Me acuerdo que, en un
cursillo de escritura presencial que hice (también he hecho unos cuantos por
correspondencia – uno de los cuales en la época en que internet todavía no se
le llevaba todo, es decir, con cartas, sellos y papeles de verdad; sólo faltaba
el lacre del Cyrano...); pues en este cursillo presencial, nos decían que para
entrar en la esfera de lo que estabamos escriviendo debíamos escoger una música
y escucharla cada vez que quisieramos ponernos a escribir, siempre la misma, y
así cogeríamos le tono, la atmosfera y la continuidad de lo que estabamos
escriviendo. “Entra en la esfera del sueño”, dijo alguien. Des que leo los
blogs de algunos escritores me he dado cuenta que es cierto que eso de escuchar
una música determinada cada vez que te pones a escribir es algo que se hace en
el gremio, pero también que hay escritores que se ponen en situación sin música
alguna y en cambio engullen una buena taza de té, por ejemplo, por no hablar de
los que lo hacen a base de lingotazos... Parece que para arrancar es necesario
cierto grado de embriaguez, sea esta musical o de algún otro tipo...
Pero de un par de libros
que he leído últimamente, de autores de más prestigio que estos que hablan de
escribir con música, parece que lo que realmente va bien es escribir en soledad
y silencio, y, si puede ser, a mano.
Escribir en soledad y
silencio...
Para mí esto es
difícil... mi calabaza febril necesita entretenerse con algo que continúe...He
escrito muchas veces con aquella música determinada, con simplemente música, o
con las voces radiofónicas de fondo. Jamás se me había ocurrido que eso era una
muleta para evitar el horror al vacío al empezar a poner letras sobre el papel
en blanco, y que el ruido indeterminado de fondo mientras escribo podría no ser
tan útil para la escritura como creía. En todo caso, podría ser útil para
superar el vértigo a la página en blanco, algo que de hecho jamás he sufrido,
que yo sepa... pero que con música de fondo se desvanece.
Debo probar de escribir
en silencio, a no tener la radio prendida llenando el vacío mientras escribo.
¿Puedes llegar a
embriagarte solamente de silencio? Lo que escribo, ¿será mejor? ¿Podrá ser
diferente? Cuándo haya pasado un rato en el silencio del escritorio, ¿el mundo
se retorcerá, como decía Kafka, avasallador ante mí? (Sic. ¡No sé si estoy
preparada!)