jueves, 19 de enero de 2012

Accidentalidad comercial

Ya hace unas cuantas semanas fui a una zapatería de la capital de provincia para intentar encontrar unos zapatos muy concretos.

La propietaria –no era una dependienta, era la propietaria-, me dijo que aquellos zapatos concretos habían dejado de tenerlos, pero que le quedaban cuatro pares de aquel tipo, ninguno de los cuales era mi número. Pero había un par, casualmente, que era de dos números, el mío (que yo le había dicho a gritos entrando en la zapatería, cuando ella estaba dentro), y el que ponía el zapato, un número más. Las cifras de mi número habían sido gravadas con un cuter en la suela blanda del zapato, en ambos zapatos, o sea que unos zapatos que no eran mi número se habían convertido en unos zapatos de dos números, el que ponía en el zapato y el gravado con el cuter. Que si me quería quedar aquellos zapatos que no eran mi número pero que ahora tenían dos números, que la diferencia era de medio centímetro... (¡!)

Dije que no me interesaban aquellos zapatos, que no eran mi número, y salí de la zapatería. Todavía tuve tiempo de ver la mala mirada que me dirigió aquella mujer y leyendo sus labios pude ver que se le escapaba un “cerda” flojito pero lleno de mala leche; yo prácticamente ya estaba fuera de la zapatería, y si no me hubiera girado no lo habría visto. Aquel cerda era el pañuelo blanco agitado al viento con el que  la zapatera se despedía de colocar el romanente del estoc de aquel tipo concreto de zapatos.

O sea que intenta engañarme gravando unos zapatos con un cuter, ¡y a la postre la cerda soy yo por no picar!

No hay comentarios: