lunes, 8 de noviembre de 2010

Glorias del comercio

Cuando trabajaba en la ferretería, vendíamos unas balanzas ultrasensibles. Según la encargada, eran para que la gente que estaba a dieta pudieran pesar los alimentos. A la hora de la verdad, aquella balaza ultrasensible sólo la vendíamos a los que necesitaban una balanza ultrasensible par a pesar droga. No veas como se emocionaban cuando veían que aquello era capaz de marcar el peso de un folio... ya te digo yo que si quieres pesar queso no te emocionas tanto...

En la carpintería, la jefa montó un pollo a los del local de al lado –un taller de coches- porqué vendían sustancias fumables. Un día me dijo: “estoy contenta porque el papel de fumar lo vendemos muy bien.” ¿A quien se creía que lo vendía, el papel de fumar? En aquella épooca no había estallado aún la crisis y nadie se hacía los cigarillos... Hipocresías de ricos...

1 comentario:

Anabel Rodríguez dijo...

Por la boca muere el pez, ¿no? Que lástima no tener una boquita prestada para decirselo a la dueña.