Hace años (muchos años), paseando por el pueblo, alguien dijo: “Aquí vive
un chico que está en silla de ruedas, y que pasa todo su tiempo dedicándose a
hacer cosas con su ordenador.” En aquel momento los ordenadores no eran
demasiado comunes, internet no existía. Y aquella persona continuó: “Si yo me
quedara impedido, creo que también me lanzaría a los ordenadores.”
Entonces, que aquel chico impedido se encerrara en casa para entretenerse
con un ordenador –y no con la tele, por ejemplo-, era tan extraño como aquellos
adolescentes japoneses que se encierran en su habitación, y no salen de allí
durante años. Esto aunque estuviera impedido, y que por tanto tuviera una buena
razón para no salir de casa.
Me he acordado de ello estos días que he estado sin conexión a internet.
Hoy en día, sin conexión a internet el ordenador solo sirve de bien poco. Es
como si le faltara algo, y sin duda le falta algo.
Fueron curiosamente premonitorias aquellas palabras: “Me
lanzaría a los ordenadores”, como si esto fuera la última cosa desesperada a
hacer solamente en caso de absoluta necesidad.
Y ahora, en cambio, todos nos hemos “lanzado a los ordenadores”.
Es evidente que el futuro no lo ves venir hasta que te ha atropellado. (Y
no lo digo sólo metafóricamente).
No hay comentarios:
Publicar un comentario