sábado, 5 de noviembre de 2011

La balada triste de la vida nocturna

Ir a la disco no me gustaba, y algún día explicaré porqué iba si no me gustaba nada de nada ir, lo odiaba. Pero, si no hubiera ido nunca a la discoteca ahora lo idealizaría y creería que me he perdido algo no yendo, como les pasa a las chicas de mi edad casadas y con hijos muy jóvenes que creen erróniamente que han renunciado a algo por no haber tenido jamás “vida nocturna”. Yo salí esporádicamente unas cuantas noches de sábado, durante un curso, cuando estudiaba, no se puede decir precisamente que haya hecho nunca “vida nocturna”. No me gustaba y era parte del autosabotage que me hacía a mí misma, ya que detestaba salir por las noches. He pasado por “la noche” de puntillas, pero he intuído lo suficiente de la vida nocturna para saber que este mundo no me tira, no me tiraba entonces y no me tira ahora. Ahora, entiendo que la vida nocturna tiene una especie de aura que hay quien cree que se pierde algo si no la ha hecho nunca, una idea que yo pienso que no es cierta. Entiendo que todo el mundo tiene sus gustos y sus prioridades en esta vida, y pueden ser diferentes de las mías y no pasa nada, pero encima de la rutina de cada día acostumbramos a idealizar lo que no hemos tenido, o no tenemos en este momento. Sentimos el anhelo de algo vago que no sabemos que es y pensamos que esto es lo que queremos. Tener crisis de estas cuando te vas haciendo mayor es lo más normal del mundo: si tienes hijos y una familia hechas de menos la vida nocturna, si vas a cerrar bares echas de menos una familia y unos hijos. Los hay que no renuncian ni a una cosa ni a la otra, con el subsiguiente sufrimiento de los hijos; tampoco soy nadie para juzgarlos. Lo que es yo, sólo espero que en futuro nadie pueda volver a obligarme a ir a lugares que no me gustan.

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