalán)  no os lo debería decir yo, ¡debería traslucirse en la escritura!)

¿Cómo se lo debía hacer, Shakespeare, para escribir lo qué escribió? ¿Cómo se lo hizo para inventar tantos “yo” figurados sin que lo adivinemos (o lo atrapemos) bajo ninguna de tantas máscaras? ¿Quién era Shakespeare como ser humano individual?

La mayoría de los que intentamos escribir siempre decimos “yo”, “yo”... solamente podemos –y sabemos- decir “yo”, “yo”... ¿Cómo se lo hizo Shakespeare para trascender su yo?

Por esto Shakespeare es Shakespeare, y nosotros somos nosotros, claro... Pero... es un tema lleno de matices, inagotable...


jueves, 17 de diciembre de 2015

El texto somos nosotros

Me gustaría comentar esta frase mía del otro día: “el texto somos nosotros”.

Esto viene de qué, en el primer curso de escritura creativa que hice, el presencial, nos dijeron (aquella era la filosofía del lugar), que los textos que escribíamos no tenían nada que ver con nosotros, que al escribir estábamos creando un personaje ficticio, que la escritura ponía en juego un yo figurado que no éramos nosotros mismos, y que por tanto no teníamos que ser tímidos, ni teníamos que tener vergüenza, no nos tenía que preocupar lo qué pensaran los demás, que siempre estarían juzgando en nuestra escritura al yo figurado, no a nosotros. Esta era la filosofía general de aquel curso, la teoría.

La realidad, pero, era muy otra, y se hacía más evidente a medida que se sucedían las clases.

La realidad era que cada cual presentaba sus textos, y que todos los demás se los tomaban como si lo que allí se explicaba fuera la realidad de aquella persona. De lo de juzgar lo que decía cada escrito como si fuera dicho por un personaje figurado que nos inventábamos cada cual de nosotros cuando escribíamos como nos habían dicho al principio nada de nada. (Por cierto que no nos lo volvieron a decir).

* * *

Es decir, que tu como escritora –como “fabuladora”- ya podías esforzarte a crear los personajes todo lo figurados que quisieras –o pudieras- que todo el mundo creía que el personaje principal eras tú como persona real, fuera cual fuera la realidad que hubiera tras cada escrito.

O sea que, mientas los poníamos en común, para los demás, cada cual era su texto, el texto éramos nosotros. De aquí viene esto de “el texto somos nosotros”.

* * *

Pero, claro, nosotros éramos aprendices... (los hay que todavía lo somos). Con los años he aprendido que se tiene que saber mucho de escribir para escribir transcendiendo del propio yo, para crear este personaje (o personajes) figurado que protagoniza nuestra escritura y que no somos nosotros mismos: es decir, que se tiene que saber mucho de escribir para escribir buena ficción. Simplemente allí y en aquel momento no sabíamos más como para transcendernos. (A mí con esto de la ficción todavía me bulle la cabeza.) Es decir que un poquito de razón sí que tenían, con su filosofía, en aquel curso...


miércoles, 16 de diciembre de 2015

...

Nadie tiene éxito comercial en literatura (hoy en día) hablando de la soledad. - (la autora, diciembre 2015)

martes, 15 de diciembre de 2015

Nada nuevo bajo el sol


Si os dijera que a veces escribo en estado “mediumnítico”, es decir, al dictado de una fuerza ajena, ¿os lo creeríais? ¿No? Pues no os lo digo. Pero esto de la inspiración que enciende la bombilla de las ideas es puñetero... y no se controla tanto como se querría...

Más que nada, si os dijera esto que escribo en estado de médium, en “modo médium”, que diríamos ahora, os lo diría para escapar de cualquier responsabilidad (en el caso de haber dicho alguna tontería en algún post pasado). Pero esto no es muy serio... Es decir, si me equivoco, es culpa mía... y si acierto, pues es la fuerza esta... (¿...?) Si pretendiera que es al revés tendría mucho morro... Ahora, quizá por morro tampoco quedaré... Para cargar la responsabilidad de las propias cosas al “modo médium” ¡se tiene que tener realmente mucho morro! Pues yo lo tengo.

Ahora, ¡no os creáis! Suerte tengo, del “modo médium”, para qué me pase alguna idea por la boina, de vez en cuando... ¿O no? ¿Qué querría, quedarme todo el mérito y escapar de toda la responsabilidad? ¡Más morro que esto no se puede tener!


lunes, 14 de diciembre de 2015

Lectura viva (1)

Me acuerdo de unos libros que leía en mi infancia, en los qué una pandilla de amigos jugaban –y competían- a ser observadores.

