viernes, 23 de enero de 2015

La novela resplandeciente

He leído La novel·la de Genji, el príncep resplendent; (La novela de Genji, el príncipe resplandeciente); (Genji Monogatari), la versión en catalán (hay un par el castellano más extensas), de la escritora japonesa del s.XII Murasaki Shikibu.

Se trata de un libro muy curioso.

Siempre, cuando se menciona este libro, o esta escritora, se hace difícil no tener en cuenta lo qué dijo de él Harold Bloom: “Nunca volvemos a pensar en el amor de la misma forma después de haber leído este libro”, y “Murasaki es el genio del deseo”, que, en principio pueden parece dos frases exageradas.

En un mundo (el nuestro), donde parece que ya está todo dicho, y más sobre el amor, un tema tan recurrente y tan común, la sensibilidad en la explicación de las aventuras amorosas de este joven príncipe japonés “resplandeciente”, la delicadeza con que la autora crea una nueva vestimenta explicativa para decir lo mismo, es decir, contar una nueva aventura amorosa suya, es realmente maravilladora. Genji es un Don Juan, pero un Don Juan que nos cae bien, y que no nos deja indiferentes con su belleza, sus manera exquisitas, ¡y su caligrafía!

A pesar que lo he leído sea sólo un breve fragmento de un libro que se ve que es larguísimo, parece que con la traducción se haya pellizcado una de las partes más jugosas. No sé de cuantas manera se puede explicar lo mismo (tantas como personas enamoradas hay en el mundo, me imagino), pero parece que no cuesta hacerse el cargo de cómo debe ser el resto del libro.

Ahora, a pesar que este Genji sea muy resplandeciente, sus maneras amatorias exquisitas, y su caligrafía excepcional, una no puede impedir ver la profunda injusticia hacia las mujeres de la sociedad japonesa de aquella época. Debía ser terrible.

En definitiva, un libro que me ha gustado mucho, y que ha conseguir mantener la intriga, incluso, a pesar que sean sucesivas muchas maneras de explicar lo mismo. La manera como se varían los escenarios, las personalidades, las circunstancias... La autora consigue hacer cada nueva conquista diferente, creíble y humana, y pintar unos personajes de carne y hueso (Genji y la nueva amante), cuando, con tanta variedad, y tanto pasar lo mismo, podrían no pasar de meros clichés.

No son clichés, al contrario, se aprecia una gran imaginación para “variar el cuadro”, y hacer cada nueva conquista especial y meritoria, y no nos percatamos que este Genji es un penco. Se esfuerza tanto por cada nueva amante, que trata como única y especial, que eso le hace a mi pesar un poco más entrañable de lo que debería ser alguien como él.

No sé si el Japón actual se parece demasiado al Japón dibujado en este libro (me temo que en lo referente al machismo sí), pero en fin, se trata realmente de un viaje por el tiempo y el espacio a un mundo que no creo que haya sido así exactamente nunca, tan sensible (porqué el mundo jamás es sensible), pero si entendemos que el mundo al qué viajamos no es un tiempo y un espacio concretos sino al alma de la autora (las almas sí que pueden serlo, de sensibles), es realmente un viaje maravilloso y exótico guiados por la imaginación y la sensibilidad de una escritora excepcional.

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Algo que no deja de transmitir cierta ironía es el hecho que el protagonista use muchas veces la “excusa” de qué con su nueva conquista sus almas habían estado juntas en otra vida, y que por ello desean tanto encontrarse en esta.

Esto, la primera vez que lo oímos, nos suena muy romántico y espiritual, pero cuando ya lo hemos oído un par o tres veces vemos que incluso sus sirvientes lo usan para hacer francachela.

En fin, que por lo que parece este Genji ha tenido unas “otras vidas” muy variadas...

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A pesar que cuando no lo había leído el libro me pareció que exageraba, ahora estoy de acuerdo con lo qué dice Harold Bloom: “Nunca volvemos a pensar en el amor de la misma forma después de haber leído este libro”, y “Murasaki es el genio del deseo”. Con estas frases consigue explicar la gran sensibilidad de esta novela de la manera más perspicaz posible. No se puede pedir más, ni de un crítico literario ni de una novelista.





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