viernes, 4 de noviembre de 2011

Las grasas en el punto de mira

En el libro El dectective en el supermercado se dice que el “demonio mayor” de la alimentación moderna son las grasas. Y es verdad. Cuantas veces no nos han dicho que las grasas son malas y cuantas veces no se nos anuncian productos que pretendidamente no tienen grasas (lo que no dicen es si tienen o no tienen sustancias peores...). Para un observador poco atento podría parecer como si el ideal de una alimentación sana fuera “ingerir cero grasas”.

Esto no es exactamente así. En la escuela nos explicaron que las células del cuerpo se alimentan, a grandes rasgos, de grasas, azucares y proteínas, pero que existen unas células concretas de los ojos que solamente pueden alimentarse de grasas, que no aceptan azucares o proteínas. Yo no soy científica y no sé si eso es exactamente así, pero lo recuerdo así. Pero, si eso fuera verdad, si estas células del ojo solamente aceptaran grasas, querría decir que las grasas no son exactamente el “demonio mayor”, y que el ideal no es precisamente “ingerir cero grasas”...

Los alimentos son una cuestión de medida, pero, por alguna razón (seguramente la necesidad judeocristiana de hacer penitencia) nos venden prohibiciones. Las grasas no son buenas o malas en sí, sino que son como todo: depende del uso que hagamos de ellas. No abusar de las grasas (que yo estoy de acuerdo que debe hacerse) no es lo mismo que “ingerir cero grasas” (que como ideal nutritivo es una tontería). Los alimentos son una cuestión de medida, no de prohibiciones, y no debemos de usar la alimentación, y la ingestión de grasas en concreto, como método sencillo y práctico para auto-flagelarnos y hacernos sentir culpables. Comer sano y con medida no es lo mismo que no comer.


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