viernes, 29 de mayo de 2015

Un gran novelista menor

«Donald E. Westlake fue conocido por la gran ingenuidad de sus tramas y la audacia de sus estratagemas narrativas. Su escritura y diálogos están vivos. Sus personajes principales son plenamente redondos, creíbles y listos. »

Esto lo dice la wikipedia en inglés. (Traducción personal mía).

Ahora miraré de explicarlo con mis propias palabras:

¿Con quien o con qué estaba comprometido Westlake, os preguntaréis? De él he leído solamente cinco novelas, y no es tipo de escritor comprometido al qué estamos acostumbrados. ¿Con quien o con qué estaba comprometido?

Un escritor de novela negra (“hard-boiled”: dura y en ebullición), reconvertido en escritor de novela satírica, (divertidísima, y con un gran sentido del humor y de la ironía, además).

Sus tramas desarrollan la lucha del individuo insignificante contra el poder corrupto, sea este mafioso, gubernamental o de los ricos.

Donald E. Westlake estaba comprometido con la verdad; la verdad de las personas normales, de todos aquellos que no tenemos poder y no mojamos del gran pastel de la corrupción. Y aunque una persona normal jamás saldría bien parada de las situaciones a qué se ven enfrentados los protagonistas de sus novelas, - al contrario de lo qué pasa en estas ficciones, en qué el personaje generalmente acostumbra a salirse con la suya-, estas consiguen trasmitir una sensación de autenticidad realmente admirable. Sabes que aquello no puede suceder de aquella manera, pero te lo crees, y además ya te ha arrancado alguna que otra sonrisa por el camino.

Son novelas de género que se leen muy fácilmente. No sé si sería precisamente el tipo de novelista que saldría muy arriba en el canon, pero yo siempre le he encontrado genial.




miércoles, 27 de mayo de 2015

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Hay quien dice que las redes sociales comercializan con la amistad... O con el deseo de amistad... Yo creo que más bien comercializan con la soledad... o con el miedo a la soledad... con el miedo tremendo a no estar “conectado/a”...


lunes, 25 de mayo de 2015

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«Debes obsesionarte y mantener la obsesión. Y pasar de largo ante las ventanas abiertas.»

El hotel New Hampshire

John Irving


sábado, 23 de mayo de 2015

El tiempo y los panfletos

Recuerdo el libro humorístico (pero comprometido) de Donald E. Westlake L’aprenent d’espia (El aprendiz de espía).

En plena guerra fría, el protagonista es un activista antinuclear que por cuestiones de la trama del libro se encuentra relacionado con un miembro de una organización fascista.

Hay un momento de la trama en el qué el protagonista se emociona al ver al fascista haciendo panfletos haciendo rodar la manivela con la misma máquina de imprimir y hacer folletines que usa él, (máquina de imprimir como las que había en la época, muy chapucera), y piensa que quizá tienen más en común de lo que parece.

Pero en seguida recapacita y se percata que el fascista usa la manivela de la máquina de hacer folletines porqué no puede conseguir una metralleta, y en cambio él es pacifista y la usa para qué no existan las metralletas. El matiz es sutil.

El otro día leía en el periódico una entrevista a una escritora que había corrido delante de los grises, y explicaba que entonces hacían los panfletos con una cosa que le llamaba “ciclostil”. (Que igual podría ser el mismo artefacto de libro de Westlake: he visto una foto por internet de un ciclostil, y tiene una manivela). No sé como debía funcionar aquello, pero tiene pinta de no ser muy práctico.

Últimamente he oído por la radio la propaganda de una empresa de material de oficina que anunciaba impresoras de toda clase, máquinas de poner en sobres y etiquetar y toda clase de gadgets para hacer folletines y enviar correspondencia.

Se me ocurrió que, si en aquella época los que usaban la manivela del ciclostil -algunos con motivos más nobles que otros- hubieran tenido esto, lo hubieran celebrado. ¡Lo que habrían dado por una pequeña impresora como la que muchas personas todavía tienen en su casa...!

Pero... ahora, cuando tenemos toda esta tecnología (y la libertad) para enviar los papeles que queramos donde sea y en el formato físico que sea...

... ya no lo necesitamos (la tecnología, quiero decir, la liberad sí), porque ahora si se quiere ya no hace falta imprimir nada en formato físico, porque ahora los panfletos ya no son físicos, ahora los panfletos auténticos solamente existen en la red...