Se trataba de ir a pasear por un lugar donde hubiera gente –tampoco mucha gente-, y fijarse en como iban vestidos, y, después, en el lugar de reunión, ponerlo en común a ver quien recordaba más detalles de cómo iba vestido cada cual, y ver si a partir de ello, de cómo iban vestidos, podían deducir algo de quienes eran aquellas personas, qué hacían, qué les interesaba.

A mí esto (es decir, descubrir cosas de los demás a través de la observación), me parecía fascinante, todavía me lo parece, pero... observar a partir de la ropa que lleva cada cual me parecía –y me continua pareciendo- falto de interés... por qué... ¿qué importancia tiene la ropa? ¿Qué importa como va vestido cada cuál?

(Aunque con el matiz que yo hablo de la época actual, en qué las ropas de todo el mundo se igualan. Quizá, en la época y el país en la qué esta pandilla observaban, posiblemente la ropa sí fuera lo suficientemente diferenciadora como para deducir cosas de los demás a través de sus vestidos. Era sin duda antes del prêt-a-porter, y un lugar y una época donde cada cual debía ir vestido según cual era su clase social. Pero ahora y aquí las ropas de las personas ya no se diferencian según cual era su clase social, siempre hablando en general, y teniendo en cuenta que siempre habrá ropa buena y ropa menos buena, y gente que es elegante y gente que no es elegante. Pero a mí la ropa no me interesa, y deducir cosas de la gente a partir de la ropa que llevan me continua pareciendo una tontería. Después de la popularización de la ropa vaquera y desde que existe “la moda”, casi todo el mundo va vestido más o menos igual, algo que no me gusta nada, pero... en fin.)

Lo importante no es leer la ropa, ¡lo importante es leer los ojos! Y esto segura que se puede deducir más de alguien leyéndole los ojos que fijándose en su ropa...


(continuará)

domingo, 13 de diciembre de 2015

Los románticos ingleses y (mi posible) pedantería

Hablando de los poetas románticos ingleses, (que a mí me gustan mucho por su visión de la naturaleza), me acuerdo que un día los recomendé para empezar a leer poesía, y dije que se podían disfrutar traducidos, que no perdían, tanto al catalán como al castellano. Pero, para leer en versión original en inglés, sé que recomendé a Keats y a Blake, por encima de Wordsworth, Coleridge, Byron y Shelley, que siempre me ha parecido que usan un vocabulario más complicado. No tuve en cuenta que Blake tiene mucha obra y quizá no toda es tan asequible como yo decía. A Keats sí que se le podría llegar a agarrar, pero según qué obras de Blake, seguramente no, así de buenas a primeras; para seguirlo seguramente se debería ir a sus obras más sencillas... (y por sencillas también quiero decir cortas).

Lo qué me da rabia de hablar “de los románticos ingleses”, así, en solemne, es la buena tajada de pedantería que puede haber, aunque sea sin pretenderlo, en citar los nombres en un blog: Blake, Wordsworh, Coleridge, Byron, Shelley y Keats, y en hablar de ellos como si los conocieras o los hubieras leído un poco. Citándolos así –y esto vale para muchos nombres de escritores, y de artistas, no solamente estos-, pues citándoles así parece que el texto donde son citados diga quien sabe qué, parece que se entienda del tema, y sobre todo –me imagino- para las personas que no los conozcan demasiado, les puede llegar a parecer que quieres presumir y hacerte la importante –y la pedante- sacando a relucir la lista. Yo conozco los nombres y les he leído en alguna antología... ¿tengo el derecho de hablar de ellos, de recitar la lista, como si los conociera? ¿O el conocimiento que tengo de ellos es demasiado superficial para tener derecho a mezclar su nombre con mis escritos como si fueran perlas cosidas en una ropa de saco?

