domingo, 31 de enero de 2016

Obra selecta (2)

Quizá os habréis fijado que he acabado los dos posts anteriores hablando de Flaubert... ¡Estoy releyendo su correspondencia! (Extractos de su copiosísima correspondencia traducidos al castellano en dos libros cortitos diferentes entre sí que no tiene nada que ver editorialmente el uno con el otro, para ser más exactos).

Gustave Flaubert (francés del SXIX), el famoso autor de Madame Bobary, archiconocida novela que narra los adulterios de una mujer de provincias, de la cual una vez una persona me dijo “todas las mujeres deberían haberla leído”... (¿sólo las mujeres, me pregunto yo, malévolamente?). Hay mucho machista suelto...

Flaubert también es el autor de una novela mucho menos conocida que se titula La educación sentimental, que yo definiría como más crepuscular, más nostálgica y más llena de sueños que la otra.

A mí –las leí hace mucho tiempo- ambas novelas me gustaron mucho, y las leí intrigada por el “qué pasará”, que no me decepcionó, por cierto; no las leí por razones metafísicas.

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Flaubert tiene otra novelas (escribió hasta cinco), pero las otras tres yo no las he leído, y siempre me han parecido pasto para los profesores de literatura, algo que yo no soy, yo soy una simple lectora. Siempre me ha hecho la impresión que eran novelas muy difíciles. Madame Bobary y La educación sentimental pueden ser leídas por alguien de la sociedad de masas actual a quien le guste leer bien... pero las otras... yo siempre las he temido.

(El mismo temor que me producía el Quijote antes de intentar leerlo y tenerlo que dejar. ¡Quiero creer que voy a reemprenderlo algún día!)

A no ser que pase algo que disipe el temor que me producen estas novelas de Flaubert, de momento no las leeré. Siempre me han parecido unos argumentos extrañísimos y unos títulos poco atractivos... Pienso que para sentirse atraído por ellos se tiene que ser de un frikismo literario hiperbólico, que queréis que os diga.  Aunque soy consciente que si son de Flaubert deben ser muy muy buenas, no tiran de mí, de momento.

Flaubert también escribió tres cuentos, de los cuales recuerdo haber leído Un corazón sencillo (Un cor senzill, en catalán), ya hace tiempo; es muy conmovedor.

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Y, finalmente, su correspondencia, que algunos han definido como “su mejor obra”. Es genial para ser leída por cualquier persona solitaria que quiera escribir. Y si es una persona solitaria que no quiere escribir, también. Y para alguien que no sea solitario... también la puede leer, claro, pero seguro que Flaubert no le caerá tan bien. No sé como puede reaccionar una persona sociable y extravertida ante tanta misantropía... Porque yo soy introvertida y tiro más hacia la misantropía, y es por ello que estas cartas me encantan. ¡Cómo le comprendo!

Aparte de esto, la belleza literaria de las cartas puede ser apreciada se sea solitario o sociable, se sea introvertido o extravertido, evidentemente.

Me encanta como Flaubert dice pestes de los burgueses y de la sociedad de masas en general. Suelta coces (verbales) como una muja vieja, pero siempre con buen gusto y una gran ironía, que por ello Flaubert es Flaubert.

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Pero, como persona que quiere aprender a escribir, lo que más me atrae de esta correspondencia es la calidad de las metáforas que usa. No en vano él mismo dijo una vez que recogía sus metáforas como flores, y que las cuidaba mucho.

Su obra (toda) ha de ser un esplendoroso jardín de metáforas exquisitas...

Y es que cuando leí las dos novelas suyas que he leído ni me fijé en las sólidas arquitecturas narrativas que se ve que tienen ni en las metáforas exquisitas ni en nada, solo estuve pendiente de los personajes y de la intriga. Subrayé algunas frases, ya se veía que aquello tenía calidad... ¡pero, hace tantos años!

Ahora, en este momento, lo que me gusta es su dominio de la metáfora. (Y es curioso que estos libros de extractos de la correspondencia ya los había leído, y tampoco me había fijado, en las metáforas, o, y si me había fijado, no me habían impresionado tanto.)

¡Qué dominio! Entiendo que este autor sea tan apreciado.

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Es que habría para apuntárselas una por una (las metáforas que usa), y hacer con ellas una lista para tenerla a mano para usarlas cuando hiciera falta, intercalándolas –las metáforas- en la propia escritura para mejorarla, quiero decir, como los sucesores de los grandes maestros del jazz componen nuevos temas basándose en las armonías de los estándares más clásicos y mejor compuestos por sus predecesores, creando así temas nuevos y atractivos.

Estaría bien aprender a  hacer esto con las metáforas de Flaubert. ¡Me entusiasma este hombre!



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