miércoles, 31 de agosto de 2011

La cultura del click

Ayer oí por la radio (en el programa de Jordi Beltran No hi som per festes -En vacaciones no estamos-, ¡gran programa!), uno que decía que desde que tiene internet le cuesta mucho más concentrase en hacer una sola cosa a la vez y que, ante la gran cantidad de estímulos que le llegan de la red, su atención está mucho más dispersa...

De esto me parece que ya había hablado alguna vez. Estamos acostumbrados a hacer “click” cuando ya hace demasiado rato que estamos en una cosa, y a saltar directamente a otra, y después a otra... Sin que nos lleguemos a dar cuenta que hemos perdido el hilo del primer razonamiento saltamos al siguiente sin orden ni concierto y no paramos demasiada atención a ninguno de los saltos que damos.

Conozco una “pájara” que decía que no le gustaban las puestas de sol porqué no se podía hacer “click” para hacer que el movimiento del astro fuera más rápido...

Personalmente, me he observado y me he dado cuenta que la “cultura del click” que tengo cuando estoy en el ordenador se traslada a mis hábitos de lectura fuera del ordenador, y sólo puedo leer cada libro un ratito corto y necesito pasar a otra cosa... Es mi famosos picoteo que ya expliqué. ¡Y pensar que Pla podía pasarse cuatro horas seguidas concentrado leyendo el mismo libro!

Pues, conclusión: ¡firme propósito para la vuelta al cole! Me propongo ser capaz de concentrarme más rato en la misma cosa, entiéndase el mismo libro, propósito que es fundamental si se quiere leer con un poco de profundidad.

Ahora, la cosa es que ahora, a pellizcos, me dedico a ello un rato largo cada día. Quizá, si dejo los pellizcos y miro de hacer a la fuerza un esfuerzo más prolongado, acabaré rechazando la actividad de leer... ¿Es preferible hacer poco pero ir haciendo o querer hacer mucho y acabar no haciendo nada? Además, es que esto del picoteo se adapta mucho a mi manera de ser y a como trabaja mi cabeza... sin que yo me considere una persona dispersa. Al fin y al cabo siempre digo que debemos aceptarnos a nosotros mismos tal y como somos, también en nuestras partes negativas. ¿Vale la pena intentar modificar mis hábitos, o he de saber aprovechar con alegría las ventajas de los que ya tengo?

Por qué... ¿cuál es el objetivo? ¿Ser una buena escritora, verdad?

Pensaré en ello...


Épica

Subgénero dentro de la poesía que comprende aquellos poemas que cuentan historias, y entre ellos en especial los de extensión considerable. Los poemas épicos, también conocidos simplemente como épicas, tienen como tema sucesos históricos o mitológicos importantes en la fundación o el devenir de un pueblo, y suelen conmemorar los hechos de una figura legendaria, presentando, a través de ellos, modelos ideales de comportamiento.

Las historias que inspiran algunas de las grandes épicas de la Humanidad han sido transmitidas oralmente durante siglos, antes de ser escritas y asociadas al nombre de un autor. Por eso utilizan recursos y fórmulas que apuntan a cautivar la atención del público y a facilitar la memorización de los versos y la identificación de los personajes. Emplean un lenguaje simple y directo, de descripciones vívidas e impactantes metáforas, y entre los eventos que narran se destacan las batallas, los viajes y los encuentros con seres sobrenaturales.”

Las obras épicas

Se considera a la épica mesopotámica de Gilgamesh como la más antigua entre las que se han podido conocer. En Occidente, este tipo de poesía se inaugura con la Iliada y la Odisea de Homero (s IX-VIII a.C) y continúa con Hesíodo, cuyas obras son más exactamente poemas didácticos. En Grecia, las épicas eran recitadas y frecuentemente modificadas por los rapsodas, y servían como modelos para el estudio de la dicción y la gramática.

La Eneida, del latino Virgilio, es considerada una épica secundaria, por no ser el fruto directo de una tradición heroica sino una adaptación compuesta por el autor, con fines específicamente artísticos. En la Edad Media se escribieron famosas épicas primarias, como el Cantar del mío Cid en España, el Cantar de Roldán en Francia, Los Nibelungos en Alemania y Beowulf en Inglaterra. El Renacimiento produjo épicas secundarias de gran calidad como El Paraíso perdido, de John Milton, y Orlando furioso, de Ariosto.

Las escasas composiciones épicas posteriores a este periodo se han apartado de las convenciones y los propósitos originales de la poesía épica.”