Resumiendo, lo que quería decir es que no os dejéis impresionar por los escritos que citan nombres de escritores importantes, y que vayáis al tuétano de lo que dice cada escrito. A mí las personas que citan nombres de escritores, o músicos, o pintores, y los conocen de verdad, y hablan de ellos en tal o cuál aspecto, que yo desconozco, me dan mucha envidia... Ahora, me percato de cómo me sería de fácil wikipedia en mano empezar a lanzar listas de artistas importantes como si los conociera de toda la vida... Aunque en realidad siempre procuro –o intento- hablar de cosas que me suenen, aunque sea sólo vagamente. Que me imagino que es lo que hace todo el mundo...


sábado, 12 de diciembre de 2015

La alegría de ser una pesada

Dicen que hay ciertas imágenes, ciertos temas, ciertos tropos, que se repiten en mi blog, y que quizá me haga un poco pesada. (¡Tanta lectura y escritura! ¿Dónde está la vida?).

Estaría de acuerdo en qué quizá podría hacerme pesada, según como, pero no estoy de acuerdo en dejar de serlo. Si a veces una necesita hacerse pesada explicando algo, pues es por ello que se tiene el blog, para poder hacerse pesada inofensivamente... (¡Y aquí está la vida!)


jueves, 10 de diciembre de 2015

Matizando

Me gustaría matizar esto del “absolutamente nada”, que vendría a ser lo que nuestra escritura significaría para el mundo, el mundo mundano.

El otro día estuve en un conocido centro comercial gironino acompañando  a una persona familiar mía, y allí había miríadas de personas. Por suerte, se me ocurrió pensar ante mi natural pánico escénico ante tanta gente, que allí no había nadie que hubiera leído mi blog, ni ningún blog, y si alguien se reía de mí seguramente sería por otras causas. Este es el absolutamente nada de que me parece que habla Hawthorne:

¿qué significan la lectura y la escritura para la miríada de personas que van al centro comercial cualquier sábado por la tarde? (¡Un centro comercial donde no hay ninguna librería, además!) Absolutamente nada. Y una se alegra y se tranquiliza ante la multitud, claro, aunque me sabe mal que no haya ninguna librería.

* * *

¿Qué significan para estas personas Stendhal, Jane Austen, Italo Calvino? ¡Si por las teles se veía el fútbol! (No lo digo para criticar, allá cada cual con sus intereses. Además, ver o escuchar el fútbol en principio es compatible con abrir un libro de vez en cuando...) Si estas personas no saben que echan de menos a Stendhal, no me preocupa nada que no hayan leído mi blog. Aquí el “absolutamente nada” sería más bien un elogio...

* * *

Las almas susceptibles que no salimos demasiado de casa también tenemos que ir al centro comercial este sin ninguna librería de vez en cuando... Me angustié mucho. Se nota que no salgo demasiado...


miércoles, 9 de diciembre de 2015

Hawthorne se explica

«De todas formas, parece que cuando el autor lanza estos estímulos al viento, se dirige, no a los que desaprovecharan su libro o los que nunca lo agarraran, sino a los pocos que lo entenderán, mucho mejor que sus compañeros de escuela y de vida.»

«_ ¡Un narrador de historias! ¿Qué tipo de negocio puede ser esto? ¿Qué manera de glorificar a Dios o de ser útil a la humanidad puede significar esto en estos tiempos? ¡Caramba, qué tipo tan degenerado!»

«Parecían haber desaprovechado todos los granos dorados del saber práctico que habían tenido tantas oportunidades de recoger, y haber almacenado cuidadosamente todas sus memorias con las cáscaras de estos granos.»

«Ninguno de ellos, me imagino, había leído nunca una sola página de ninguna de mis narraciones y si las hubieran leído no les habrían interesado nada de dada; al fin y al cabo, tampoco no habría cambiado la cuestión que aquellas mismas mágicas inútiles las hubiesen escrito la pluma de Burns o la de Chaucer, ambos eran, en aquellos tiempos, funcionarios de Aduana, como yo mismo. Para un hombre que ha soñado la fama literaria y a hacerse una categoría entre los dignatarios del mundo en este medio, es una buena lección –aunque a menudo es muy dura-, hacer un paso adelante y alejarse del estrecho círculo en qué se reconocen sus reivindicaciones y percatarse que fuera de este círculo todo lo que él lleva a cabo y tanto defiende está totalmente desprovisto de significado.»

