jueves, 26 de noviembre de 2009

El maestro que falta

Stefan Zweig, en sus Tres maestros, dice que así como balzac ha generado la figura “balzaquiana”, Dickens el personaje “dickensiano”, y Dostoievski el carácter “dostoievsquiano”, falta en alemán un gran novelista que cree su propia palabra para definir los seres humanos de su obra. Bien, quizá en la época de Zweig todavía no había tenido tiempo de hacer fortuna esta palabra (Kafka era muy reciente), pero estoy segura que, en lengua alemana, esta palabra es “kafkiano”. Precisamente en El mundo de ayer, Zweig explica algunas cosas que le pasaron durante la Segunda Guerra Mundial que son “kafkianas”; pero él todavía no tenía esta palabra para decribirlas... quizá porqué Kafka permanecía desconocido en aquellos momentos. No sería hasta al cabo de un tiempo que la palabra “kafkiano” empezaría a poblar nuestro imaginario. Kafka sería el cuarto maestro de este libro, si Zweig hubiera podido añadirlo.

Pero me gustaría puntualizar algo: así como, sobretodo Balzac y Dickens, salen de sí mismos para crear la figura del otro, describen a la gente tal y como podemos verla en su exterior, y Dostoievski explica más bien qué pasa en el interior de la gente, pero siempre son otros, personas individualizadas y diferentes exteriores a sus autores, Kafka sólo es bueno describiéndose a sí mismo y sus procesos interiores individuales: tan Joseph K., del Proceso, como K., del Castillo, como el protagonista de América, son el mismo Franz Kafka, y todos los personajes que salen son arquetipos de personas en general, tipos de personas, personas que tienen algún poder sobre él, pero no son personas individualizadas. Jamás nos describe al otro. En la obra de Kafka también hay fragmentos que describen personas exteriores a él, seres humanos que vio en el tren o que se encontró en un balneario... son trozos completamente anodinos, son fragmentos sin ningún tipo de interés... Kafka no sabía “crear personajes” exteriores a sí mismo, no sabía individualizar a la gente con pinceladas de interés; en sus manos, la gente que nos describe es fea, insignificante, quizá porqué son gente que no tiene ningún tipo de poder sobre él; el poder le fascinaba. Sólo sabía potenciarse a sí mismo y las truculencias de su espíritu. En eso sí que era un maestro.

Por eso, sí, de acuerdo, existe la palabra “kafkiano”, pero se aplica más una situación, “una situación kafkiana”, que no a un personaje concreto. O sea que Kafka sería el cuarto maestro, pero el maestro de una asignatura diferente. Un maestro, no en observar y describir “los hombres”, a los demás, como Dickens, Balzac y Dostoievski, sino un maestro en observar y describir “al hombre”, a sí mismo y su mundo interior. Este sería el lugar de Kafka.

1 comentario:

Ferragus dijo...

El personaje de Kafka habita en soledad junto a su psique; no necesita articular en demasía a otros personajes. Y aquí es donde me distancio de tu punto de vista: intuyo que él no crea otros personajes gravitantes, por falta de capacidad, sino más bien, por lo que señalas casi al final del segundo párrafo: el entorno de Kafka no ejerce poder sobre él.
Saludos.