No me diréis que no tiene alerones, la cosa.


jueves, 21 de mayo de 2015

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Quien escribe está disconforme.

martes, 19 de mayo de 2015

Capturar la vida

(En este post se hacen filtraciones: se comenta el final de la obra de teatro de Chéjov Tío Ványa. Aviso por si alguien tiene intención de leer esta obra en un futuro. Leer el teatro de Chéjov es una de las experiencias más bonitas que puede tener alguien como lector.)

* * *

Hace poco leí por primera vez la obra de Chéjov Tío Ványa. Digo “leer por primera vez”, pero en realidad ya la había visto representada (¿año?) en una peli muy elogiada por al crítica: El tío Ványa en la calle 42. (Yo entonces tampoco sabía tanto como ahora quien era Chéjov).

Lo curiosos del caso es que cuando la vi, antes del 2000, -yo era muy joven-, me llevé la impresión que la obra acababa mal, muy mal, de hecho; me emocioné de tristeza por el final.

En cambio ahora, (año 2014-2015), cuando la he leído, -aunque me conste que el texto es el mismo, quiero decir que la obra que he leído es la misma que vi representada en aquella peli, que el final es el mismo, vaya-, (no recordaba nada de lo que pasaba, solamente me acordaba que era muy emotiva y que me había gustado mucho), pues, ahora, al leerla, me he llevado la impresión que la obra acaba bien, y me he alegrado por los personajes principales, de cómo acaba; no me he emocionado, solamente he respirado tranquila.

Si la obra es la misma, y el final es el mismo, la diferencia entre la impresión que me hizo entonces, y la impresión que me ha producido ahora... solamente querría decir que quien no es la misma soy yo... ¿Qué me ha pasado?

* * *

Puedo aventurar un par de conjeturas para explicarlo... (sólo conjeturas).

La conjetura I.

Antes del año 2000 –yo era muy joven-, todavía creía que encontrar el amor era importante, aunque era consciente que eso no lo solucionaba todo, como parece que siempre pase en las pelis americanas.

Me emocioné por la protagonista porqué el amor se le negaba- porqué no era físicamente atractiva, además-, y eso me pareció cruel.

(Ahora, para mí ella y el tío Ványa son los verdaderos protagonistas de la obra, los perdedores. Pero he leído comentarios en los qué hay quien piensa que los protagonistas son los otros. Quizá a mí también me lo pareció, entonces).

Esta es la impresión que me produjo la obra antes del año 2000.

Ahora, en cambio, me he percatado que hay otras cosas en la vida que no “encontrar el amor” al estilo de las películas. Tener una ocupación que te guste y que te permita ganarte la vida, tener una ocupación que te motive, te movilice y te realice, me parece más importante que no la incierta pasión amorosa. Entonces no me fijé, pero ahora me ha fijado, y los protagonistas tiene esto, se lo ganan en la obra. Es por ello que me he alegrado por ellos del final, y he respirado tranquila.

* * *

La conjetura II.

(Esta conjetura es referente al espacio físico donde transcurre la obra).

En la peli El tío Ványa en la calle 42, la peli pasa en Nueva York, en un teatro viejo, oscuro y medio derruido de la calle 42. En la peli se ve como los actores-personajes caminan hacia allí y se marchan de allí, y se ve como representan la obra allí.

Como el deteriorado teatro neoyorquino es, como espacio físico, muy deprimente, no me acabé de hacer a la idea que la obra en realidad pasaba en una finca en Rusia, con sus campos y su espacio abierto verde y próspero. Si entonces hubiera conseguido ver el paisaje que rodeaba la casa quizá no hubiera quedado  convencida que la obra acababa tan mal. Quizá lo mencionaron, pero yo no vi ningún paisaje, solamente vi el drama y me quedó la impresión que los protagonistas –que la protagonista- se quedaba sola en aquel lugar lúgubre por siempre jamás. Que no había otra salida que quedarse allí, que el lugar era la trampa.

En cambio, al leer la obra de teatro, y habiendo leído antes cuatro de las mejores obras de teatro de este autor (que casi todas pasan en fincas en Rusia), habiendo leído El huerto de los cerezos, me he acabado haciendo una idea del paisaje que rodea la finca, su verdor y sus campos prósperos, y  quedarse allí cuidando de todo ello no me parece un final infeliz... aunque no se encuentre el “amor”.

Como mínimo, ver el paisaje que sé que está ahí ahora es algo que sé que conforma a los protagonistas. Ellos aman ese lugar.