«En otro extremo de la habitación, en un rincón, había unos cuantos barriles apilados uno sobre otro, que contenían legajos de documentos oficiales. Grandes cantidades de porquerías similares estaban esparcidas por el suelo. Era penoso pensar cuantos días, cuantas semanas, cuantos meses y años de esfuerzo se habían dedicado a aquellos papeles podridos, que ahora sólo eran un estorbo por el suelo, escondidos en este rincón olvidado donde nunca unos ojos humanos volverían a mirarlos. Pero luego, ¿cuantos montones de otros manuscritos, -escritos, no con el aburrimiento de las formalidades oficiales sino con las ideas de cerebros ocurrentes y la rica efusión de los corazones profundos- habían, igualmente, caído en el olvido? Y esto, además,  sin haber servido a un propósito en su momento, como habían servido aquellos papeles apilados, y –lo más triste de todo- ¡sin haber proporcionado a los que los habían escrito la vida confortable que los funcionarios de la Aduana habían conseguido con sus garabatos sin ningún valor!»

«Luego, a esta hora, y con esta escena ante sí, si un hombre sentado solo, no puede soñar cosas extrañas y hacer que parezcan verdad, no hace ninguna falta que intente escribir novelas.»

«A mí –que he sido un observador calmado y curiosos, tanto en la victoria como en la derrota-,»

«Mientras tanto la presión había empezado con mi asunto, y mi nombre y mi estado decapitado salieron en los periódicos una o dos semanas, como el jinete sin cabeza de Irwing, cadavérico y horrible, y deseoso de ser enterrado, (...). Esto por lo que se refiere a mi Yo figurado. El Ser humano real, todo este tiempo, con la cabeza bien asentada sobre los hombros, había llegado a la confortable conclusión que todo era para bien; e hizo un gasto en tinta, papel y una pluma, abrió su escritorio tanto tiempo en desuso y volvió a ser un hombre de letras.»

La aduana
La letra escarlata
Nathaniel Hawthorne

martes, 8 de diciembre de 2015

La escritura como paraíso invisible

La novela La letra escarlata me ha gustado, me ha cautivado como historia, me ha cautivado por la soledad aceptada con que acaba la historia, pero si hay algo que me ha entusiasmado de verdad, y bastante, de este libro, es La aduana, el texto de presentación que el autor incluye como prefacio. Si me ha gustado más que la novela en sí es porqué la novela es triste, y absolutamente seria, aunque como novela está muy bien, pero a mí también me gustan los textos que no son novelas, y precisamente este tipo de textos que hablan de la escritura así en abstracto son mi debilidad. Este texto está hecho con un gran sentido de la ironía, y habla de la escritura, quizá como cosa poco importante en el mundo, pero como cosa que puede llenar espiritualmente una vida.

En el texto La aduana el escritor norteamericano del sXIX Nathaniel Hawthorne nos muestra con un realismo entre lúcido y tierno qué significa realmente dedicarse a la escritura en este mundo, que en esto todavía es el nuestro.(Es decir, absolutamente nada).

Si la novela me ha gustado, el prefacio me ha entusiasmado, por su conciencia y autoconciencia de lo que sería escribir.


A partir de ahora me parece que será un texto-talismán para mí; debería serlo para cualquiera que escriba.

lunes, 7 de diciembre de 2015

ADÚLTERAS DE PAPEL

(medievales:)

Isolda
Ginebra 

(decimonónicas:)

Ana Karenina (Ana Karenina, Lleón Tolstoi)
Emma Bobary (Madame Bobary, Gustave Flaubert)
Anita Ozores (La Regenta, Leopoldo Alas - Clarín)
Luísa Mendonça de Brito Carvalho (El primo Basilio, Eça de Queirós)
Laura de Muntanyola (Laura en la ciutad de los santos, Miquel Llor)
Hester Prynne (La letra escarlata, Nathaniel Hawthorne)



domingo, 6 de diciembre de 2015

Una persona señalada

Leída la novela norteamericana del sXIX (en catalán) La letra escarlata (sin haber visto antes ninguna de las muchas pelis que se basan en ella), no veo ahí más que la historia de una mujer fuerte, de una madre soltera en una época en qué por lo que parece no existía el divorcio.

El pájaro me parece un don juan sin remedio, y sin auto-conocimiento, aunque con media coherencia. Y digo media, porqué aquí el tirar del carro de la vida queda al cargo de las mujeres, de la mujer, de ella. Él es débil y inmerecedor del sacrificio que se hace por él; pero es joven, elocuente y atractivo físicamente, y esto es lo que la pierde, a ella.