Sueño

El otro día soñé que Álvaro guardaba su móvil en mi armario... ¿Vosotros creéis que se trata de un sueño erótico?

martes, 30 de agosto de 2011

Tristeza

Estoy triste por esto que les está pasando a las radios. Me parece una vergüenza que los clubs de fútbol exijan cantidades millonarias a las radios para hacer su trabajo, cuando es evidente que la radio no quita espectadores a la tele ni disminuye la gente que va a los estadios. Me extraña que exijan unas cantidades que la misma actividad radiofónica no genera, me parece una decisión económicamente absurda, y demuestra que los dirigentes deportivos de este país son unos muy malos gestores, unos peseteros prestos solamente a sacar tajada... Y demuestra también que su mala gestión les hace estar desesperados. Espero que se solucione.





lunes, 29 de agosto de 2011

Ironizando la caridad

"_ Si tuvieras tres mil casas, ¿me darías una?
_ ¡Claro que sí!
_ ¿Y si tuvieras dos camisas, me darías una?
_ No. (¡Las dos camisas las tengo de verdad!)"

(Gomaespuma)

* * *

Con los años que hace que la clase media del primer mundo da para el tercer mundo... ¿no creéis que ya deberían empezar a verse resultados? ¿O el resultado es precisamente que no levanten cabeza?

domingo, 28 de agosto de 2011

Algo más

Su lucha contra el materialismo, la pobreza espiritual, la mercantilización de todo, el egoísmo miserable (opuesto al propio) continua siendo tan necesaria como siempre.”

“...cuando parece que se quiere reducir el hombre a consumidor, votante y espectador de fútbol, criatura que tiene como única responsabilidad trabajar y como única libertad comprar...”

Hoy que más que nunca se confunde la sabiduría con el conocimiento y el conocimiento con la información, es necesaria la profundidad.”

Joan Solé
Romàntics anglesos. Poesia, veritat i vida. (Románticos ingleses. Poesía, verdad y vida.)

viernes, 26 de agosto de 2011

La espiritualidad de los objetos

El otro día escuchaba una entrevista por la radio en la que el entrevistado dijo algo muy acertado en que ya había pensado así por encima algunas veces. Dijo que los usuarios de internet a veces acumulamos archivos e información en nuestros ordenadores como quien tiene el síndrome de diógenes. (El síndrome de diógenes es aquella enfermedad que sufren los que hurgan en los cubos de la basura buscando objetos.) Los que tiene el síndrome de diógenes no pueden evitar acumular objetos, aunque sean objetos que no tengan ningún tipo de valor para nadie más, y son incapaces de tirar nunca nada. El síndrome de diógenes tiene su refinamiento en el coleccionismo, supongo, en que ya no se acumulan objetos al azar sino aquellos objetos relacionados con la colección que se hace y que interesan particularmente. No hace falta ser muy listo para deducir que los que acumulamos libros compulsivamente sufrimos una versión cultural del síndrome de diógenes, o de esta necesidad de acumular cosas que para los demás no tienen  ningún tipo de valor.

Pero yo hablaba de los materiales que acumulamos en nuestros ordenadores: películas, música, fotografías... y que podemos encontrar fácilmente hurgando en este cubo inacabable que es internet. Si tienes un pisito pequeño en que no caben demasiadas cosas, puedes llenar discos duros y pen-drives de objetos virtuales y saciar así tu necesidad de acumulación. Paradójico es el caso del adolescente que tiene en su ipod 5000 canciones de Caetano Veloso y que luego sólo escucha realmente a Shakira... De las cosas que nos bajamos de internet, ¿cuántas las usamos realmente y cuantas las tenemos sólo por nuestro afán de acumular? (Esta pregunta también se podría aplicar a los objetos del mundo real que acumulamos a nuestro alrededor.) Las cosas que acumulamos pero no necesitamos realmente, por el hecho de estar y “pesar” en nuestra vidas, ¿representan un lastre? ¿Llenan nuestro “horro vacui” pero nos impiden ver lo esencial? ¿O simplemente los objetos que nos envuelven y que son “nuestros”, aunque no les necesitemos, nos acompañan en nuestro camino por este mundo lleno de soledades humanas? En nuestro mundo de producción en serie donde la vida de los objetos está regida por el obsoletismo se ha perdido la relación espiritual con cada objeto único y personal que determinaría del carácter distintivo de nuestra individualidad. Solamente las personas con muchos recursos y que tengan muy  buen gusto se pueden permitir acumular objetos realmente valiosos, únicos o de gran belleza estética, hechos para durar. Al resto se nos permite el plástico y la tecnología.

