Alguna vez he hablado de
la novela que intenté escribir hace ya años, mientras pretendidamente
estudiaba, y que se quedó a medio hacer.
Pretendía ser una novela
rosa, o como mínimo, romántica, pero me quedó muy lúgubre y torturada, quizá
incluso deprimente. Me parece que no me habrían comprado el guió para rellenar
la telenovela de las tardes, aunque no paraban de pasar barbaridades.
La idea de escribir una
novela rosa venía de pensar que con una novela de “género” sería más fácil...
El género rosa o el folletín me atrae mucho más que el género negro, pero
ejemplo, - y he leído mucha más novela rosa que negra-; en la novela negra el
hecho que deba haber a la fuerza un crimen complica las cosas. Pero en mi
novela rosa –ahora me doy cuenta- también había crímenes, todo era muy
pasional.
En fin. Quizá algún día
explicaré el argumento, que está muy agarrado por los pelos. No puedo recordar
lo que escribí sin sentir cierta vergüenza, aunque reconozco que aprendí mucho
mientras estaba absorta en la redacción, -aprendí a organizar las ideas y a
distribuir las escenas-, pero ello no fue suficiente para escribir algo bueno.
Debería haber aprendido a crear personajes. De algo estoy segura: si jamás me
decido a escribir otra novela, no tendrá nada que ver con aquello, con una
invención desaforada e increíble; desde entonces, mi escritura se ha vuelto más
próxima a mi mundo, a todo aquello que realmente conozco.
Espero de todo corazón
que el manuscrito se haya perdido en la garganta de los tiempos...
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