Escucho por la radio una persona que sufrió una experiencia traumática hace
diez años, y solamente ahora, después de tanto tiempo, ha podido empezar a
hablar de ello, a escribirlo. No lo había podido hacer antes que los hilos
catárticos del tiempo hubieran hecho su curso curativo.
Parece que hace falta que pase el tiempo... El tiempo lo cura todo,
dicen... (Según mi experiencia, es cierto: el tiempo lo cura todo. Pero hace
falta que pase –el tiempo-, se debe tener paciencia... La liberación del dolor
tarda, pero finalmente llega).
La juventud todo lo vive a la tremenda, cuando eres joven y sufres no ves
el fin del dolor. Supongo que es por ello que muchos escritores no maduran
hasta los cuarenta, cuando ya se puede comenzar a recordar con serenidad. Nos
volvemos más reflexivos y podemos distanciarnos respecto nosotros mismos y
nuestros fantasmas.
Madurar también es aprender a verbalizar, a relativizar.
* * *
Poder verbalizar según qué traumas cuesta un poco, hace falta reflexión, y
hace falta saber hacer aflorar los recuerdos. Hace falta saber hacer frente a
los recuerdos dolorosos convirtiéndolos en algo no doloroso. Hacer eso mediante
la escritura es difícil, pero también cura, y es emocionante y emotivo. Es salir
en busca de lo más íntimo de nosotros mismos, y encontrarnos. La escritura
puede ser un camino personal de búsqueda de nosotros mismos, y de la búsqueda
de nuestro lugar en el mundo. La escritura puede ser una aventura, y , al fin y
al cabo, quizá incluso podemos darnos cuenta que no todo es tan traumático,
doloroso o negativo... Y que nuestra vida también ha sido interesante.