El otro día leía un blog
donde el propietario confesaba que había llenado de libros el último tabique
libre que le quedaba en casa, y que ahora podía decir que ya tenía todas las
paredes rebozadas (de libros), y que ya no le quedaba más espacio.
En ese post afirmaba que
toda biblioteca personal es “un proyecto de lectura”, confesando así que tenía
muchos libros que todavía no se había leído. Y, además, decía que no se
consideraba obligado a leerlos por el solo hecho de tenerlos...
A pesar de ello,
reconocía que tantos libros podían confundir a las visitas, que en su buena fe
siempre creerían que se los había leído todos...
Leyendo ente testigo, me
sentí vagamente interpelada... ¿Me los he leído todos, yo, mis libros? ¿Los
tengo para leérmelos?
No me gusta percatarme,
ni tener que confesar, que tengo muchísimos que no me he leído, todavía. Pero
yo me los he comprado pensando que me los leería, ¡y me los pienso leer! No
quiero de ninguna manera que mis libros se convierten en una masa caótica e
indefenciada, que crece sin orden ni concierto, ni que el desorden y la pereza
me venzan. Jamás me he comprado un libro que no me interesara realmente, sobre
todo en los últimos tiempos. Antes podía haber cometido algún error, pero es
así como se aprende. Además, aunque se tarde muuucho tiempo en leerlos, los
libros te esperan.
Leerlos todos... o el
90%. Este será mi próximo propósito.
* * *
Si tengo estos libros (y
no otros), es, en general, porqué de cada libro que me he comprado siempre he
creído que me lo compraba porqué podía aprender algo de él; yo no compro libros
a la babalá; siempre he creído que cada libro que me compraba podría ayudarme
(una vez leído), -además de a pasar un buen rato y llenar mi soledad-, al
aprendizaje de la escritura. Pero solamente teniendo el libro en la estantería
no se aprende a escribir... (¡Ay!)
¡Tengo que lanzarme a la
piscina!
* * *
Con eso quiero decir que
aunque yo tenga muchos libros que –todavía- no me he leído, no estoy de acuerdo
en tener libros que no se hayan leído;
creo que los libros que se tienen son para haberlos leído... o releído,
incluso. Y eso es lo que intentaré. También creo, que, con Helen Hanff, que si
un libro no te ha gustado puedes deshacerte de él; no hay nada menos sacrosanto
que un mal libro...
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