lunes, 4 de octubre de 2010

La profundidad de cada día

Leo que un escritor sudamericano ha encontrado, por las calles de Nueva York y de San Francisco, experiencias psicológicas profundas que le ha interesado plasmar en su escritura. ¿Queréis que os lo diga? Si un escritor no es capaz de encontrar “experiencias psicológicas profundas” en su calle, aunque viva en el más aburridillo y aburgesado pueblecito de provincias, está apañado. Si tienes que irte a Nueva York o a San Francisco para encontrar “experiencias psicológicas profundas”, si necesitas buscar aquello más extremo para que te afecte, es que te falla la capacidad de observación. Estoy segura que en la vida de cada día de la gente corriente y moliente hay más dramas escondidos y dignos de ser mencionados que en la historia del indigente más desgraciado de Nueva York, por más que entiendo que vivir en la calle es una injusticia, y que la historia del indigente siempre será más dura y punzante. Y seguro que también más comercial. Pero si necesitas a un indigente para bastir tu literatura, es que no conoces los recursos que tienes como escritor. Además, estoy segura que no es capaz de usar la historia del indigente para profundizar en sí mismo, como por ejemplo hizo Paul Auster en alguno de sus libros, donde el indigente es una excusa para explicar una historia que va más allá. La de indigente puede ser una historia aturulladora, pero debe haber algo más, la explicación del propio yo, sobre todo, y saber porqué se escoge a un indigente para vehiculizar el ansia de contar una historia, si quien escribe no lo es de ninguna manera, un indigente.

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