El que llamaríamos ex_marido es al mismo tiempo demonio vengador y hada madrina, y un individuo muy extraño. Es atractivo psíquicamente, como si fuera un hipnotizador, pero no físicamente; es un hombre deforme, y esto es lo que el pobre diablo no le perdonará a ella.

Una historia sencilla y conmovedora, como más matices de los que parece a primera vista.

La sociedad tan puritana que se describe en ella (puritana y al mismo tiempo tan hipócrita) debía ser muy dura. Y según qué cosas tampoco han cambiado tanto desde entonces.

* * *

Leer La letra escarlata era una deuda que tenía con uno de los primeros lectores del blog, al principio de escribirlo. Dije que la leería y finalmente la he leído. Me ha costado ponerme a ello, casi toda la historia del blog, pero al final lo he podido acabar en un par de tardes. Tenía miedo que me costara entrar en la historia, tenía miedo de como estaría tratado el tema del sufrimiento, de la marginación, temor que al final se ha revelado infundado, porqué este libro está escrito con mucho tacto. Aunque ya me imaginaba que literariamente estaría bien, no me esperaba que me gustara tanto, me ha cautivado.

Leer esta novela también era un reto personal para mí, era la última novela que me quedaba por leer del ciclo “adúlteras de papel” (decimonónicas), que recolecté hace ya tiempo. Ahora sí que puedo decir que he leído todas las novelas decimonónicas que escogí para esta lista. (Que conste que es una lista personal mía; he visto otras listas de novelas decimonónicas de mujeres adúlteras, pero no me parecen tan conseguidas ni interesantes).

Ya no es que sea un libro del siglo pasado, sino que es un libro del siglo antepasado. Pero la marginación por motivos sexuales es un tema muy candente todavía, en nuestras avanzadísimas y tolerantes sociedades del sXXI.

* * *

Una historia sencilla y conmovedora, en qué quien se acepta a sí mismo tal y como es se redime, y quien no se conoce lo suficiente así mismo para ello (para aceptarse), se condena.

Me ha gustado mucho. Es una historia transparente y mágica. Y es curioso como a través de la marginación Hester Prynne se realiza. (La historia de Hester Prynne y de como se redime me hace pensar en las beguinas... Quizá haga un post, sobre las beguinas...).

* * *

Hester Prynne se redime, y consigue un equilibrio. En su soledad consigue ser dueña de su vida de una manera que ha quedado vedada  a ninguna de las protagonistas de las novelas decimonónicas de adulterio de la lista, la mayoría de las cuales –si no todas- van hacia el desastre. Por ello me alegro de haber leído esta novela para cerrar el ciclo. Como mínimo la cosa se acaba con una pizca de optimismo (optimismo que tampoco es muy optimista, no os creáis, pero, comparativamente...). Hester Prynne es la única que se realiza, que tiene un empleo –por triste que este sea-, que sabe hacer algo útil. Es duro decir esto de las otras protagonistas, algunas de las cuales las aprecio mucho, pero tampoco creo que sea culpa de ellas, sino de la sociedad en qué viven y del papel que tiene la mujer en esta sociedad. ¿Sería la diferencia entre el viejo y el nuevo mundo? No sé lo suficiente sobre el tema para conjeturar esto.

Mañana voy a publicar la lista que os digo.




sábado, 5 de diciembre de 2015

Bocado de vida

Otro bocado al pollo asado... De un pollo asado quedarían los huesos... Del blog, vete a saber qué quedará... ¿El sabor, quizá? ¿Un regusto de alimento para el alma? ¿No sería esto de lo que debería irse en post cuando se escribe? ¿El sabor de la sustancia que alimenta el alma? Que, al fin y al cabo, es la comunicación con los demás, y el alma se alimenta de esta comunicación...

Todo esto sabiendo y teniendo en cuenta que la autentica comunicación es presencial, un encuentro compartiendo el mismo espacio-tiempo... Mirarnos a los ojos genera dopamina; la dopamina nos nutre. Todo lo que no sea esto, (teléfonos, escritura abreviada, escritura), es solamente comunicación mutilada, incomunicación disfrazada, soledad maquillada...

Sabiéndolo y todo, pero, y teniendo encuentra que al fin y al cabo estamos solos, la lectura y la escritura con fines literarios, (los libros, los blogs), son una bonita soledad acompañada. Comunicación, aunque no presencial, pero alimento para el alma... No siempre un encuentro presencial es alimento para el alma... Un encuentro con un libro, un encuentro escrito, muy a menudo puede serlo, por más que un encuentro presencial sea más real que ninguna fantasmagoría de texto escrito, que al fin y al cabo solo existe dentro de nuestra cabeza, incomunicado, leído o escrito, pero que no se puede considerar un bocado de vida real. ¡Un bocado de vida! (¡Cómo en los anuncios!). Y la vida real jamás acostumbra a estar a la altura de la fantasmagoría...