El ser humano es el gran acaparador, y a mí me ha costado mucho aprender a no ser compulsiva en mis búsquedas por la red, aprender a no acumular datos por acumularlos, y luego no tener jamás tiempo para leérmelos bien. (También con los libros, aprender a no comprar libros al tun tun.) Pero saber que al final casi todo lo que tengo acumulado está relacionado con la consecución de mi objetivo en la vida me da una especie de orden interior. Ya que no puedo evitar sucumbir a mi necesidad de tener cosas, miro de  acumular siguiendo una lógica, lógica que procuro no esté dictada por los medios de comunicación ni por la necesidad de hacer grandes gastos. Dicen que no se debe tener, se ha de ser. Por eso procuro que el valor de las cosas que tengo no se acabe en el placer de poseerlas, en satisfacer el afán de acumulación, sino poseer cosas que también me ayuden a ser, que satisfagan mi espíritu y no sólo mi instinto. De aquí a hacerse coleccionista de libros, hay un pequeño paso...

martes, 23 de agosto de 2011

Explicación

Hay diversas razones para no escribir un post, incluso para estar unos días sin publicar. Una de estas razones también puede ser que no se te ocurra nada... Nada de nada.

domingo, 21 de agosto de 2011

La mística de las libretas

¿Sabéis por qué me gustan las libretas Miguel Rius? Porqué les puedes arrancar una página y la libreta no se desmonta...




lunes, 15 de agosto de 2011

Espada y escudo

Los libros Otra vuelta de tuerca y En el castillo de Argol tienen en común que se consideran libros de miedo. El libro del desasosiego no se considera de miedo, pero alguien lo definió como un libro de “terror existencial”. El libro El ayudante, de Robert Walser, no se puede considerar de miedo de ninguna forma, pero genera una angustia difusa que tiene mucho a que ver con lo que provoca la angustia en los libros anteriores.

¿Qué tiene en común estos libros?

Pues la absoluta y apabullante soledad del o de la protagonista. No es solamente que la persona que nos narra la acción no tenga familia, amigos o nadie con quien hablar... es que está situado o situada en una especie de cáscara de aislamiento que le impide comunicarse con los demás... nadie le ama de verdad ni la persona que narra tiene a nadie por quien preocuparse íntimamente y ser correspondido. Eso es lo que de a miedo realmente y lo que es angustiante de estos libros.

Las alienaciones de la modernidad nos encaran, en nuestra sociedad, a la soledad, y puedes estar casado y tener hijos y sentirte muy solo o sola. En nuestro mundo se nota mucho la soledad porqué se trata de un mundo compulsivamente emisor, en que todo el mundo lucha por explicar su batallita, pero poca gente se para a escuchar las batallitas de los demás. Ya os lo dije una vez: probad de escuchar a las personas de vuestro alrededor y veréis que eso hace maravillas. Incluso está demostrada la curación de los males mediante la posibilidad de ser escuchado: se llama psicoanálisis, y debe pagarse como un lujo más en nuestro mundo alienado.

Precisamente porqué las personas de nuestro mundo sólo piensan en emitir, y no en escuchar, hay poca gente que lea. Leer un libro es escuchar lo que nos quiere decir. Tenemos dificultades en escuchar qué nos quieren decir los antiguos, y en cambio todos pensamos en escribir un best-seller, es decir, en ser emisores al máximo nivel posible, incluso llegamos a pensar que lo podemos conseguir sin haber escuchado nada: sin haber escuchado a la gente, sin haber leído ningún otro libro...

Pero hay una diferencia entre los best-sellers y los libros de la lista que he hecho antes (aparte de la nefasta calidad literaria de la mayoría de best-sellers): así como los libros de los que he hablado nos presentan la absoluta soledad y el culo de saco en que vive su personaje, los best-sellers acostumbran a tener en común que nos presentan unas relaciones humanas idealizadas, en que los protagonistas jamás están solos, o pueden estarlo durante un rato pero luego se soluciona. O incluso pueden acabar aceptado su soledad y no vivirlo ya como un mal, porqué se dan cuenta que alguien les ha querido. Parece que dar este mensaje positivo que los seres humanos en el fondo no estamos solos porqué siempre hay alguien más (que a veces puede no ser explicito), hace que un libro, por malo que sea, conecte con el público.

