Desde el año 2006, en qué salió el primer volumen, hasta ahora, verano del
2015, he conseguido leerme los tres volúmenes en catalán (y el primero también
en castellano), de la obra los Ensayos, de Montaigne.
(Una única lectura exhaustiva pero a veces quizá un poco ligera –ligera la
lectura, no el texto-, tampoco os penséis... – que es un poco espeso).
Debo decir que, de los tres libros, el mejor es el tercero y último, donde
el autor se olvida –un poco- de tanto citar a los clásicos, y se explica más a
sí mismo.
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Creí que sería una lectura que nunca la acabaría, pero al final no ha sido
tan difícil, y solamente ha sido cuestión de ponerse a ello.
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En estos libros, igual como pasa con la novela El nombre de la rosa,
donde si un lector consigue pasar las cien primeras páginas, puede acabar de
leer el libro, aquí, si uno consigue leerse los cinco primero ensayos del
primer libro, el resto, quizá no vaya a leerse solo, pero será una lectura
asequible.
A mí me cautivó cuando dice lo de que se debe temer la enfermedad, la
pobreza y la muerte, pero que la muerte puede ser el remedio para los otros dos
males. A partir de aquí le escuché con atención.
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Dicen que los Ensayos de Montaigne son una lectura poco atractiva
para las mujeres, y lo entiendo: la mentalidad de la época es retrógrada.
Tampoco creo que su misoginia sea especialmente opinión suya, sino que su
mundo era así.
Quizá es ni se percató, pero en un párrafo un poco espeso reconoce que una
mujer, si quiere, es capaz de cultivar el espíritu leyendo libros. (Espero
haberlo entendido bien).
Pero, en general, en todo lo que hace referencia a las mujeres, es hijo de
su época: ni las aprecia ni espera demasiado de ellas.
Eso no sería demasiado atractivo para alguien de ahora que se acercara con
las ideas imbuidas dentro del corsé de lo políticamente correcto.
-Y esto sería lo qué diferenciaría a la buena literatura, que no sería
políticamente correcta-.
Quizá las opiniones de Montaigne sobre las mujeres no sean demasiado justas
ni lucidas, pero eran verdad; no tenía razón, pero él creía esto, su tiempo
creía esto.
La buena literatura no es políticamente correcta, la buena literatura es
verdad.
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Montaigne quiere un lector/a dispuesto/a a gastar un buen rato de su tiempo
leyéndolo mucho rato seguido. Y está convencido de encontrar este lector.
Qué optimismo. Como han cambiado los tiempos. Como hemos cambiado los
lectores.
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Dice que para conocerlo bien envía a sus mejores amigos a la librería.
Esto, que suena a gran estupidez, lo entiende muy bien quien escribe; quien
tiene un blog, por ejemplo.
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A mí, lo qué me ha impresionado de verdad, es la descripción que hace del
mecanismo de la herencia genética sin ni tan solamente percatarse ni ser
consciente de ello, al final del segundo volumen.
En aquella época, en qué los médicos eran matasanos, en qué no se sabía
nada científico, él acierta plenamente solamente observándose a sí mismo y
diciendo la verdad sobre esto a todo aquel quien lo lee. Es impresionante.
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A mí lo qué más envidia me da es que se pueda leer tan bien todavía, y sin
hacer concesiones a la comercialidad, que diríamos ahora.
Me ha gustado, y me alegro de haberme puesto a ello finalmente, pero no os
lo aconsejo si no sois unos lectores muy entusiastas y voluntariosos; se trata
de una lectura un poco espesa...