Mostrando entradas con la etiqueta microcuentos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta microcuentos. Mostrar todas las entradas

miércoles, 6 de abril de 2011

Puzzle

Era como si ella fuera un puzzle. A cada persona que había conocido y la amistad de la cual había valido la pena, le había dado una pieza del puzzle. Como que sabía que estas personas jamás sabrían que tenían una pieza ni sabrían quienes eran las demás personas que tenían las otras piezas, nunca hablarían de ello ni las juntarían, y nunca jamás nadie vería el dibujo del puzzle entero...

martes, 28 de diciembre de 2010

Boda a la vista

Dentro de mi plan-maquiavélico-para-ser-alguien-dentro-de-la-literatura-catalana (algo que por otra parte sabéis que pienso que no tiene mucho mérito), he decidido dar el golpe definitivo: como que escribiendo ya veo que no llegaré a ningún lado, y publicando una foto en bikini me expulsarían del país, he decidido sacar el “arma secreta”: me caso con Quim Monzó. Sí, sí, nos casamos. Nos conocimos el Sant Jordi pasado, yo le pedí que me firmara un libro, y como que ya sabéis que hace unos años si ponías “erección permanente” en el buscador salía Quim Monzó... Total, que hicimos buenas migas (no sé si gracias a eso), y después de unos cuantos meses de exploración mutua nos casamos. No confirmo ni desmiento al buscador. ¡Por fin me invitaran al desayuno de escritores que se hace por Sant Jordi! Por cierto, nos casamos en el Palau de la Música... No diré que estáis todos invitados, porqué me temo que eso de ser escritor no da para tanto, pero podéis tomar una copita de cava a nuestra salud (pagando vosotros, evidentemente... somos escritores, no tontos... y además, catalanes... ) Hemos decidido vender la exclusiva del bodorrio al Tot i més, y con lo que nos dan por ella haremos el viajecillo de luna de miel a Torremolinos. Y, como decía Massagran, eso es tan cierto como verídico...

viernes, 1 de octubre de 2010

Momentos estelares de una vida cualquiera

Un café de Girona donde preparan batidos de chocolate, dos personas sentadas compartiendo una bebida (que, por cierto, no es un café...). Camino 1: las dos personas se dan un beso y salen juntas. Camino 2: las dos personas se miran con desconfianza y salen cada cual por su lado. En un instante, podemos tomar una decisión que nos acerque a la felicidad o nos aleje de ella, podemos escoger tirar hacia aquí o hacia allá, y todo lo que venga después será diferente, el paso del tiempo después de la elección será diferente, toda nuestra vida puede ser diferente porqué en aquel momento hemos decidido emprender un camino y no el otro. El tiempo. El jardín de los senderos que se bifurcan.

martes, 29 de junio de 2010

La fantasía del pavo

Pues no, en principio el blog no está a la venda, pero imaginaros que pasa, imaginaros que alguien me envía un pavo por Navidad. ¡Un pavo vivo! Abro la puerta, y allí me encuentro el animalillo, sujeto al final de una cuerda más o menos larga a un taco de madera pesada que le hace de contrapeso y picoteando todo lo que se tercie. Como que no quiero comprometerme, no puedo aceptar un pavo que no sé de donde viene, y decido sacármelo de encima. Voy a buscar una escoba, para, ayudada por el cepillo, coger el pavo por el contrapeso y mantener el animalillo apartado de mi cuerpo, para que no me picotee, algo que pronto compruebo en mis carnes que tiene mucha tendencia a hacer. Y me ves a mí, la escoba blandida como una espada y el pavo colgado de mi brazo camino del contenedor más cercano. Llego allí y pongo el contrapeso en el suelo, delante por delante, en un lugar en que no moleste a los coches. Como que esto es una fantasía, también he llevado unos pocos granos de maíz para que el animalillo se entretenga mientras se espera. Mi barrio es un barrio sencillo, la gente no pasa hambre, pero siempre que hay tirado algo interesante en el contenedor, aunque sea una escalera de pintor sin escalones, esta cosa interesante desparece antes que tenga tiempo de llegar el camión de la basura. No sé si eso pasa en todos los barrios o qué, pero en le mío os aseguro que sabemos aprovecharlo todo. Me escondo tras un coche aparcado y me espero a que el pavo desaparezca. Paso allí escondida media horita y cuando miro: voilà, el pavo ha desaparecido, un alma caritativa se ha hecho cargo de él... ¡y sin la ayuda de la escoba! Sabía que los vecinos no me fallarían en este mal paso y me liberarían del pavo comprometedor. Ahora puedo volver casa tranquila con la escoba (que ya no me hace falta blandir) y el maíz que me ha sobrado (el pavo lo ha encontrado muy rico, quizá me haga unas palomitas...).

viernes, 26 de marzo de 2010

Apagones

¿Sabéis qué me han dicho? Cuado pasó lo de la nevada montones de gironins se quedaron sin luz. El presidente tuvo que ir personalmente hasta el despacho de la Todopoderosa Compañía Eléctrica, y no al revés; no fue alguno de la Todopoderosa Compañía Eléctrica que fue hasta el despacho del president. ¿Por qué? Pues porqué el president fue a pedir perdón por el pollo que habían montado los medios de comunicación sobre como había todavía muchos pueblos gironins sin luz. De algo como esto, en un país decente, no se debería haber hecho tanta propaganda, y los de la Todopoderosa Compañía Eléctrica estaban muy enfados, pero mucho, por el daño irreparable a su imagen que se estaba haciendo en los medios de comunicación. ¿Qué había mucha gente sin corriente? Eso, para la Todopoderosa Compañía Eléctrica, es completamente irrelevante. Los usuarios de la red eléctrica están ahí para pagar puntualmente a final de mes sus facturas, sólo faltaría, no para lloriquear por detalles sin importancia y hacer quedar mal a la Todopoderosa Compañía. Por eso el president fue a verles. Era necesario que alguien pidiera perdón por el daño irreparable que se estaba causando a su imagen. Suerte que los catalanes todavía tenemos a alguien que se ocupa de nuestro “saber estar”.

lunes, 28 de diciembre de 2009

El día que me encontré a Pessoa en el tren

Cuando estudiaba, cogía mucho el tren. A mí los trenes siempre me han apasionado. Un día, yo acababa de sentarme y todavía había gente que estaba de pie esperando encontrar un asiento. Y le vi. En medio de la gente, un hombre con un traje oscuro, aquel bigotito y un bombín, recién salido de una fotografía en blanco y negro. Cuando pasó por mi lado, al darse cuenta que le miraba, cogió el sombrero con la mano y lo levantó ligeramente. Después continuó, y como no había lugar para sentarse en el vagón, salió por la puerta. Sabía que era imposible, llevaba un libro suyo en la mochila, pero también estaba segura: había visto a Fernando Nogueira Pessoa en el tren, ¡y me había saludado!