Me acuerdo que el año
1993 estrenaron Jurasic Park.
En la película había una
escena en que los protagonistas estaban colgados de un precipicio en el
interior de un coche, con sólo un cristal que se agrietaba bajo sus pies entre
ellos y el fondo del despeñadero.
Aquel día, al llegar a
casa, escribí en el cuaderno: mi vida es como un cristal que se agrieta bajo
mis pies. Sin darme cuenta a nivel consciente, había empezado el autosabotaje.
A partir de entonces todo lo que me ha pasado ha estado hechizado por aquella
goma imaginaria que me entorpece los pies de que hablaba al principio del blog,
cuando todavía no me había dado cuenta de lo que pasaba.
Normalmente hago las
cosas muy bien hechas. Y os puedo asegurar que el autosabotaje lo he hecho a
conciencia, a pesar de no hacerlo a nivel consciente. Tanto, que no sé cuando
podré considerar que ya es suficiente. El hábito es como una vieja camisa llena
de jirones pero que nos resistimos a lanzar a la basura, porqué nos hace de
escudo y es muy cómoda. Es como un piloto automático.
Quizá ya empezaría ser
hora de renovar el vestuario y de coger las riendas por otro camino, un camino
sin precipicio bajo los pies.
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