Pero, ¿dónde quiero ir a parar con todo esto? Pues simplemente en aconsejar a quien se sienta en el estado en que se sienten los protagonista de los libros que citaba principio (en esta angustia de no tener a nadie), que se ponga a leer. Nunca se está solo con un buen libro al lado. Y me diréis: pudiendo tener calor humano, ¿quién piensa en leer? ¡Yo quiero calor humano, no lecturas! Todo llegará, pero mientras esto no llega ¡tenéis que entreteneros! Cuando una persona ha tenido un accidente, mientras está en la ambulancia le hacen las primeras curas, ¿no? No se esperan a llegar al hospital porqué entonces quizá ya no estará... Pues eso es lo mismo: leer como una “cura de emergencia”, como unas primeras curas contra la soledad mientras se llega al hospital, es decir, mientras se espera a conocer a alguien que te cure de verdad, aunque en el fondo sepas que es muy difícil que eso pase. ¿Por qué os pensáis que bebe o se droga la gente? Pues por eso mismo, porqué no pueden soportar la soledad, no pueden soportar no tener a nadie que se preocupe verdaderamente por ellos. Pues antes de caer en según qué adiciones, es mejor caer en la adición a los libros, ¿no?

Leer no os solucionará la vida, pero os puede hacer volar... ( y os puede hacer pasar mejor la angustia de la soledad...). Pero siempre teniendo en cuenta que hemos venido a este mundo a aprender a amar a los demás (que no es lo mismo que a permitir que los demás se aprovechen de nosotros), no a leer por leer, y que leer es válido cuando nos ayuda a eso, a entender mejor a los demás. Leer puede ser un refugio y un camino de aprendizaje, pero no puede substituir el contacto humano.



domingo, 14 de agosto de 2011

Voz futbolera

Si habéis ido siguiendo mi sección Voz futbolera, seguramente os habéis llevado la impresión que sigo más a los periodistas deportivos hablando de fútbol que no los partidos de fútbol en sí. Es una impresión acertada.

A mí los partidos de fútbol no me interesan nada de nada. La primera y última vez que me senté a mirar un partido del barça por la tele, el barça perdió; era la final de Atenas y pensé que le fútbol por la tele era un rollo. Entonces estuve unas temporadas que no lo seguí y hacia la primera temporada de RijKaart empecé a escuchar a Puyal, sin ver los partidos por la tele. Más que nada, yo siempre he escuchado mucho la radio y me interesaba la radiación que hacia Puyal, no el partido en sí. (Las radiaciones de los partidos de futbol son de lo mejorcito que echan por la radio, porqué son en directo y se destinan muchos más medios que a los programas de cultura. Son el espectáculo radiofónico por excelencia. -Y no solamente las de Puyal, sino las de todas la emsisoras.-) O sea que el fútbol ni me va ni me viene, pero me gusta que gane el barça. Ahora, ya digo desde ahora que también tengo simpatía por el español, y en general, por todos los equipos pequeños. Y me gustaría que fuera posible que ganara la liga un equipo pequeño...

Pero lo que me gusta realmente de la radio son las tertulias deportivas. Oír hablar de fútbol. Lo que me gusta es observar la bestia primitiva en que nos convertimos todos cuando hablamos de fútbol. Oyendo como hablan de esta peste de periodistas deportivos en las tertulias radiofónicas te haces una idea de como es la “naturaleza humana”... el ventajismo, la manipulación, la demagogia... la capacidad de predecir el pasado... el fanatismo, la visceralidad, la prepotencia... incluso la capacidad de abstracción para explicar un partido de fútbol como si fuera una partida de ajedrez... como el fútbol sirve para descargar frustraciones personales...

O sea que lo que me gusta no es el fútbol en sí, sino observar el fenómeno social que  envuelve el fútbol. El fútbol hace salir la parte primitiva que todos llevamos dentro, y me gusta observar esta parte primitiva. Para mí el espectáculo no es el partido en sí, sino las conversaciones sobre el partido, las reacciones de los que han visto la jugada y las indignaciones viscerales y pasiones exacerbadas que eso genera. (Y teniendo en cuenta que los programas que yo escucho no son tan vulgares como lo sería una conversación de bar.) La gracia que hace cuando, incluso ellos que miran los partidos, no ven lo mismo en la misma jugada... Observar esta bestia primitiva que canaliza el fútbol, en definitiva.

jueves, 11 de agosto de 2011

Dos ocurrencias

Vecina cotilla: ¿qué sois muy creyentes en tu casa, hija? Ayer por la noche oí música de misa...

