sábado, 1 de enero de 2011

La embriaguez de la escritura

Algo que la gente acostumbra a olvidar cuando piensa en alguien que es escritor o escritora es la cantidad de “horas de escritorio” que este alguien se ha de tirar para que le salga algo mínimo. La gente ve, oye o lee “escritor”, y piensa en entrevistas, fotografías, ruedas de prensa y viajes promocionales; en todo menos en escribir; como si hacer la promoción fuera ser escritor. Y entonces hay escritores que llegan al paroxismo de afirmar en estas mismas entrevistas que a ellos no les gusta escribir, que lo que les gusta es “haber escrito” (perdonad que os lo diga, pero, si sois escritores y os pasa esto, arriad velas...). Natalie Goldberg decía que escoger con mimo las herramientas de escritura no nos debía hacer pasar más tiempo en la papelería que en el escritorio. Edith Wharton habla de cómo es de importante el “trabajo de escritorio”... Intenso trabajo de escritorio para que te salgan como mucho un par o tres de páginas aceptables al día... Al final, una acaba pensado que sería mejor hacerse criadora de ovejas vegetarianas, así seguro que serías esquilada más de tres veces al día... Sentarse en el escritorio y escribir, por mucho que no lo parezca y se de por sentado, es importante a la hora de pretender ser “escritor”. Y pasarse muchas horas sola sentada en el escritorio no es algo que tenga demasiado glamour... de buenas a primeras no tiene el glamour de un coma etílico, por ejemplo. He empezado el primer día del año como quiero pasar el resto de días: con mi borrachera particular, escribiendo. Sola en mi escritorio, disfrutando de la tranquilidad a mí alrededor. Hoy, quizá gracias a los comas etílicos, casi no han pasado coches por la calle, como el día de la nieve. Debería ser así siempre.

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