domingo, 1 de enero de 2012

En la cáscara

Cuando me paso mucho rato leyendo me siento culpable.

Esta reacción viene de cuando era pequeña y mis compañeras de clase se reían de mí porqué me gustaba tanto leer y no me integraba a burlarme de los demás a su lado (o eres normal y uno más a la hora de agredir, o eres agredido...). Les aguanté muchas bromas que ahora quizá me parecerían inofensivas, pero que entonces me afectaron mucho, y que todavía no he aprendido a relativizar. Bromas de tipo “en la discoteca no se puede leer” y tela de esta. Me lo hicieron pasar realmente mal.

Todo el mundo entendía que leyera si era para sacar buenas notas, pero, si no era por eso, a leer no le veían ninguna utilidad, y yo leía aunque no fuera obligatorio, por la cual cosa merecía ser marginada. Curiosamente debían tener razón, porqué muchas de estas chicas a quienes no gustaba leer (tenía poco glamour) han llegado económicamente mucho más lejos de lo que yo podré llegar jamás; ya en aquella época se veía que eran listas.

Me acuerdo una vez que estábamos en la biblioteca sentados ardedor de las mesas grandes haciendo la hora de lectura que hacíamos siempre y yo cogí mi libro, y como buena futura coleccionista, me puse a leer la página de créditos. Una de estas listillas se dio cuenta y no veáis las bromitas que hicieron todos los de mi mesa porqué leía una parte del libro “que no era obligatorio leer”. Leer aquello para ellas era incomprensible, una prueba faeciente que yo estaba loca. A mí siempre me ha gustado leerlo todo, pero en aquellos momentos no supe argumentar de manera convincente porqué leía “aquello tan inútil”, y quedé como una tonta.

Este sentimiento de culpa por no ser normal y no despreciar la lectura que aflora cuando me paso mucho rato leyendo es el mismo sentimiento de culpa que aflora cuando me doy cuenta que pasan los días y todo lo que he hecho ha sido escribir, y que así no me ganaré jamás la vida.

Instigadas por mi padre, mi madre y mi hermana me habían reprochado muchas veces hasta hace dos años que no me ganara la vida y que hubieran de mantenerme. Hubo una época en que se puede decir que casi cada vez que nos sentábamos a la mesa me lo reprochaban a gritos. Ahora ya no es así, eso ha cambiado, llegan órdenes diferentes. Incluso un día me dijeron que si un hijo no tiene vicios no pasa nada porqué se esté en casa sin hacer nada. No sé qué les ha hecho encender la lucecita, sospecho de alguien de fuera de casa que ha leído que yo explicaba en el blog que me reprochaban el pan que como y que le ha hecho un comentario a mi padre; no sé quien es esta persona, pero le estoy muy agradecida, aunque sería un poco extraño que esta teoría fuera auténtica porqué prácticamente no tengo lectores, y menos que nos conozcan en la vida real... Des de hace más o menos dos años se han acabado aquellas discusiones avinagradas que teníamos en la mesa y fuera de la mesa porqué yo no trabajo; desde hace más o menos dos años me dejan en paz para escribir; ha llegado la calma  a una mar que parecía que iba a ser siempre bravía.

De todos modos, se continúa sobrentendiendo que si puedo estarme en casa escribiendo es porqué estoy enferma, porqué tampoco sirvo para trabajar en un trabajo de verdad, en definitiva, pero que si estuviera bien mi obligación sería la de ganarme la vida.

Este sentimiento de culpa que aflora a veces cuando leo y cuando escribo hace que me pregunte: ¿tengo derecho a pasar así mi tiempo si mis padres deben mantenerme?

Me siento culpable porqué parece que viva de los frutos del trabajo de otra persona, que sea una parásito (me habían tratado muy a menudo de eso, hasta hace poco). Parece que leer y escribir sean la excusa perfecta para realmente no hacer nada. De hecho, en casa ya consideran que no haga nada; consideran que me paso el día ganduleando y que lo que hago no puede considerarse un trabajo porqué me gusta y porqué no produce recursos para sobrevivir.

