Me acuerdo de unos libros que leía en mi infancia, en los qué una pandilla
de amigos jugaban –y competían- a ser observadores.
Se trataba de ir a pasear por un lugar donde hubiera gente –tampoco mucha
gente-, y fijarse en como iban vestidos, y, después, en el lugar de reunión,
ponerlo en común a ver quien recordaba más detalles de cómo iba vestido cada
cual, y ver si a partir de ello, de cómo iban vestidos, podían deducir algo de
quienes eran aquellas personas, qué hacían, qué les interesaba.
A mí esto (es decir, descubrir cosas de los demás a través de la
observación), me parecía fascinante, todavía me lo parece, pero... observar a
partir de la ropa que lleva cada cual me parecía –y me continua pareciendo-
falto de interés... por qué... ¿qué importancia tiene la ropa? ¿Qué importa
como va vestido cada cuál?
(Aunque con el matiz que yo hablo de la época actual, en qué las ropas de
todo el mundo se igualan. Quizá, en la época y el país en la qué esta pandilla
observaban, posiblemente la ropa sí fuera lo suficientemente diferenciadora
como para deducir cosas de los demás a través de sus vestidos. Era sin duda
antes del prêt-a-porter, y un lugar y una época donde cada cual debía ir
vestido según cual era su clase social. Pero ahora y aquí las ropas de las
personas ya no se diferencian según cual era su clase social, siempre hablando en
general, y teniendo en cuenta que siempre habrá ropa buena y ropa menos buena,
y gente que es elegante y gente que no es elegante. Pero a mí la ropa no me
interesa, y deducir cosas de la gente a partir de la ropa que llevan me
continua pareciendo una tontería. Después de la popularización de la ropa
vaquera y desde que existe “la moda”, casi todo el mundo va vestido más o menos
igual, algo que no me gusta nada, pero... en fin.)
Lo importante no es leer la ropa, ¡lo importante es leer los ojos! Y esto
segura que se puede deducir más de alguien leyéndole los ojos que fijándose en
su ropa...
(continuará)
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