Ahora viene el buen tiempo, y es normal que a todo el mundo le parezca
fantástico. Con el buen tiempo parece que la vida sea más sencilla; siempre
parece que una sonrisa acompañe los días de sol.
Contrariamente a lo qué se podría esperar con tanta bonanza, yo me siento
(psíquicamente, físicamente no ), más frágil con el buen tiempo (en todo lo
físico el verano siempre es mejor). En invierno, con la ropa de abrigo, la
calefacción, la oscuridad y las ventanas cerradas me siento más protegida, hay
más capas entre la realidad y yo. Me siento más resguardada, incluso más
resguardada de mi propia fragilidad; -
en invierno puedo esconderme más-.
La primavera es mi mala época del año, la época en qué he tenido los
ingresos y en la qué he hecho las tonterías.
Para los enfermos mentales, las épocas de cambios de iluminación son las
peores: a algunos les afecta más la oscuridad creciente del otoño, a otros les
afecta más la transparencia cada vez más brillante de la primavera, pero ambas
épocas son muy mala épocas para estos males en estos lares, con nuestro clima
que a todo el mundo le parece fantástico... (y que lo es, claro).
Llega la primavera, la época del calorcito creciente, que tan bien va para
los huesos, para el organismo, y para todo.
Espero que, este año, teniendo en cuenta mis altos y bajos, mi psique no me
vuelve a jugar una mala pasada... (De momento bien, pero, equilibrada.)
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