Por tanto, el final es triste, pero no lo es tanto como me pareció la primera vez.

* * *

Pero, lo que me impresiona de verdad es que yo puedo haber cambiado, pero la obra de Chéjov es igual de buena. Que me haya dicho cosas diferentes en épocas diferentes... Que creyera que los protagonistas son unos u otros en función de quien soy yo en cada momento...

Y aquí es donde quería ir a parar.

A la permanencia del arte.
A la escritura como respuesta.
A como la literatura remueve...

(...más o menos y con todos los matices que queráis, pero remueve).


viernes, 15 de mayo de 2015

Leer / escuchar el pasado

Volviendo al tema de la lista de meses interminable en algunos de los blogs de los demás... (que admiro como testigo de un pasado productivo en el qué “se ha creado”),

¡...qué pocas veces clico en algún mes del pasado en los blogs ajenos!

Supongo que también debe haber pocos lectores que clican en los posts del pasado del mío, de blog...

Ya me entendéis adónde quiero ir a parar... Todos emitimos, emitimos, emitimos... y queda de ello un rastro, una lista interminable de meses, como testigo que “hemos creado”...  Pero pocos se lo leen una vez la actualidad ha pasado; internet y los blogs son cosa de inmediatez, de rabioso presente, del ahora mismo; del post de mañana. Pocos escuchamos (o escuchan). O solamente escuchan, sin cargar al mundo con más “creación”.

Pero, en fin, solamente expresarse también es una higiene... Aunque una vez ya forma parte del pasado interese a pocos; ya interesa a muy pocos cuando el pez está acabado de sacar del agua...



miércoles, 13 de mayo de 2015

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«No obstante, posee la facultad de expresarse de forma original y justa, una facultad inherente a toda persona que reflexiona y cultiva su espíritu. »

I.S. Turguéniev

Hamlet y don Quijote
Páginas autobiográficas


lunes, 11 de mayo de 2015

Historias de mi blog

La historia (parcial) de los cambios de dirección (y de título) de mi blog

La razón que mi blog haya cambiado de dirección web (como mínimo la razón que no conserve el nombre de la primera dirección web que puse), es qué cuando empecé a publicar el blog no creía que eso de la dirección web fuera importante, no creía que todo el mundo se fijaría en el nombre de la dirección que había escogido. La primera vez que escogí una dirección web le puse la primera tontería que me pasó por la cabeza, creía que eso de la dirección web sería un trámite sin importancia... Creía que lo importante sería el título del blog... A medida de ir publicando posts me percaté que no, me percaté que la gente se fijaba más en el nombre de la dirección web que no el título del blog...

Después “perdí las llaves” de mi blog, y al crear otro aproveché para encontrar una dirección web que no fuera cargante si la gente se fijaba en ella... cosa que evidentemente hicieron, “pasando” del título del blog, que era en lo qué debían haberse fijado...

El resto de las veces que he tenido que escoger nombres para las direcciones web de mi blog ha intentado seguir los mismos criterios de neutralidad y discreción.

* * *

Ahora el título de mi blog es Llaços imaginaris (Lazos imaginarios en castellano), pero la dirección web no coincide con el título, por la sencilla razón que la “c trencada: ç” del título en catalán me pareció que no sería aceptada como letra para una dirección web (al no existir como letra en el alfabeto anglosajón; tampoco existe en castellano), y pensé que sería mejor escoger un nombre homofónico al título: “llacs imaginaris” (“lagos imaginarios”, en castellano), que no tuviera ninguna “c trencada: ç”. Tampoco me lo pensé demasiado y quizá debería haber pensado más en ello.

* * *

He cambiado diversas veces de dirección web y el título del blog, pero el blog en sí, los contenidos, han sido siempre más o menos los mismos, aunque al principio hablaba más de libros; pero, haya hablado de lo que haya hablado, yo siempre he sido la misma.

* * *

Pronto celebraré los diez años de hacer el blog, el objetivo que me marqué al cabo de poco de empezar. De todos modos, como he estado temporadas laaargas sin publicar, quizá los diez años –aniversario-, no coincidirán con los diez años de escritura efectiva... O sea que quizá debería posponer la celebración del décimo aniversario un par de añitos... (para llegar a los diez años de escritura efectiva, quiero decir). No lo sé, no lo sé... Ya se verá.

