viernes, 27 de mayo de 2011

Drama doméstico regular

Quizá os preguntareis en qué consiste este famoso drama de qué os hablo... Pues se trata de mi madre, que sufre brotes psicóticos regulares y que no quiere medicarse. Periódicamente, mi madre se pone a gritar y a llorar, a decir que la expulsaron como un perro de ir a comprar a la tienda del barrio (cuando en realidad siempre han sido muy amables), a quejarse que los vecinos nos odian, a reprochar amantes imaginarias a mi padre y a decir que él y los vecinos “quieren sacarla de casa”. Eso lo hace desde que yo tenía cinco años. Esta energía psicótica llegó a su máximo apogeo cuando yo tenía quince años, y entonces sí que me lo pasé realmente mal viviendo cada día bajo una lluvia de gritos y lloros y desesperación continua de la que jamás me atreví a hablar con nadie. Entonces mi abuelo (el padre de mi padre) vivía con nosotros y mi madre lo aburrió, y las quejas por tener que hacerse cargo de mi abuelo se añadían al repertorio de gritos y lloros, a pesar que, cuando ella estaba bien, tenían grandes conversaciones como mi abuelo y que cuando él se puso enfermo antes de morir lo cuidó hasta el final. Cuando murió mi abuelo, entonces yo tenía veinte años, pareció que los gritos y los lloros se calmaban, y hemos pasado unos diez años buenos, en que si antes estallaba cada semana ahora lo hacía sólo una vez cada tres meses. Pero mi madre (que tiene la mentalidad de una niña pequeña) se ha hecho mayor y debe venir una persona a ayudarla. Pues bien, desde que viene esta persona se le ha metido en la cabeza que esta persona viene en nombre de los vecinos del barrio a evaluar si ella lo hace bien como ama de casa, y que si esta persona y los vecinos ven que ella no nos cuida bien, la echarán de casa. Paranoia que es bastante ridícula y falta de lógica, porqué mi madre casi no puede moverse y muchas de las funciones de ama de casa ya hace tiempo que nos las repartimos entre los demás. Desde que viene esta persona, con la cual cuando está presencialmente son grandes amigas y tienen grandes conversaciones, ha vuelo el brote psicòtico regular, los gritos y los lloros a todas horas y las paranoias de todo tipo respecto a que nadie la quiere y que mi padre y los vecinos del barro planifican echarla de casa. Jamás ha habido violencia física, aunque sé que hace años algunos vecinos hacían correr que sí.

No es lo mismo una enfermedad mental de los padres a los quince años que a los treinta y cinco, y ahora soy capaz de relativizarlo mucho más que antes.  Me habría gustado que cuando tenía quince años alguien me hubiera ayudado. Ahora ya no viene de aquí, y he aprendido a afrontarlo sola, aunque a veces se me hace una montaña. Las agresiones psicológicas pueden acabar siendo mucho peores que las agresiones físicas, porqué las secuelas son invisibles.

En mis primeros cuadernos, la frase que más se repetía era “no quiero acabar como mi madre”, es decir, no quiero acabar haciendo sufrir a mi familia, aunque sea sin una intención manifiesta de hacer daño y por culpa de una enfermedad. La única manera que he encontrado de no hacer sufrir una familia es no tener ninguna familia. Yo creo firmemente que los enfermos mentales no deberían casarse ni tener hijos, no porqué lo diga la ley que no pueden casarse, sino porqué ellos mismos vean que es mejor no hacerlo.

La cosa que más aprecio en esta vida es la paz doméstica.


 







2 comentarios:

Nely dijo...

A mi me pasa exactamente igual que a tí. Todo lo que has contado y lo que pienso yo al respecto de que desde siempre pienso que me va a pasar lo mismo y si me pasa no quiero joderle la vida a nadie.

Clarissa dijo...

¡Ánimo Nely!