Hoy me fijaba en las libretas en las que tengo escritos, a mano, lo que en
el blog llamo los “papeles del 2004”.
He pensado en cuando fui a la papelería a comprarlas. Quería diez y me
llevé diez: diez libretas de papel blanco rebozando de ganas de ser llenadas.
El tendero casi no me las quiso vender, parecía enfadado, parecía como si
pensara que yo nunca iba a usarlas, y parecía que le parecía un derroche que me
las llevara, un engaño. ¡Y tantas!
Son las libretas con las cubiertas más feas que haya visto
jamás en la vida en una libreta, son más feas y pasadas de moda que las tripas
de un coche viejo, pero el papel es de muy buena calidad, y se han conservado
con lo que hay escrito hasta ahora.
Siempre que me fijo en ellas, feas, pero llenas de líneas como un silo
lleno de grano, pienso en aquel día en qué fui a comprarlas y el tendero aquel
menospreció mi capacidad para llenarlas.
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