martes, 8 de diciembre de 2009

¿Quién ha dicho derechos de autor?

Cuando encuentro un poema en un libro, sé que es la versión buena. El original bueno, la mejor traducción... sé quien es el autor de la traducción. Hay una seriedad, un rigor tras la elección de cada uno de los elementos que ha sido publicados en formato libro. Pero, en internet, es el caos... No sólo no hay ninguna forma de comprobar que quien dice que ha hecho la traducción la haya hecho realmente, sino que además es muy fácil para cualquier aprendiz de poetastro (que no de chapucerastro) atreverse a hacer su propio pastiche, pincelar con cuatro retoques una versión prestada, o simplemente publicar la peor versión de aquel poema que haya sido capaz de encontrar. No hay rigor, ni seriedad, ni fiabilidad. Buscar la traducción de un poema popular por internet es para volverse tarumba. Pero, al mismo tiempo, ¡cuánta gente se ha fijado en este mismo poema que ahora tú escoges!, cuánta gente ha aportado su granito de arena... no hay rigor, ni seriedad, ni fiabilidad, ¡pero cuantas ganas de leer y de traducir poesía! ¡A cuántas versiones más o menos potables puedes acceder sólo con un clic! No hay rigor, ni seriedad, ni fiabilidad: prefiero un buen libro... ¡pero cuantas posibilidades ofrece internet! En media horita puedes construirte una antología de bolsillo (más o menos acertada, eso sí) de cualquier poema que te guste... (y que sea popular, claro...); según como, es para sufrir un ataque de nervios, pero... me encanta internet. Es exactamente aquello que decía Borges de “remedar el divino desorden”...

No hay comentarios: