lunes, 14 de diciembre de 2015

Lectura viva (1)

Me acuerdo de unos libros que leía en mi infancia, en los qué una pandilla de amigos jugaban –y competían- a ser observadores.

Se trataba de ir a pasear por un lugar donde hubiera gente –tampoco mucha gente-, y fijarse en como iban vestidos, y, después, en el lugar de reunión, ponerlo en común a ver quien recordaba más detalles de cómo iba vestido cada cual, y ver si a partir de ello, de cómo iban vestidos, podían deducir algo de quienes eran aquellas personas, qué hacían, qué les interesaba.

A mí esto (es decir, descubrir cosas de los demás a través de la observación), me parecía fascinante, todavía me lo parece, pero... observar a partir de la ropa que lleva cada cual me parecía –y me continua pareciendo- falto de interés... por qué... ¿qué importancia tiene la ropa? ¿Qué importa como va vestido cada cuál?

(Aunque con el matiz que yo hablo de la época actual, en qué las ropas de todo el mundo se igualan. Quizá, en la época y el país en la qué esta pandilla observaban, posiblemente la ropa sí fuera lo suficientemente diferenciadora como para deducir cosas de los demás a través de sus vestidos. Era sin duda antes del prêt-a-porter, y un lugar y una época donde cada cual debía ir vestido según cual era su clase social. Pero ahora y aquí las ropas de las personas ya no se diferencian según cual era su clase social, siempre hablando en general, y teniendo en cuenta que siempre habrá ropa buena y ropa menos buena, y gente que es elegante y gente que no es elegante. Pero a mí la ropa no me interesa, y deducir cosas de la gente a partir de la ropa que llevan me continua pareciendo una tontería. Después de la popularización de la ropa vaquera y desde que existe “la moda”, casi todo el mundo va vestido más o menos igual, algo que no me gusta nada, pero... en fin.)

Lo importante no es leer la ropa, ¡lo importante es leer los ojos! Y esto segura que se puede deducir más de alguien leyéndole los ojos que fijándose en su ropa...


(continuará)

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