Clarissa: era Bach, señora...

Vecina cotilla: ¿qué quiere decir Bach? ¿Quieres decir un pariente del presentador televisivo Josep Maria Bachs? No sabía que tuviera un pariente cura...

* * *

Estoy esperando con impaciencia que venga Cesc y toda esta peste de periodistas deportivos tenga un orgasmo colectivo en directo y por antena... Será algo digno de verse.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Clásicos accesibles

¿Qué quiero decir con eso que Hemingway y Scott Fitzgerald son “accesibles”? Pues simplemente que si alguien que no está acostumbrado a leer demasiado intenta ponerse con una obra suya, tiene más posibilidades que le guste que con otros autores también considerados clásicos, pero que quizá son más espesos para alguien que no estés acostumbrado a leer habitualmente. ¿Quiere decir que estos autores son menores? No, porqué también tienen un nivel de lectura que puede gustar a alguien que lea habitualmente y busque algo más en la lectura, aparte del nivel más accesible (de seguir la trama) que puede atraer a un lector no tan preparado.

Esta capacidad de funcionar a diversos niveles de lectura se ve muy bien en Kafka, por ejemplo, donde hay lectores que se quedan en la simple trama del protagonista rechazado y sus visicitudes y en cambio otros consiguen bucear hasta la terrible metáfora de la experiencia humana que representa.

El Viejo y el mar es un libro que puede parecer incluso sencillo, en que todo se reduce a una simple trama graciosa, y eso puede atraer a un tipo de lectores que lo entienden enseguida, pero en cambio puede ser leído como un texto mítico e incluso místico... O El gran Gatsby, que tiene un tercer nivel de lectura muy refinado sobre como nos vemos los unos a los otros y en cambio hay quien se queda en el incidente del crimen, o, ya a un nivel más elevado, con la idealización de la derrota que representa.

También hay otra manera de leer estos libros, que es como escritor, siendo consciente de los recursos estilísticos que usan sus autores, de la estructura y de las metáforas que usan, de la limpidez de sus frases, y que permite admirarlos realmente.

Ahora, estoy segura que si estos dos escritores son usados como ejemplo en el libro de qué hablaba en el post anterior es porqué de alguna forma representan aquello que parece que todo buen escritor actual debería ser capaz de hacer de una manera sencilla... Aunque en realidad no sea así, y escribir con la sencillez que lo hacen estos autores sea muy difícil.

Además, también son de las “últimas incorporaciones “ a la lista de clásicos y eso los hace más cercanos y fáciles de leer para un lector de hoy en día (quiero decir que en comparación con los clásicos medievales o decimonónicos puede parecer que son otro tipo de clásicos, unos clásicos que se entienden, y como que se entienden hay a quien le puede parecer que no son tan clásicos como los libros ferragosos y difíciles que no se entienden sino es como mucho más esfuerzo...). Los entendemos mejor porqué son de una época más actual y el mundo de qué hablan nos es más cercano.

O sea que lo que quería decir con eso que son “accesibles” es que los libros de estos autores (o algunos de los libros de estos autores) son de buen leer para un lector actual que no esté acostumbrado a leer demasiado, pero que también gustarán a lectores más exigentes.




Adiós a la calidad (o no)

El profesor Jordi Llovet, en su libro Adéu a la universitat (Adiós a la universidad), critica los blogs diciendo que entre la literatura bloguera no hay ningún clásico como los clásicos del siglo XX, por ejemplo. Él cita a Hemingway y a Scott Fitzgerald, como ejemplo de literatura de calidad (pero "accesible") al nivel de la que no conseguirían llegar hoy en día los blogs. (Y sólo le preguntaría cuantos de los libros que se publican en nuestro tiempo, que publican profesionales de la literatura, llegan a este nivel.)

