miércoles, 11 de mayo de 2011

Viviendo la vida de otra persona

Durante años he tenido la sensación que las demás personas vivían vidas que debería haber estado viviendo yo, tenían trabajos que yo quería tener, vivían en sitios en los que yo quería vivir, disfrutaban de amores de los que yo quería disfrutar... solamente he estado contemplando el mundo des de fuera, y no sabía porqué eso era así, no sabía porqué yo tenía esta goma imaginaria que me enredaba los pies y me impedía vivir mi vida. Ser consciente del autosabotage me ha hecho dar cuenta de muchas cosas. Pero es curioso porqué el autosabotage sólo ha actuado en lo que se podría considerar “la vida real”, la parte de ganarme los garbanzos y de tener amistades y amores, en cambio no ha actuado en “la vida interior”: la lectura, la escritura y escuchar música, y las otras cosas que hago cuando estoy sola. De hecho, quizá porqué me autosaboteaba en otros ámbitos, todo mi ser ha estado girado hacia esta vida interior, y si he aprendido a escribir ha sido como consecuencia de no tener nada más en la vida. No he tenido nada más ni a nadie más, aparte de las personas que me han estado manipulando durante todos estos años, que también han sido una compañía, y que por cierto pueden venir a disculparse cuando quieran.  Y es que algunas personas parecían haber encontrado en mi incapacidad de reaccionar facialmente cuando se me hace daño la tierra de hacer pipas. Siempre había sido una persona muy introvertida y que vivía la necesidad de relacionarse con el mundo exterior como una herida constante, y lo que me pasó y provocó el autosabotage solamente multiplicó inmensamente mi incomodidad con el mundo. Fui empollando el malestar en mi interior.

Hoy hace diez años, decidí huir de mi casa.

Al cabo de una semana ingresaba en el psiquiátrico. Ahora que se cumplen diez años de aquello me doy cuenta que no he conseguido huir físicamente, pero que psicológicamente he aclarado muchas cosas. Pero ha sido un largo camino. Y que en el fondo, sí que he estado viviendo mi vida, porque no he permitido que, por mucho que me hicieran sufrir, nadie me arrebatara lo fundamental. Y ha pasado el tiempo y no tengo trabajo ni novio ni amigos, pero tengo mi vida interior, que es más de lo que tendrán nunca algunos –y algunas- immersos en carreras de alto voltage y saltando de una relación a otra, esclavos del querer siempre más y siempre insatisfechos. Y orgullosos de poder hacer daño a los demás cuando saben que nadie se lo podrá reprochar. Si algo he aprendido durante este tiempo es que, si alguien puede hacerme daño y está seguro que no será descubierto y que no tendrá que pagarlo, me lo hará.

El mundo no me gusta. La gente me da miedo. Si supiera que tengo una enfermedad mortal y que me queda poco tiempo de vida, me alegraría. Aún así me pregunto con alegría como saldré adelante de la próxima putada que me harán, como si fuera un reto. O sea que, nada de llorar, cojamos la antorcha y prendamos fuego al desastre... y resurjamos de las cenizas.






1 comentario:

Ferragus dijo...

Me encantó la fuerza del último párrafo. Besos guapa.

PS
vi las noticias del sismo que sufrieron ¡ánimo España!