domingo, 23 de agosto de 2015

Espesor a fondo

Desde el año 2006, en qué salió el primer volumen, hasta ahora, verano del 2015, he conseguido leerme los tres volúmenes en catalán (y el primero también en castellano), de la obra los Ensayos, de Montaigne.

(Una única lectura exhaustiva pero a veces quizá un poco ligera –ligera la lectura, no el texto-, tampoco os penséis... – que es un poco espeso).

Debo decir que, de los tres libros, el mejor es el tercero y último, donde el autor se olvida –un poco- de tanto citar a los clásicos, y se explica más a sí mismo.

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Creí que sería una lectura que nunca la acabaría, pero al final no ha sido tan difícil, y solamente ha sido cuestión de ponerse a ello.

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En estos libros, igual como pasa con la novela El nombre de la rosa, donde si un lector consigue pasar las cien primeras páginas, puede acabar de leer el libro, aquí, si uno consigue leerse los cinco primero ensayos del primer libro, el resto, quizá no vaya a leerse solo, pero será una lectura asequible.

A mí me cautivó cuando dice lo de que se debe temer la enfermedad, la pobreza y la muerte, pero que la muerte puede ser el remedio para los otros dos males. A partir de aquí le escuché con atención.

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Dicen que los Ensayos de Montaigne son una lectura poco atractiva para las mujeres, y lo entiendo: la mentalidad de la época es retrógrada.

Tampoco creo que su misoginia sea especialmente opinión suya, sino que su mundo era así.

Quizá es ni se percató, pero en un párrafo un poco espeso reconoce que una mujer, si quiere, es capaz de cultivar el espíritu leyendo libros. (Espero haberlo entendido bien).

Pero, en general, en todo lo que hace referencia a las mujeres, es hijo de su época: ni las aprecia ni espera demasiado de ellas.

Eso no sería demasiado atractivo para alguien de ahora que se acercara con las ideas imbuidas dentro del corsé de lo políticamente correcto.

-Y esto sería lo qué diferenciaría a la buena literatura, que no sería políticamente correcta-.

Quizá las opiniones de Montaigne sobre las mujeres no sean demasiado justas ni lucidas, pero eran verdad; no tenía razón, pero él creía esto, su tiempo creía esto.

La buena literatura no es políticamente correcta, la buena literatura es verdad.

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Montaigne quiere un lector/a dispuesto/a a gastar un buen rato de su tiempo leyéndolo mucho rato seguido. Y está convencido de encontrar este lector.

Qué optimismo. Como han cambiado los tiempos. Como hemos cambiado los lectores.

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Dice que para conocerlo bien envía a sus mejores amigos a la librería. Esto, que suena a gran estupidez, lo entiende muy bien quien escribe; quien tiene un blog, por ejemplo.

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A mí, lo qué me ha impresionado de verdad, es la descripción que hace del mecanismo de la herencia genética sin ni tan solamente percatarse ni ser consciente de ello, al final del segundo volumen.

En aquella época, en qué los médicos eran matasanos, en qué no se sabía nada científico, él acierta plenamente solamente observándose a sí mismo y diciendo la verdad sobre esto a todo aquel quien lo lee. Es impresionante.

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A mí lo qué más envidia me da es que se pueda leer tan bien todavía, y sin hacer concesiones a la comercialidad, que diríamos ahora.

Me ha gustado, y me alegro de haberme puesto a ello finalmente, pero no os lo aconsejo si no sois unos lectores muy entusiastas y voluntariosos; se trata de una lectura un poco espesa...


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