lunes, 20 de septiembre de 2010

Adictiva adición

Las adicciones a comprarse cosas siempre son lo mismo: te parece que sin aquello, sin aquel libro en concreto que has visto (en la librería o por internet o has oído hablar de él por la radio), no podrás ser feliz, necesitas tenerlo a toda costa. Entonces, finalmente, te lo compras, y la felicidad te recorre las venas porqué ya lo tienes. Pero, a la mañana siguiente, lo miras y piensas... ¿para esto todo aquel anhelo? Si ni tan solo quiero leérmelo enseguida... Aunque sabes que lo acabarás leyendo y que te gustará, pero que por más que lo leas y te guste jamás te volverá a dar tanta felicidad como en el momento en que lo has “poseído”. Y el libro se queda allí, en el anaquel, semi-olvidado, y como que ya lo tienes ya no te acuerdas que lo querías por encima de todo. Pero es igual porqué ya estás pensado en otro libro del que has tenido noticia y que seguro que si no lo tienes no podrás ser feliz... Lo quieres por encima de cualquier otra cosa. Siempre es la misma rueda, con las adicciones: o estás en la cima porqué te has chutado la última dosis, o estás en la fase de anhelo más absoluta y desesperada porqué persigues esta dosis... Y piensas: ¡si pudiera comprarme un libro cada día! Pero al final has decidido que no estás por la cantidad, sino por la calidad. Si comprases demasiado a menudo a buen seguro que acabarías comprado bodrios, en cambio, poder hacerlo sólo de vez en cuando te hace estrujar la calidad de lo que compras y escogerlo muy bien. Más dosis no es la solución, lo sabes perfectamente. La solución sería romper la cadena de la necesidad de una nueva dosis... Pero esto... ni lo quieres in puedes hacerlo... Tienes demasiado interiorizada la necesidad de comprarte libros. Y esta necesidad, de hecho, la alimentas con la felicidad que te da la lectura, que si bien jamás es una descarga comparada a la de la adquisición – es un placer mucho más tranquilo- tienes terror a que se te acabe la posibilidad de experimentarla. Drew Barrymore decía que después de una vida adicta a las drogas y al alcohol, había llegado a un equilibrio en el que se podía drogar lo justo que necesitaba para tener controladas sus necesidades y llevar una vida más o menos normal. No decía que lo hubiera dejado; sólo decía que con el tiempo había conseguido controlarlo, dosificarlo, sabía cuando debía beber, hasta qué punto debía drogarse. Con la adicción a comprarse libros pasa lo mismo: has de saber qué puedes comprar y cuando, cuanto puedes gastarte, de qué punto no puedes pasar. Cuando llegas a la conclusión que comprando un libro cada día no serías en absoluto más feliz y que el anhelo insatisfecho sería el mismo y que debes estar por la calidad y no por la cantidad, y comprar menos pero escoger mejor lo que compras, creo que es un paso en la buena dirección.

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