(en el que sigue la discusión sobre Roma, Nápoles y Florencia, de
Stendhal)
De este viaje de Stendhal por Italia también me llama la atención la música
que nos explica que escucha, los cuadros, las estatuas y los frescos que va a
ver expresamente, y lo que nos explica de las iglesias, de las que dice que son
un buen refugio para escribir porque no hay insectos, en ellas no hace calor, y
están más limpias que otros lugares.
(Por ello me recuerda un poco al protagonista de El sexto sentido,
que también se refugiaba en iglesias, pero por motivos diferentes).
La música que pudo escuchar en directo Stendhal en los teatros de ópera
italianos de la época debía ser una cosa extraordinaria, aunque él era un
oyente muy exigente; un poco tiquismiquis, si queréis.
Y pudo ir a ver cuadros y estatuas y frescos sin aglomeraciones turísticas;
aunque de viajeros siempre haya habido, el turismo todavía no se había
inventado.
También se nota que había leído mucho para preparar este viaje, y no guías
turísticas, precisamente; había leído muchos libros sobre arte y sobre la
historia de Italia. A veces nos parece un viaje más escrito y leído que
vivido... Para él Italia era un estado de ánimo que llevaba muy adentro, y esta
idea tan excelsa de Italia a veces no la comparte ni con los mismos italianos,
que están allí en su día a día indiferentes a su mirada y a la grandeza que se
les atribuye... mientras él está en su mundo interior. Cosa que, claro, será lo
que le permitirá finalmente poder escribir un libro como este, y como los otros
que escribirá más adelante.
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