Desde que supe que existían (no recuerdo cuando, pero hace ya mucho
tiempo), siempre había querido leer El arco y la lira y Los hijos del
limo, de Octavio Paz. Eran unos títulos que me atraían muchísimo, y también
el autor, pero no me imaginaba que una vez los leyera llegarían a impresionarme
tanto.
Finalmente, los he leído (es una lectura difícil), y, corcholis, ¡qué bien
escribe este hombre! Y como verbaliza las difusas ideas de lo que es poner una
ocurrencia por escrito... Lo hace con la sutileza de un tallador de lentes...
¡Sabe de los misterios de la creación!
Es, quizá, uno de los pocos autores de los que he leído que consigue ir
hasta el final del camino de los que los seres humanos conocemos sobre lo que
es “crear”.
(En esta lista yo solamente soy capaz de incluir a Mircea Eliade –cambiando
“crear” por “creer”-, y a Roberto Calasso. No conozco a más autores que lleguen
hasta el final de este camino.- Aunque seguramente debe haber más que yo no
conozco-.)
Ya no se puede saber más, o explicar más, sobre el misterio de lo que es
crear, sin entrar en terrenos pantanosos, por poco científicos. Es un consuelo
saber que los tres autores llegan más o menos al mismo sitio, a la misma
idea... difusa y tímida... pero a la misma idea. O eso me parece. Tampoco soy nadie
para tener certezas absolutas.
Octavio Paz me genera envidia, rabia, rendida admiración por poder escribir
de esta forma, por saber todo esto y poder expresarlo así.
Cómo debe haber leído este hombre, ¡con desesperación! Y como debe haber
escrito, ¡con denuedo! Se nota que el sentido de su vida es poder escribir así,
y esto. Eso sí que es caminar por lo que yo llamaría el sendero de la
“escritura absoluta”. ¡Quién supiera todo esto! ¡Quién hubiera leído tanto!
¡Quién supiera escribir así!
* * *
Para todo aquel/la que quiera (o pretenda) SABER de poesía, la lectura de
los libros El arco y la lira, y Los hijos del limo (que yo he
leído reunidos en el volumen de las obras completas La casa de la presencia),
es obligatoria, imprescindible. (Pero absolutamente obligatoria, añadiría yo.
Nadie puede pretender que sabe nada de poesía si no ha leído estos dos libros.
¿Dónde estaba yo hasta ahora? ¡En el limbo!).
Ahora que está tan de moda este concepto, este libro sería lo que yo
llamaría “información privilegiada”. Información privilegiada sobre poemas,
poetas, poesía... Y sobre la magia de crear.
* * *
Al leerlo me siento “inspirada”, “exaltada”, necesito escribir. La
sustancia rebasa el dique. Y yo me pregunto... ¿cómo? ¡¿Cómo se llega a
escribir algo así?!
* * *
Este libro hace que me pregunte...
¿... qué es un poema para mí?
Para mí un poema es una experiencia estética que trasciende la vulgaridad
de lo que es capaz de apreciar “la masa”...
¿...y, la inspiración, qué es?
Para mí, la inspiración es lo que te hace estar unos instantes en silencio
antes de lanzarte como un halcón encima del folio en blanco.
* * *
Una pequeña y sutil contradicción en los textos de O.P.... (casi no me
atrevo):
...el poema debe ser redondo y perfecto como una esfera...
...la pena en el infierno es interminable y monótona como un círculo...
La misma figura circular para expresar lo mejor y lo peor.
Los extremos se atrapan.