jueves, 28 de enero de 2010

Lecturas de lenta maduración


Convirtiendo las niñas en mujeres desde hace dos siglos.” Eso reza mi ejemplar de Jane Eyre. Se trata de una novela que no he leído, todavía. Quizá es por ello que me dicen que todavía soy menor de edad, quizá sea por eso que no me haya casado, que no tenga hijos, que no sea económicamente independiente... porqué no me he convertido en una mujer: no he leído Jane Eyre...

(el otro día le dije eso a una amiga, y se quedó a cuadros. Me parece que no me entendió y no le vio la gracia. Eso me pasaba mucho cuando iba a la escuela: yo decía algo y la gente me miraba con la misma cara que mirarían a una extraterrestre. Mis ocurrencias no tenían éxito. Por suerte, ahora me desahogo con el blog, y no veo la cara con la que la gente las recibe; siempre puedo pensar que tengo el lector ideal que me entiende, aunque no pueda comprovarlo físicamente. Las “cosas raras” que siempre he dicho, o que siempre me han hecho sentir que decía, y que la gente en una conversación oral no entiende o le desconciertan, se han revelado cruciales a la hora de configurar mi escritura. Se podría decir que la escritura es el contexto adecuado para estas pequeñas extrañezas para las que, en la vida real, es difícil encontrar un oyente que esté contextualizado. Y tomar nota mental de recordar qué puedo decir en la vida real, qué puedo decir a quien, y qué debo guardarme para cuando escribo.)

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