viernes, 27 de noviembre de 2009

Carreteras secundarias

Aunque nunca me haya drogado (ya dije que a los empollones no nos pasaban el porro), cuando tenía veinte años, por una de las características intrínsecas de mi enfermedad mental, experimentaba una gran fascinación por los efectos de las drogas sobre la mente humana, y como decía aquel, “leí mucho sobre el tema”. Bueno, de hecho no demasiado, sólo alguno de los libros de Escohotado. También me compré un par de libros, convencida que los leería, porque era lo que me apetecía leer en aquel momento: Yonqui, de Burroghs, y Confesiones de un inglés comedor de opio, de De Quincey. Pero a pesar de que tiraban de mí, jamás acabé de encontrar el momento de ponerme a ello, y todavía me esperan en el anaquel. (Los libros te esperan, no como otros seres que pululan por el universo...) Me esperan por si alguna vez me priva de leerlos. Pero, ha pasado el tiempo, y los efectos de la droga en la mente humana... qué queréis que os diga... ahora ya paso de todo este tema... es suficiente para mí con la medicación que debo tomarme, que, eso también, me parece que es una droga muy poderosa y no lo suficientemente estudiada. Pero quedan estos dos libros como testigos de un interés que tuve en el pasado. Y no hace falta ser muy inteligente para deducir que son un par de novelas que sólo explican miserias... y miserias que acaban mal, además. Si Yonqui incluso había sido prohibido en algunos trozos. Me encanta tener la edición íntegra de un libro que había sido censurado, qué queréis que os diga; me produce una extraña satisfacción. Pero... ¿me interesa leerlos realmente, ahora? Lo más parecido que hay en mi vida a esto es mi adicción a comprarme libros, y cuando hace días que no me he comprado ninguno me siento frustrada e incluso me cambia el humor... ¿me puede ayudar leer estos libros a superarlo, o todavía me hundirán más en la miseria de autómata-compra-libros? En fin, que los conservo, no quiero deshacerme de ellos, pero nunca me acaba de venir bien el ponerme a leerlos... No es que me dé pereza, pero me parecen que tienen más peligro que Sor Citroen al volante de un trailer... ya os dije que ya estaba harta, de miserias... Pero, por otra parte, seguro que debe haber pocos libros más morbosos y auténticos hasta el límite que estos... ¿Los leo o no los leo?

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