jueves, 25 de febrero de 2016

Pausa

Voy a estar un tiempo sin publicar.


jueves, 18 de febrero de 2016

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«La belleza de las imágenes poéticas frente a la crueldad de lo qué nos rodea.» (frase escuchada por la radio)

miércoles, 17 de febrero de 2016

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«No hay mejor modo de llegar a escribir, que el de garabatear algo todos los días.» - Italo Stevo


martes, 16 de febrero de 2016

Compromiso de realidad

«El compromiso del escritor no es sólo con la realidad política circundante, sino con toda su realidad. » - Gabriel García Márquez

lunes, 15 de febrero de 2016

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«Donde tienes que ir es a ti mismo.» - Juan Ramón Jiménez

domingo, 14 de febrero de 2016

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«En una época, dijo, en la que existen los excitantes y los sedantes, es inconcebible tener penas de amor que duren más de seis horas. Estaba sonriendo, joven y bella, cuando siguió anunciando cínicamente las verdades del mundo y dijo: “En una época en la que existen las cirugías estéticas y los institutos de belleza, es insensato que vos prefieras una mujer a otra. En una época”, agregó, “en la que existen las píldoras anticonceptivas y la inseminación artificial, no es posible transmitir todavía nuestras taras, nuestras angustias y nuestra fealdad a hijos propios o ajenos”. - Un tipo que escribe su vida día tras día es algo bastante ridículo. Es imposible tomarse en serio. La memoria sirve para olvidar, como todo el mundo sabe, y un diario es una máquina de dejar huellas. Me gustan mucho los primeros años de mis diarios porque allí lucho con el vacío total: no pasa nada, nunca pasa nada en realidad, pero en ese tiempo me preocupaba, era muy ingenuo, estaba todo el tiempo buscando aventuras extraordinarias. Empecé a robar la experiencia a gente conocida, las historias que yo me imaginaba que vivían cuando estaban conmigo. Escribía muy bien en esa época, dicho sea de paso, mucho mejor que ahora, tenía una convicción absoluta, que es siempre la mejor garantía para construir un estilo.»  – Ricardo Piglia – Los diarios inéditos

sábado, 13 de febrero de 2016

Envidia sana

Un día dije que me parecía que no era envidiosa, pero a menudo me oís decir que envidio a aquel o a aquel otro... (¿Se podría cambiar el “envidio” por el “admiro”?).
                  
¿A quién o qué envidio yo?

Pues a todo aquel que escribe mejor que yo...

Y a todo aquel que ha escrito una novela...

Y a los escritores “de verdad”, es decir, los que han publicado en libro...

Y a los autores de “best-sellers”...

Y a todos los buenos escritores en general...


¡Qué lista! ¡Y todo ello creyendo de mí misma que en el fondo no soy envidiosa!

viernes, 12 de febrero de 2016

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... hay autores de los que me leería incluso la lista de la compra...

jueves, 11 de febrero de 2016

Flaubert, la obsesión y la documentación

Me he fijado, leyendo los extractos de su correspondencia, que Flaubert tenía por costumbre viajar a los lugares que eran escenario de lo que escribía. (Usaba un método ultraoculto, ultraminoritario y ultrasecreto que usamos los escritores que se denomina... observar).

Pero, me fijo que el hecho de viajar (algo que las mentes bienpensantes consideran algo agradable), no hizo que pasara más tiempo arriba y abajo que sentado en su escritorio (algo que, sentarse a escribir, que las personas bienpensantes creen que es soporífero; que es un plomo, vaya).

Flaubert se documentaba, tal y como lo diríamos ahora, (él me parece que jamás usó esta palabra), viajando y leyendo, mucho, pero la mayor parte del tiempo estaba en su escritorio, escribiendo.

* * *

Hay quien se sorprende que, pudendo escoger, no escogiese ser un hombre de mundo; que, pudiendo escoger, escogiera la escritura... (¿o fue la escritura quien lo escogió a él?)

Qué tipo más aburrido, diríamos ahora, que friki, que pudiendo viajar arriba y abajo se dedicara a escribir... debía ser un pobre diablo, diría alguien actual... Yo no lo pienso, esto, más bien le envidio. Y le envidio, más que por que escribió, que también, sino sobre todo porque tuvo el tiempo y la paciencia para desarrollar toda esta escritura; tubo el coraje de conservar su obsesión.



miércoles, 10 de febrero de 2016

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«Buscamos el absoluto
y solamente encontramos cosas.»

decía uno.

Yo intento alcanzar la escritura
y solamente me encuentro
mis carencias,
como escritora,

... y como persona.

martes, 9 de febrero de 2016

La vida interior y el desequilibrio

No sé si me he explicado bien. He tenido que descansar (o aflojar) del blog y de la conexión que representa, no de la vida mental.