¿Tengo derecho a ello? ¿Tengo derecho a ello porque estoy enferma y de todos modos tampoco haría nada de bueno? ¿O debería ir a fregar suelos para ganarme la vida, el único empleo que podría encontrar ahora con la crisis aporte de ir a lavar platos? (Claro que eso era antes de lanzarme al tren. Ahora, con las secuelas que tuvo el accidente sobre mi espalda, ni tan solamente podría ir a fregar suelos o a lavar platos... – Algo que no puedo dejar de ver como una ventaja, claro...)

Pero no puedo evitar sentirme muy inútil a veces, a pesar que cada día me levanto de la cama impaciente por hacer lo que más me gusta, y que no cambiaria esta vida de leer y escribir y escuchar la radio por nada del mundo. No querría una vida social activa en el mundo de las apariencias o un empleo que no me realizara, aunque con ello ganara el sueldo que ahora no gano.

Si no me pasara el día leyendo y escribiendo y escuchando la radio seguramente sería una más de tantas personas enfermas que vegetan en el sofá ante la tele. Me alegro que tener un objetivo en la vida, el internet, la lectura, la escritura y la radio me salven de ello.

Me han preguntado muchas veces si no me aburro todo el día en casa sin hacer nada (los asistentes sociales siempre quieren saberlo, eso). No me aburro nunca. Pero, aunque me aburriera y pasara ratos sin saber qué hacer: la creatividad nace del aburrimiento, las ideas vienen de aburrirse y de no saber qué hacer. Para escribir hace falta saber estar en babia. No tengo tiempo material de hacer todo lo que querría hacer, me faltan horas al día para poder escuchar y leer todo lo que querría, pero tengo horas expresamente destinadas a estar en babia, a estar con el santo al cielo, que es la gran actividad que alimenta la escritura; aunque, evidentemente, cuesta defender ante la parroquia que cuando estas en babia estás haciendo algo de provecho...


* * *

Si hace años, cuando decidí inconscientemente hacer autosabotage en las cosas “reales”, continué a pesar de eso con la lectura y el aprendizaje de la escritura, continué preparándome para cumplir mi objetivo en la vida (que siempre ha estado aparte de las cosas reales, un resto inarticulado en el fondo de mi cráneo como una pintura rupestre), fue porqué leer y escribir era lo único que me gustaba, y además sabía que escribiendo nunca llegaría a nada económicamente y que por extasiarme con la lectura nunca nadie me daría trabajo. Tomé la decisión de continuar con estas cosas a pesar del autosabotage (la decisión de continuar con la vida interior y “secreta” y de sabotear todas las actividades de provecho en el mundo real) sin ser consciente y hace poco me he dado cuenta que siguiendo los consejos de un libro de poemas que leí entonces: “carpe diem”, me decían aquellos poemas.

Si explicara a alguien eso del carpe diem se prestaría a confusión, porqué normalmente la gente entiende por carpe diem el emborracharse y el fornicar. Sin que esté en contra de fornicar, para mí el carpe diem siempre ha sido otra cosa. Yo decidí seguir con mi carpe diem particular, lo que para mí era carpe diem. ¿Os imagináis qué relación con el mundo ha de tener alguien para que su carpe diem sea leer y escribir? (Podéis esbozar una sonrisa, evidentemente... sé que vosotros tenéis un carpe diem digámosle “normal”...)

Fornicar siempre es un placer, sobre todo si es por amor, aunque yo no lo practique mucho con otras personas, pero, para mí, las personas por las que su carpe diem es emborracharse huyen de trabajos de mierda en vidas de mierda, si te sientes realizado tus prioridades pasan a ser otras más allá de embriagarte, puedes dedicarte a calmar una cierta necesidad de poesía. Para mí carpe diem es hacer lo que hago, lo que he hecho todos estos años, dedicarme a aprender a escribir.

* * *

Os diré porqué me gusta leer y escribir por encima de cualquier otra cosa en el mundo: porqué mi cabeza es febril (y fabril) como una máquina hiladora, salta de una idea a otra y de un estímulo a toro sin pararse jamás. No soy una persona activa físicamente, de grandes ejercicios o de ir a lugares lejanos, pero mi cabeza no descansa nunca. La lectura y la escritura estructuran mi actividad mental febril (mi cabeza no descansa nunca), y le dan un objeto del que ocuparse que le entretiene y le impide elaborar paranoias, manías persecutorias e ideas negativas respecto a la realidad, y le impide sufrir con la inactividad y con el no tener algo hacia lo que dirigir sus energías.

