Stendhal no fue en seguida Stendhal. Henry Beyle escribió (o dictó) mucho
durante toda su vida todo tipo de escritos, y publicó (y se escondió) bajo todo
tipo de pseudónimos. Tanto es así que se hace difícil a veces por parte de sus
biógrafos seguir la pista de todo lo que escribió y publicó; y además siempre
se encuentran en ello muchas páginas “de batalla”.
Pero, aquello que
escribió y publicó que él creía que era bueno, lo que más apreciaba (y lo qué
sus lectores más hemos apreciado), lo reunió bajo este pseudónimo que solamente
usaba los días de fiesta, por decirlo de alguna forma, y que personalmente me
entusiasma; encuentro que es admirable, envidiable, musical, romántico y muy
elegante: Stendhal.
El origen de este pseudónimo –de donde lo sacó- trajo de cabeza a los
estudiosos de la materia hasta que se supo que era un homenaje al lugar de
nacimiento, un pequeño pueblecito alemán, de un historiador del arte muy
conocido y riguroso de aquella época, que me imagino que él debía admirar, y en los libros del cual debía aprender mucho sobre esta Italia eterna que
tanto le interesaba.
Un toque más de la clase y el buen ojo que tuvo este misterioso Arrigo
Beyle para escoger un pseudónimo a la altura de la posteridad.
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