domingo, 7 de noviembre de 2010

Fin de la trilogía

Cuando tenia 10 años, en la escuela, los profesores nos hicieron jugar a las elecciones. Se trataba de decir qué tipo de partido queríamos formar. Se mencionaron las izquierdas. En la clase éramos treinta, y todos –no sólo lo hicieron los enrollados-, todos, levantamos la mano. Teníamos 10 años. Yo, ingenua de mí, pensé: “si todo el mundo quiere de de izquierdas, ¿por qué narices existen los partidos de derechas?” Tenía 10 años.

Con los años lo he entendido. Ay, qué bonito es tener 10 años y tener fe...

* * *

Me hacen gracia los progres que trabajan con corbata, tienen una segunda residencia y un plan de pensiones y son “de izquierdas”...

Me hacen gracia los progres que van a pasar el fin de semana en Paris “en un piso que les han dejado” (¡!) y que son de “izquierdas”... Ah, Paris, qué ciudad más bonita. No hay pobres afeando. Sí, sí, es triste pero hay ciudades donde los pobres “afean”. Sus habitáculos de pobre afean. ¿Sobre qué se ha construido Paris? ¿ Sobre qué dineros venidos de donde se construye la belleza y el lujo de Paris, la luz de Paris? ¿De dónde se saca el dinero para mantener Paris? Ahora, yo soy progre y me voy de vacaciones, a Paris, una de las ciudades más caras del mundo. Pero qué progre y enrollado y de izquierdas que soy.

Todo el mundo está de acuerdo que las pirámides fueron levantadas sobre el sudor de miles de esclavos... ¿por qué la gente no está tan de acuerdo en que el lujo del mundo actual se obtiene del mismo sudor?

Zapatillas y bolso de marca, pero ¡qué progres somos!

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