viernes, 6 de enero de 2012

La fantasía del cuerpo perfecto

Todo el mundo está de acuerdo que lo que sale en las propagandas de la tele es ficción, que es irreal, que está estilizado. Pero, un día tras otro bombardeados con la misma ficción, esta fantasía del cuerpo perfecto, llegamos a creérnosla. Sin darnos cuenta. Cala en nosotros y modela nuestra autoestima de manera sutil.

Cuando tenía veinte, veinticinco años, era, objetivamente, mucho más joven, delgada y guapa de lo que soy ahora, pero sentía que mi cuerpo era imperfecto, que había alguna cosa en mi físico que no era como debía ser. Me miraba al espejo, me daba cuenta que mi cuerpo no era como el de las chicas de la tele, y me sentía triste y frustrada. Creía no ser digna de ser querida por un chico porqué estaba gorda... y pesaba veinte quilos menos que ahora...

El año 2006, -coincide con el primer año de hacer el blog, empezado en diciembre de 2005-, dejé de ver la tele. Así de definitivamente y para siempre. Des de entonces en la tele sólo he visto el Tour de Francia, y aún no cada año. Solamente son tres semanas en el mes de julio, y las últimas veces han sido sin cortes publicitarios.

No deje de ver la tele de golpe. Simplemente, sólo miraba lo que me interesaba y me di cuenta que la miraba cada vez menos hasta que un día me di cuenta, el 2006, que ya no la miraba casi nunca. Y entonces sí que decidí de hacerlo expresamente de no verla. Había llegado a un punto en que en la tele no echaban nada que me interesara.

Cuando dejé de ver la tele me lancé a la radio (siempre he escuchado mucho la radio) y al internet. Más o menos en el año 2008, por una anécdota grotesca que me pasó, decidí que haría zapping cada vez que hicieran anuncios en la radio, o sea que cuando en la radio echan la publicidad, no siempre, pero normalmente, procuro cambiar de emisora.

No fue de golpe. Desde el año 2006, quizá pasaron tres años. Tres años antes de qué, os preguntareis...

Quizá pasaron tres años antes de notar los efectos de no ver la tele y de no escuchar los anuncios de la radio. Tardé todo este tiempo de abstinencia a “desintoxicarme”...

Y cuales son los efectos, os preguntareis...

Pues que desde que no veo la tele ya no creo que mi cuerpo sea imperfecto y que no es como debería ser. Desde que no veo la tele, aunque objetivamente soy más vieja, gorda y fea (y más calva y más jorobada) de lo que era cuando tenia veinte, veinticinco años... me siento mucho más guapa, mucho más reconciliada con mi cuerpo, que ya no creo que sea imperfecto...

(También coincide que cuando tenía veinte, veinticinco años fueron los años en que estuve enferma, claro. Me ha costado un tiempo disfrutar de una cierta paz interior. Pero hay muchas chicas que no están enfermas y que son guapas que no se ven bien por culpa de las fantasías de la tele.)

He pasado de compararme con las chicas irreales que se ven en la tele a compararme solamente con las personas que me encuentro por la calle. El ideal de las chicas de la tele es inasequible para mí; comparada con las chicas que me encuentro yendo por el mundo, soy una más, no soy imperfecta ni mi cuerpo no es como no debería ser... ¿No os habéis fijado nunca que las personas que pasean por la calle, las personas reales, sin dejar de ser atractivas, no son en cuanto a belleza como las que se ven por la tele? El mundo real no es como el mundo que se ve en la tele... La belleza de la tele es falsa...

O sea que aproximadamente tres años después de dejar de ver la tele se acabó el estar triste porqué mi cuerpo era imperfecto y no era como debería ser. Ahora me acepto a mí misma. Sé que no soy una sílfide, soy consciente de ello, pero no me siento mal ni estoy triste o frustrada ni me siento culpable por no serlo. No siento que deba “purgar” mis quilos de más haciendo régimenes absurdos. Me aceptado a mí misma, finalmente, a pesar que ahora objetivamente estoy peor que antes en cuando a belleza (los años no perdonan), ahora me siento y me veo mucho mejor.

¿Vosotros creéis que ha sido al hacerme mayor? ¿He madurado, por fin? ¿O ha sido el dejar de ver la tele y de escuchar los anuncios de la radio? (Que parecen inofensivos, pero que son insistentes en la fantasía del cuerpo perfecto como una gota malaya...). Soy más vieja, gorda y fea que hace diez, quince años, pero ahora no pienso que mi cuerpo sea imperfecto (como si que lo pensaba y lo sufría entonces). Me doy cuenta ahora: con lo joven y bonita que yo he sido siempre, ¡qué desaprovechamiento sentirme fea, cuantos años perdidos!

Sentirse así de bien con una misma con unos quilos de más no tiene precio y es casi un sacrilegio al “pensamiento único” imperante en los medios. ¡Sacrilegio! ¡No me siento culpable por estar gorda! ¡Sacrilegio!

No cambiaría esta sensación maravillosa de estar bien conmigo misma y mi cuerpo por nada del mundo.

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