Admiro a los blogueros que empezaron más o menos como yo, y que no han cambiado nunca “de casa”, admiro su lista de meses interminables en el archivo. Pienso que la mía también lo sería si yo no fuera tan precipitada, y eso me anima a ser constante en la dirección y el título que uso ahora.


jueves, 7 de mayo de 2015

Convertirse en tiempo

Estoy a favor de la lectura, pero tampoco hasta el punto de caer en el papanatismo. (O eso espero, al menos).

Leer ni arregla los problemas como por arte de magia (más bien puede ser un escapismo); ni nos hace más atractivos ni nos adelgaza ni nos hace ligar más (más bien es alimento para solitarios); y tampoco nos hará millonarios, precisamente,

[un inciso: sobre esta plenitud vital que algunos atribuyen a los millonarios, solamente quiero decir “que solamente es feliz en la riqueza quien ya lo era en la pobreza”. Dicho esto, continuemos.]

aunque el tiempo dedicado a leer nos pueda hacer sentir que nos sobra el tiempo (como si fuéramos millonarios, vaya, y no tuviéramos otro trabajo). Leer es el remedio perfecto contra el popular “no tengo tiempo”, pero, claro, no siempre se tiene tiempo.

La excusa más común entre los que no leen para justificar que no leen es este “¡no tengo tiempo para leer!” (que viene a decir: “¡no tengo tiempo que perder!”); tienen una vida, tienen una familia, tienen un trabajo... No sé por qué, pero muchos parecen creer que leer es una actividad para personas con poco trabajo, como si fuera una especie de lujo... No tienen tiempo para leer, y seguramente sea sinceramente cierto, aunque siempre solemos encontrar tiempo para hacer lo que de verdad queremos hacer. Ya digo: solamente tiene tiempo para leer quien tiene mucho tiempo libre quien ya leía un poco cuando no tenía tanto tiempo libre...

* * *

Leer quizá no haría milagros, pero sí que aquellos que leen quizá serían los más capaces de expresarse mejor, y de hacerlo con más pericia, propiedad y adecuación a cada circunstancia.

Ahora, por no leer tampoco pasaría nada.

* * *

La idea sería que empezando a leer por los best-sellers, las novelas de género o por cosas peores (etiquetas de champús, revistas del corazón, periódicos deportivos), una persona llegara alguna vez a leer algún libro bueno... a leer algún clásico... o a leer “los clásicos”...

...y que poco a poco se convirtiera en un lector/a anónimo/a más de aquello a lo que llaman “los happy few”...

...y esto paso a paso...

...de saltito de gorrión a saltito de gorrión...

...un libro tras otro...

...de libro que le gusta a libro que le gusta...

...y que al final pueda disfrutar de verdad leyendo algún libro difícil, un libro que cuando empezó a leer le hubiera parecido imposible de disfrutarlo...


martes, 5 de mayo de 2015

El silencio de cada cual

Escucho (por internet), en una conferencia, que Emily Dickinson, la poeta norteamericana más importante, y uno de los poetas más importantes (una poeta que todavía no he leído pero que tengo intención de leer), vivió toda su vida adulta recluida en su habitación: “Here is freedom” (aquí está la libertad), le dijo a una parienta que fue a verla.

Pienso en lo que debía significar en aquella época, y en lo qué podría significar ahora, con la existencia de internet, una reclusión así.

A mucha gente Emily Dickinson les da pena precisamente por ello, porqué no salía de casa. Yo la envidio. Y la envidio precisamente porqué pudo acceder a la logística necesaria para no tener que salir nunca de casa; poder acceder a no tener que salir nunca de casa no es tan sencillo...

En su reclusión, la ayudó mucho lo mucho que leía. Hoy en día, internet significa acceder a cosas insospechadas, y no solamente a leer; internet es una ventana abierta al mundo, y amplía mucho todo el campo de maniobra posible en cualquier reclusión. (Antes, sin internet, esto de entretenerse sin salir de casa tenía mucho más mérito). Ahora, siempre, en cualquier reclusión, aunque esta sea voluntaria, y aunque se tenga internet, poder leer es el todo.

Algo que comporta no ver a demasiada gente y llevar una vida retirada es el desarrollo creativo, poder realizarse creando – escribiendo, en este caso. Se diga lo que se diga, para escribir (para crear), se necesita recogimiento y silencio, saber estar solo/a; siempre se va a para allí mismo cuando se habla de esto; se necesita paz, recogimiento y silencio.

Siendo consciente de lo qué Emily Dickinson pudo hacer con su silencio, ya digo, la envidio.