Por razones relacionadas con mi enfermedad mental, hay veces en las que publicar según que textos me angustia y me desequilibra, se me hace pesado. Pero la vida mental precisamente (la lectura, sobre todo), es mi refugio ante estos desequilibrios.

El blog es vida mental, pero solamente es una pequeña parte de esta vida. Y, de alguna manera, el blog también es vida exterior, y yo soy una persona muy cerrada en mí misma que siempre ha desconfiado de la vida exterior.

De momento continuo, procuraré publicar un post al día hasta Semana Santa – lo procuraré solamente, luego ya lo veremos-, pero a pesar de mí misma, esto es todo. Y a veces hace falta desconectar de esto, de la presión exterior, no de la vida interior. Y esto se produce a causa del desequilibrio mental.

Es necesario descansar, no del blog o de la vida mental, de hecho, sino de la propia enfermedad mental.

Y esto teniendo en cuenta que escribir y publicar el blog me gusta, claro, a pesar de todas estas presiones mentales. Que además, como son presiones psíquicas y yo tengo una enfermedad mental, representa que no existen en el mundo real de los demás.


lunes, 8 de febrero de 2016

La vida interior y la escritura

Leo una entrevista a un escritor que dice que para él lo importante a la hora de escribir es la vida interior, la vida mental, más que las acciones. Esto me hace pensar en que se me ha dicho que al blog me miro demasiado el ombligo. Supongo que es esta la sensación que transmite el hablar sólo de la vida pensada: se transmite la sensación que se está demasiado centrada en una misma. No diré que esto no sea verdad. Pero también diré que no esto no es ningún mal. Por esta razón se escribe, al fin y al cabo, para liberar una vida mental que en el fondo no interesa a demasiado nadie más que la persona que la vive. Y digo vive, porqué la vida interior también se vive, también es vida, aunque no haga que se desprenda la adrenalina de escalar una montaña, por ejemplo. La vida mental es vida, y ojalá interesara más, pero, si no es así, no pasa nada, la vida interior es la que es, tenga más o menos lectores o haya más o menos personas interesadas en leerlo. A mí mi vida interior me interesa, me apasiona; con ello es suficiente.

* * *

Ahora he estado unos días sin publicar y me he sentido como si me faltara algo, aunque a veces va bien desconectar. Ayer acabé de leer las partes que tengo de la correspondencia de Flaubert y me sentí invadida por una inmensas ganas de escribir una novela...

sábado, 6 de febrero de 2016

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Libreta 1

He estado leyendo. Un poco de La sombra del viento (me lo han dejado en catalán, aunque yo sepa que el original es en castellano y yo crea que es preferible leer los textos en su lengua original, tampoco voy a ponerme puntillosa con un libro que no es más que un pasatiempo), y un poco de La escritura desatada, pero, sobre todo, he estado leyendo El Alpe d’Huez. ¡Lo he acabado!

El Alpe d’Huez es un libro en el que el autor se repite mucho. Una tiene la sensación que con menos palabras se habría logrado el mismo efecto, pero el autor se enrolla y se enrolla. Con ello no quiero decir que no me haya gustado, me ha gustado; pero no es bueno. No se trata de una novela de calidad literaria, aunque no sea un best-seller; en ella simplemente se narra una anécdota. E incluso logra ser mínimamente emocionante, aunque se prevea el final.

Y el autor hace muchas suposiciones, cosas que en realidad no puede saber, hace de narrador omnisciente cuando no es más que un simple personaje. Como cuando dice que el protagonista oye el canto de las cigarras; el personaje que narra no puede saberlo, esto. Me recuerda al El cuarteto de Alejandría: Justine, un libro de renombrada calidad literaria que empecé hace tiempo y que dejé en parte molesta por cosas así: que el narrador explicaba cosas que en realidad como personaje no podía saber, o que el lector no se explicaba como las sabía. (Puede que sí que fijarme en estos detalles sí que sea ser un poquito demasiado puntillosa).

Pero cuando a una le han explicado lo del narrador omnisciente, y le han enseñado a diferenciarlo del narrador en primera persona, del narrador testimonio o del narrador personaje, le vienen ganas de señalar con tinta roja los textos de autores que mezclan los dos tipos de narrador sin dar más explicaciones, como si su texto fuera un examen escolar en el que algo estuviera mal.

Y quizá no sea algo que está mal, quizá la realidad artística del texto exigía algo así.

No me gusto mucho a  mí misma cuando me pongo en un plan así de puntilloso.