La lectura y la escritura canalizan la energía implacable de mis pensamientos y le dan una guía bien engrasada para discurrir. Me pasaría el día charlando, sino, y no tengo a nadie con quien charlar, no tengo a nadie dispuesto  solamente escucharme (excepto quizá algún librero o alguna tendera...). Si no pudiera dirigir la actividad inacabable de mi cabeza hacia una ocupación que me gusta, simplemente explotaría.

Nadie me obliga a leer o a escribir, la manera como funciona mi cabeza me obliga; leer y escribir es la manera como le va bien de trabajar a mi cabeza. Tengo una profunda necesidad interior de canalizar así mis energías. Lo que me obliga es esta energía interior inacabable como una llama perpetuamente encendida.

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Me siento culpable por pasármelo bien así porqué siento que soy rara y que debería integrarme aunque estar con los demás me haga sufrir. Cuando iba a la discoteca lo hacía, primero, por influencia de las amigas que tenía entonces, y segundo, por intentar ser normal e intentar pasármelo bien con lo que lo hacía pasar bien a los demás; creía que ir a la discoteca era mi obligación de persona joven; lo odiaba. Mi discoteca era otra (el abecedario, la escritura), pero... ¿tengo derecho a pasarlo bien encerrada en mi mundo leyendo y escribiendo si eso no es “normal”?

¿Cuán sería mi obligación de persona “normal”, eso teniendo en cuenta que por mi enfermedad la sociedad me marca con la etiqueta de persona no normal? ¿Tengo derecho a aislarme cuando no hay nada en nuestra sociedad que se castigue de manera peor que el aislamiento?

En La Regenta, uno de los libros que he leído más veces en mi vida, Anita Ozores acaba como acaba porqué está aislada: vive aparte de la sociedad que la rodea, está aparte de cómo es la gente en realidad y sólo ve las apariencias. El destino de La Regenta es una advertencia.

En la obra Novela de ajedrez, el protagonista acaba loco porqué juega al ajedrez solamente contra sí mismo. El mensaje de la novela es claro: cuidado con las actividades con las que nos encerramos en nosotros mismos y no interactuamos con los demás...

Me han dicho muchas veces que vivir en mi mundo es malo para mí, como si eso fuera una cosa que yo hicera expresamente y no fuera mi manera de ser. Como si fuera algo que yo pudiera escoger. No soy feliz entre los demás. ¿Debo hacerme sufrir intentándolo una y otra vez? ¿No es suficiente con haber sufrido siempre hasta ahora? ¿Me irá mal si continuo aislada, será algo que pagaré? Pero, me estoy encerrada en casa con al etiqueta de enferma mental... ¿puede irme peor? ¿No es esta situación producto de no aceptar la realidad de una relación con los demás ya estropeada de buen principio? Que los que me presionan para que salga de casa aceptaran que no sirvo para la vida social ¿no sería mejor para mí?

Es bueno para mí lo que no me hace sufrir. Y lo que no me hace sufrir es vivir en mi mundo. He llegado a un punto en qué he decidido para siempre jamás que no me gusta el mundo en el que viven los demás. Mientras pueda, continuaré con mis cosas, que es lo que me gusta y lo que no me hace sufrir. Mientras pueda continuaré con mi particular carpe diem, leyendo y escribiendo.

* * *

Uy, uy, uy... me doy cuenta que, aunque hable de carpe diem, el texto me ha quedado más deprimente que una cama de hospital... No quiero que os quedéis con esta imagen... Hoy es el primer día del año 2012 y me he despertado de buena mañanita llena de energía para publicar mi primer post del año. Ya veis que me va la marcha. Dice que lo que haces el primer día del año tiene eco durante todo el año... por eso vale más empezar de buen humor... ¡¡¡Feliz Año Nuevo a todo el mundo!!!



2 comentarios:

Ferragus dijo...

Por el mejor 'carpe diem' que puedas lograr ¡felicidades, Clarissa!

Clarissa dijo...

¡Feliz año Ferragus!