Yo creo que esta no es la manera buena de mirárselo. Cuando Hemingway y Scott Fitzgerald escribían, quizá se sabía que eran buenos, pero no se sabía que serían clásicos del siglo XX. Y estoy segura que en su tiempo había autores de tanto o más prestigio literario que ellos de los que ahora ni se habla. También había muchos autores malos de los que no se hablaba entonces y no se habla ahora. (Escritores malos los ha habido en todas las épocas.) Pues actualmente es lo mismo: los autores buenos de ahora, ya sea en blog o en libros publicados, no se sabrán hasta de aquí a 50 años. Entonces se sabrá qué ha perdurado. Por tanto decir que la literatura bloguera no tiene nivel basándonos en que no se ha producido ningún clásico por este método es una tontería, porqué la cosa no hace el tiempo suficiente que está en marcha y no es posible ningún tipo de perspectiva histórica. Si de aquí 50 años resulta que no perdura nada de nada, absolutamente nada, -per perdurar quiero decir que se pueda leer y que tenga sentido, que diga cosas-, pues si no perdura nada de lo que escribimos los que escribimos blogs ahora, entonces le daré la razón al señor Llovet en eso que no hay nivel. Claro que de aquí  a 50 años todos calvos...

Yo veo mucha calidad, en los blogs. Como mínimo textos que me interesan. Claro que la calidad está más en el género de no-ficción diarístico, de personas que explican sinceramente sus vivencias con toda la fuerza de su momento histórico e intereses actuales, que no  en grandes obras de ficción o ensayos muy pensados, pero todo llegará... Pero para eso todavía tenemos los libros.


lunes, 8 de agosto de 2011

La hora del chocolate

Resulta que nos gusta mucho el chocolate, no podemos aguantarnos, y de vez en cuando nos pegamos un atracón (una tableta entera) y luego nos sentimos culpables...

Solución: crear en nuestra vida “la hora del chocolate”, aquel momento especial del día en que, solos o en compañía, lo paremos todo un momento para disfrutar de diez gramos de chocolate – no hacen falta más-; haciéndolo cada día a la misma hora, un momento especial que nos hagamos reservado, evitaremos caer en tentaciones “mayores” y sentirnos culpables indiscriminadamente. Y disfrutaremos auténticamente del chocolate.

Aunque yo nunca me he sentido culpable por comerme una tableta entera, y sentirse culpable por comer chocolate me parece una tontería.

domingo, 7 de agosto de 2011

Levantar el avispero

Una vez, alguien que moderaba un grupo de correo internacional me dijo que, por Internet, si no querían tenerse polémicas, sobretodo entre gente de países diferentes, había tres temas que debían evitarse: el fútbol, la política y la religión.”

Eso lo escribí yo el 24 de enero de 2009. Presumtuosamente me atrevía a decir que de política y de religión no me interesaba hablar, pero que de fútbol continuaría hablando porqué me parecía un tema inofensivo.

El otro día oí eso por la radio:

“En el mundo del fútbol veo unos odios que no veo en otros ámbitos aparentemente más importantes; unos odios que no veo ni en la política, ni en la finazas, por ejemplo.”

(tertuliano radiofónico)

Ostras... ¿y si la persona que me dijo eso de estos tres temas “prohibidos” (fútbol incluído) tenía razón?



sábado, 6 de agosto de 2011

Vacaciones forzosas

Bueno, tantos días sin poder publicar el blog... Me sabe mal, tenía un problema técnico, no es que estuviera de vacaciones ni nada por el estilo. Aunque sé que muchos de vosotros sí que lo estáis, de vacaciones...

Estos días ha sido como si alguien con quien hubiera estado hablando cada día me hubiera abandonado. Ya me ha pasado diversas veces en mi vida, esto, al final he aprendido a trampearlo, pero creía que el blog precisamente jamás me abandonaría. (Y el caso es que he sufrido más al sentirme “abandonada” por el blog, que por algunas personas de carne y hueso... No sé si esto dice mucho a mí favor... Aunque es algo que siempre sabe mal...) Y es que me doy cuenta que el blog, más que ser una parte de mi obra literaria, es importante para mi como tener a alguien con quien charlar... o incluso más importante que eso... (O sea que si alguna vez digo alguna tontería, es porqué para mí esto es como un conversación informal con una persona amiga, no nada solemne o importante o que pueda llevarme a asumir responsabilidades.) Incluso soy consciente que en el blog he dicho cosas que quizá no diría a demasiada gente de mí alrededor...

Cuando no existía esto de los blogs podría decir perfectamente que escribía para mí misma, que no era necesario que nadie se lo leyera (aunque había intentado que alguien se lo leyera, algunas veces). Pero una vez he probado esto del blog, esto de la publicación instantánea... Sería decir una mentira decir que podría volver a cuando esto no existía y nadie podía leer mis escritos... Publicar instantáneamente me ha enganchado muchísimo, si tuviera de renunciar a ello sufriría, he sufrido estos días...

Bueno, pues nada, ¡“al ataque” otra vez!