miércoles, 29 de octubre de 2014

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Enamorarse de la propia vida
Enamorarse de la idea de ser escritor

Enamorarse de la escritura

Leo por internet un consejo para escribir que dice que todo el mundo que escribe autobiográficamente pasa por una fase en la qué se enamora de su vida, y en la qué le entusiasma explicarse a sí mismo, olvidando que este tipo de historias a veces pueden no interesar demasiado a los demás...

No se me había ocurrido nunca, esto, esta idea de estar enamorada de la propia vida... Hay cosas en mi vida que me han hecho sufrir mucho, como para estar enamorada de ellas... Mi vida, mi material, es lo que estoy aprendiendo a domesticar, a graduar, a digerir y a explicar; hablar de mi vida para mí es una urgencia de mi espíritu, pero mi escritura no existe porqué de alguna manera idealice mi vida: más bien al contrario, escribo porqué pienso que mi vida está llena de injusticia y que no debería haber sido así; no se puede estar enamorada del mal que te han hecho.

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Lo que sí que había oído, en cambio, es la idea que hay gente que se enamoran de la idea de ser escritores, cuando de lo que deberían enamorarse es de la escritura. Por no ser escritor no pasa nada, en cambio hay quien no podría vivir sin escribir cada día un rato.

Si lo qué sueñas es ir a la radio a “hablar de tu libro”, es que estás enamorado de la idea de ser escritor. Si te pasas un par de horitas cada día escribiendo, estás enamorado de la escritura. Estos dos enamoramientos no son incompatibles, pero se debe tener claro en qué liga se juega o se quiere jugar, y qué se debe hacer para poder conseguir cada una de estas cosas, que son diferentes.

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Por ir a la tele a hablar de tu último libro no pasa nada, forma parte del trabajo de un escritor mediático, pero eso no es la escritura. La escritura es pasar ratos en la soledad y la oscuridad del escritorio organizando frases.

Claro que ir a los medios tiene un glamour que esta solo sentado en el escritorio de casa no tiene, por eso son más los que se enamoran de la idea de ser escritores que no los que se enamoran de escritura en sí misma, como si ir a la tele fuera una especie de premio por haber estado solos “pringando”. (Si ya se piensa que escribir es “pringar”, apaga y vámonos...) Como si hablar de tu libro al brillo de los focos fuera un sol que sale después de haberte estado esforzando en la oscuridad y el silencio; como mínimo mucha gente lo entiende así.

El borrador conseguido sobre el papel en blanco después de rato de desbrozar debe ser el premio, aquello que te satisface realmente. (Intentarlo, porque un borrador nunca queda perfecto del todo). Lo demás es atrezzo, quizás necesario, marketing, pero no será escritura. El texto, la escritura, es lo importante: ni de la propia vida ni de la idea de ser escritor; es de la escritura de lo que se debe estar enamorado.


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