Estas fiestas he aprovechado para releer el libro Escribir es vivir,
de José Luis Sampedro, el autor entre otras de la novela La vieja sirena,
que intenté leer y no tiró de mí.
Siempre me han gustado los libros-testimonio de escritores, aunque sean
libros comerciales, y aunque el testimonio sea el de un escritor que no he
leído ni quizás piense leerlo. Todos los testimonios de escritores me interesan.
En este caso, aunque no haya leído sus novelas, me gusta mucho todo lo qué
dice.
* * *
Además de escritor, Sampedro había sido economista y profesor de economía,
y sus opiniones en este terreno son contundentes, pero típicas. Viene a decir
lo que dice todo el mundo que no ha pasada estrecheces económicas: que el
dinero no es importante, que poder permitirse todo lo que necesitamos y
queramos no es lo importante, que se educa a las personas para consumir, y no
para disfrutar... Dice que hemos de aprender a disfrutar de la vida al margen
de nuestra situación económica, que no todo debe ser gastar.
Tiene mucha razón en qué, cuando tienes garantizada la subsistencia, hay
más cosas en la vida aparte de consumir. ¡Pero explícale esto a alguien que no
tiene garantizada la subsistencia! O que tiene un empleo precario... O que
no tiene la formación necesaria para
ver el mundo de los anuncios y las marcas y todo lo qué compra de manera
crítica...
¿Os habéis fijado que las personas de una cierta cultura siempre encuentran
vulgar hablar de lo qué valen las cosas? En cambio, las persona comunes (los
normales), para cada cosa de la qué hablan necesitan fijarse en la etiqueta del
precio. Y es así como se orientan en el mundo.
Sampedro también acaba reconociendo que con recursos en el bolsillo puedes
llegar a pasártelo mejor que sin recursos... ¡Pero continua insistiendo que los
recursos no son lo importante! Y tiene razón, claro, pero a partir de un
determinado nivel de recursos...
* * *
Frente a las necesidades materiales, Sampedro nos habla de cultivar el
espíritu y de alimentar el alma para el camino que debe hacer cada cual solo
hasta la muerte, cosa que en nuestro mundo consumista tenemos bien olvidada; no
se puede comprar ningún pack de “no tenerle miedo a la muerte”, solamente
tenemos los libros y la poesía. De aquí a su acercamiento (como lector) a toda
la literatura mística, un tema en el qué me hubiera gustado que profundizara
más.
* * *
Sampedro nos habla de estar en el escritorio mientras pasan las ideas... ¡Y
a él las ideas le pasaban a las cuatro de la mañana!
Se levantaba temprano para escribir, y lo combinaba con un empleo serio
(que le gustaba) y una familia. Me parece admirable, pero al alcance de unos
pocos, ya no digo escritores, sino personas. Yo no creo en poder hacer seguir
tantas cosas, pero me saco el sombrero ante quien lo consigue, claro. Son
aquellas personas que las conoces y están llenas de energía; he conocido
poquísimas, y casualmente no eran escritores...
Sampedro, antes de ser conocido como escritor, pasó muchos años escribiendo
en silencio como autor desconocido, sin saber que algún día sus libros serían
populares. Eso sí que me parece un ejemplo real y valioso de ilusión y
perseverancia.
* * *
En resumen, a Escribir es vivir tenemos el testimonio auténtico de
un viejecito muy simpático (cuando se recoge este libro tiene más de noventa
años), que vivió y escribió, y que se lleva de su periplo por esta existencia
un buen recuerdo, a pesar que el mundo es como es, y las personas somos como
somos.
¿Leeré algún día alguna de sus novelas? No lo sé. Pero él me ha caído muy y
muy bien.
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