Quizá os preguntaréis dónde está el origen de mi aversión al hipertexto.
Fue cuando todavía era miembro de aquel grupo de lectura de Jane Austen. Fui a
parar a una edición digital de su obra más importante, Orgullo y prejuicio,
no en texto, sino en hipertexto. ¡Quedé horrorizada! Todo lleno de enlaces, que
si no clicabas parecía que te perdías algo, y si los clicabas ibas a para a
información complementaria, muy interesante, pero que no había escrito Jane
Austen, precisamente... Aquello era ilegible; o más que ilegible, inseguible.
Pensé que si aquel era el futuro de la lectura estábamos arreglados... ¡Mi Orgullo
y prejuicio chapuceado de aquella forma! En fin. Me parece que me voy a
cazar un dinosaurio...
viernes, 14 de agosto de 2015
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