lunes, 6 de julio de 2015

Un nombre providencial

Stendhal no fue en seguida Stendhal. Henry Beyle escribió (o dictó) mucho durante toda su vida todo tipo de escritos, y publicó (y se escondió) bajo todo tipo de pseudónimos. Tanto es así que se hace difícil a veces por parte de sus biógrafos seguir la pista de todo lo que escribió y publicó; y además siempre se encuentran en ello muchas páginas “de batalla”.

Pero, aquello que escribió y publicó que él creía que era bueno, lo que más apreciaba (y lo qué sus lectores más hemos apreciado), lo reunió bajo este pseudónimo que solamente usaba los días de fiesta, por decirlo de alguna forma, y que personalmente me entusiasma; encuentro que es admirable, envidiable, musical, romántico y muy elegante: Stendhal.

El origen de este pseudónimo –de donde lo sacó- trajo de cabeza a los estudiosos de la materia hasta que se supo que era un homenaje al lugar de nacimiento, un pequeño pueblecito alemán, de un historiador del arte muy conocido y riguroso de aquella época, que me imagino que él debía admirar, y en los libros del cual debía aprender mucho sobre esta Italia eterna que tanto le interesaba.

Un toque más de la clase y el buen ojo que tuvo este misterioso Arrigo Beyle para escoger un pseudónimo a la altura de la posteridad.


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