Estás viendo (viendo...
pufff, ¡viviendo!) tu teleserie favorita, y viene alguien que te reclama, y que
te interrumpe, y que te necesita en aquel preciso momento, y que te hace apagar
la tele...
... te domina una rabia
interior, una decepción por perderte aquello como si alguien te hubiera robado
algo muy valioso de tu vida, la emoción que ibas a sentir, algo maravilloso...
¡ ... y te sientes así
por una ficción!
¡... perderte aquella
ficción te hace sentir como si te estuvieran robando un trozo de tu realidad,
un trozo de tu vida de verdad..., y un trozo vibrante, además... !
En vez de ser una simple
espectadora de una ficción, aunque se trate de una ficción muy bien hecha, ¿no
tendrías que estar viviendo tu vida?
Es si alguien interrumpe
tu vida que debes sentir decepción, no si alguien interrumpe tu teleserie
favorita...
* * *
Cuando era más joven yo
también vivía en mis teleseries (que tampoco eran taaan glamurosas como las de
ahora)...
... hasta que me percaté
que ni los amoríos de mi vida, ni mis relaciones con los demás, ni mi
vestuario, serían jamás como los de aquellas teleseries...
... y paré de mirar
teleseries. A eso se le llama “madurar”, me parece. Se llama empezar a aceptar
la realidad sin intermediarios, sin evasiones. Aceptar la vida como a una vida
de cada día: sin glamoures, sin pasiones, sin decorados suntuosos...
* * *
Para eso leer y escribir
ayuda mucho, “te conforma” mucho. Pero en cierta manera dedicarse a la lectura
y la escritura también es una manera de evadirse... y en el fondo no sé si
mejor o peor que las teleseries... Quizá no haya madurado tanto como creo, al
fin y al cabo.
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