domingo, 6 de diciembre de 2009

El fervor del dulce momento

Las dudas son muchas... yo procuro mantener el optimismo, pero es en vano... Todo va bien mientras estoy sola en casa, pero... cuando salgo a la calle mi equilibrio se hunde. Estoy harta de ser tan frágil, de que todo pueda afectarme tanto y tanto... En mi vida no hay ningún rincón donde esconderse. El sol implacable de la paranoia lo gobierna todo. Si he de vivir así muchos años... Una vez dije que no entendía la depresión, porqué la alegría me sube y me baja, soy inestable, pero nunca estoy hundida mucho tiempo seguido. Pero cuando estoy hundida... estoy en el sotano... Después me recompongo... me compro un libro, leo, escucho la radio... pero la garra que me ha clavado la paranoia, que normalmente acostumbra a ser en forma de rechazo por parte de las otras personas (y seguramente no siempre me lo invento), se acaba de clavar honda en la herida frágil de mi vulnerabilidad. No sé por qué yo he de sufrir esto... qué mal he hecho (dice que el mal que les hemos hecho a los demás nos retorna). Debo haber hecho mucho mal, en una vida pasada, para tener que sufrir tanto, porqué estas garras afiladas me destrocen cada vez. Garras que tengo en mi interior. “En guerra con mis entrañas”, dice el poeta. Así no se puede vivir. Morirse, según como, también puede ser una solución, la gran solución. No, no hace falta que os preocupéis, no intentaré nada; no haré más el ridículo: tengo mucha práctica en ir aguantando... Pero nada me impide esperar el gran momento con fervor... A grandes males, grandes remedios, no sé como decirlo...

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