sábado, 22 de mayo de 2010

Sentada suplementaria sobre los macarrones

Cuando estoy en casa o en el coche, necesito sentir de fondo el rum-rum de la radio, aunque no escuche con atención lo que dicen. Por decirlo de alguna manera, me incomoda el peso del silencio. Es decir, que evito quedarme sola con mis propios pensamientos, porqué el flujo continuo de la radio sustituye de alguna manera el flujo continuo de lo que pienso o como mínimo lo hace más soportable. Horror vacui, me parece que se llama. En principio, no es ningún mal, pero me acuerdo que aquel libro de Simplifique su vida, en el que ya sabéis que creo mucho, aconsejaba sentarse en silencio a escuchar el flujo de los propios pensamientos para conocerse mejor a uno mismo y tomar las decisiones acertadas. Eso es mucho más difícil de lo que parece, como mínimo a mí me resulta muy difícil. Y no porqué no me interese lo que pienso, sino porqué resulta mucho más cómodo no pensar. Quedarme un rato en silencio, sin el rum rum de la radio, normalmente sirve para que se me ocurran un montón de idees sobre cosas de las que podría escribir, y después de un rato de silencio me lanzo a escribirlas directamente. (De todos modos, cosas de las que escribir también se me ocurren con el ruido de la radio de fondo.) Me lanzo a escribir para parar los pensamientos con una acción. Porqué, lo que es pensar sobre mi vida y sobre los problemas reales que tengo y como solucionarlos... pues lo evito tanto como puedo, para que negarlo... Y es que si piensas demasiado haces las cosas diferentes de cómo las harías actuando por impulso, y eso que en principio es bueno puede tener consecuencias inesperadas. Por ejemplo el día que decidí lanzarme al tren, estaba tan “llena” con la idea que no escuché la radio en todo el rato, me sobraba el ruido. Claro que estaba en un estado de exaltación, no era una situación normal. Cuando estoy en estado de exaltación, por ejemplo cuando he charlado animadamente con alguien, no necesito la radio para nada. Entonces repasar los recuerdos de la conversación es mucho más interesante. Y eso no lo hago adrede, los recuerdos vuelven como el eco, mi cabeza es así. Pero, en los días normales, si apago la radio para empezar a pensar en mis problemas lo que es más probable que pase es que me deprima y que me asalten una serie de pensamientos negativos. Por tanto, ¡cuidado! Quizá sí que el flujo hipnótico de la radio me ayuda a estar animada.

Cuando digo que la radio es “hipnótica” en este contexto, no quiero decir una hipnosis “dirigida”, digo “hipnótica” en el sentido de necesidad de continuidad del ruido para llenar la nada.

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