Lo qué os explicaba ayer me hizo reflexionar mucho, me hace reflexionar
mucho, todavía. Me hace reflexionar sobre la naturaleza de lo qué llamamos
ficción, y, más concretamente, de la ficción que pretende ser novelesca... como
se genera, qué verdades tiene en cuenta.
Ahora, quizá todo se reducía a que ninguno de nosotros era Shakespeare. Si
tenemos en cuenta que sus obras de teatro se pueden leer como novelas – opinión
personal mía: “hay mucho diálogo”, que diría alguien... (No lo digo para
presumir. Si he leído o no he leído las obras de Shakespeare (sería en catalán) no os lo debería
decir yo, ¡debería traslucirse en la escritura!)
¿Cómo se lo debía hacer, Shakespeare, para escribir lo qué escribió? ¿Cómo
se lo hizo para inventar tantos “yo” figurados sin que lo adivinemos (o lo
atrapemos) bajo ninguna de tantas máscaras? ¿Quién era Shakespeare como ser
humano individual?
La mayoría de los que intentamos escribir siempre decimos “yo”, “yo”...
solamente podemos –y sabemos- decir “yo”, “yo”... ¿Cómo se lo hizo Shakespeare
para trascender su yo?
Por esto Shakespeare es Shakespeare, y nosotros somos nosotros, claro...
Pero... es un tema lleno de matices, inagotable...
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