lunes, 4 de enero de 2016

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Quizá alguien se pregunte de donde me viene el entusiasmo por el programa Solistes.

Cuando trabajaba de auxiliar administrativa, un día volviendo a casa en coche después de un día bastante duro en el trabajo, con gritos absurdos y todo esto, en la radio del coche tenía sintonizada la música clásica, y emitían una entrevista a un músico. Me puse a escucharlo primero por inercia y después con interés creciente, y de aquellas palabras me vino una paz y una tranquilidad muy difíciles de describir con palabras. Continué conduciendo más sosegadamente y continué escuchando. Aquel momento de recogimiento me compensó por el día pesado y desagradable que había pasado, y me reconcilió con muchas cosas.

Una persona hubiera dicho: “Si que se lo montan bien estos músicos, ¡y yo currando en un trabajo como este!”. Como no soy una persona envidiosa (me parece), pensé: “Menos mal que hay algo bonito como la música en este mundo, y que se puede hablar de ello con armonía de esta manera”.

Me suena que quizá alguna vez antes de esto ya debía haberlo escuchado, este programa, pero el entusiasmo me viene de aquel día.

Des de entonces procuro escucharlo siempre que puedo.

* * *

Cuando pasó esto el programa lo emitían a la siete de la tarde. Ahora lo emiten a las diez de la noche. Entonces todavía no existía la radio a la carta, algo que, la radio a la carta, y hablo de todos los programas de todas las emisoras,  que es una gran bendición y nunca alabaré lo suficiente. ¿Os acordáis cuando teníamos que grabar programas de radio en cintas de cassette? ¡Qué tiempos aquellos!

* * *

También querría confesar que entusiasmarme por un programa de radio no era –ni es, ni será- nade nuevo en mí, a mí esta necesidad de escuchar la radio me ha perseguido siempre, como un alcoholismo no embriagador, (para embriagarme ya tengo la escritura), y he dedicado –y dedico, y seguramente dedicaré- a escucharla mucho tiempo, como si escuchar la radio hubiera sido mi vida social, o incluso mi vida.



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