El pollo asado de Carpanta también era imaginario... y nunca llegaba a clavarle un bocado...

viernes, 4 de diciembre de 2015

Más lectura y menos glamour

La lectura es una actividad solitaria, a veces difícil, a veces árida. Requiere concentración y silencio; no tiene glamour.

Para la vida real, lejos del mundo imaginario de las propagandas, y para la maduración personal, va bien aprender a disfrutar de una actividad que haga pensar, que requiera concentración y silencio, y que por tanto no tenga glamour.

Y es que el mundo real tiene mucho menos glamour que el mundo ideal que vemos en las propagandas, y a veces no nos percatamos, y nos perdemos cosas por culpa de ello; no quiero decir que nos perdemos cosas sensacionales o glamourosas, sino cosas satisfactorias y normales. La realidad (real, cotidiana de cada día), no tiene glamour; cuando más pronto nos hagamos a la idea de ello, mejor... Y se puede no tener glamour y ser perfectamente feliz... (¡Excepto si queremos ser presentadores de televisión, claro!)



miércoles, 2 de diciembre de 2015

Dominar una habilidad

Igual que dominar la lectura y la escritura, el proceso de adquisición de competencias complejas, como tocar el violín, dominar el tenis o el ajedrez, se encuentra con problemas parecidos. Por ejemplo, los trabajos de Ericsson [1996] sobre la trayectoria de los que acaban siendo expertos nos proporcionan tres pistas muy relevantes sobre las condiciones que suelen darse. A saber:

1. La regla de los diez años. Para llegar a ser expertos en esos dominios se requiere una experiencia de formación muy prolongada en el tiempo.

2. Un proceso muy selectivo. Cuando se eleva el nivel de exigencia en el dominio de una habilidad se constata un descenso en el número de personas que la practican.

3. La práctica deliberada. Los aprendices deben comprometerse con la tarea de tal manera que busquen alcanzar la mejor ejecución posible.

En pocas palabras, llegar a dominar una competencia compleja requiere habitualmente «mucho tiempo, apoyo cognitivo y emocional y un compromiso sostenido con la tarea».

[Informe sobre la lectura 2008 – págs. 206,207]


martes, 1 de diciembre de 2015

La cabaña del bosque

El otro día me hacía eco de una frase de una persona que decía que “no buscaba refugio en la literatura”. Me hice eco de ella precisamente porqué esta persona tiene una mentalidad completamente diferente de la mía, para mí la literatura siempre ha sido, es y será un refugio. Vaya, me parece que ya se nota. No quiero decir que yo sea mejor por ello, o que mi manera de verlo sea la buena, y la suya no. Allá cada cual con su manera particular de ver las cosas; y, al contrario, aceptar la pluralidad y las ideas a los que no piensan como nosotros es el gran reto, y más fácil de decir que de hacer.

Con esto de la literatura me siento como si tuviera una cabaña encima de un árbol con una escalerita difícil de subirse a ella escondida en un bosque frondoso y poco transitado. Es aquel lugar donde me aíslo y vivo en mi mundo. ¿Qué es una actitud egoísta? Quizá sí. Pero ya me he llevado suficientes disgustos en la vida como para bajar voluntariamente de esta cabaña de encima de este árbol. Aquí (leyendo, escribiendo) estoy bien, es mi refugio, mi mundo.

Hubo un momento en mi vida en el qué me percaté que o vivía en mi mundo de lectura y escritura o vivir no tenía sentido. Y de momento todavía leo y escribo... y pienso que vivir vale la pena... ¡aunque con tantos matices!

* * *

Decir esto me hace pensar en alguien que me dijo si tenía el blog para dar pena, para que se compadecieran de mí: “oh, mira... pobrecilla”. No tengo el blog para dar pena. Y yo personalmente creo que una vida de lectura y escritura no da pena, sino que es una de las mejores coses que se pueden poseer en este mundo. Ahora, entiendo que haya quien no lo vea así, quien no pueda verlo.


Y es en el silencio de la página en blanco donde...