martes, 3 de agosto de 2010

Connivencia


Cuando leí aquella crítica tan extremada a Joan Margarit, que en mi ingenuidad me impresionó mucho (¡le trataban de neocursi!), me doy cuanta que pequé de ingenua en no darme cuenta que no se trataba sólo de criticar su poesía. La poesía, como siempre, es lo de menos. Lo que se criticaba de este poeta es su connivencia con el poder, por decirlo de alguna forma, su capacidad para ganar los premios importantes y el hecho de estar editorialmente bien relacionado. Incluso el hecho de escribir una poesía “popular” (dentro de lo poco popular que es la poesía). Por lo que ido leyendo en internet, los únicos poetas que se consideran “puros” son los que están al margen de los circuitos de poder, los que publican en editoriales pequeñas y no ganan premios. Un poeta que gane un premio siempre es sospechoso, sospechosos de tener los amigos adecuados y de saber llamar a las puertas adecuadas. Creo que se trataba de eso principalmente la crítica que se hacía a este poeta, no de su poesía, y fui una ingenua de salir a defenderle sin haber tenido en cuenta eso, porqué, claro, si defiendes un poeta en connivencia con el poder, ¿no se lee entre líneas que tu también lo estás, y que estás de acuerdo con toda esta parafernalia que se tienen montada? No lo había tenido en cuenta, eso, y mi defensa de este poeta fue pensando en la poesía de él que había leído; jamás se me ocurrió que estuviera en connivencia con el poder y que, por tanto, si quería estar en lado correcto, el lado de los poetas “puros”, no debía defenderlo. Es que normalmente, los textos que ganan los premios literarios de poesía son un género literario por si mismo, una de las razones por las que leo –y compro- poquísima poesía actual. Los poetas muertos seguro que no están en connivencia con los poderes de ahora y siempre calzan una talla que se te ajusta a ti como lectora; los poetas actuales – sobre todo si han ganado premios- demasiadas veces son de una talla que no toca... es como comprar ropa de saldo. Ahora, tampoco estoy de acuerdo que el criterio para determinar que un poeta tiene auténtica calidad sea su “pureza”: que no ha ganado nunca ningún premio y que publica en una editorial que nadie conoce. Como siempre, hay de todo en todo, y buenos poetas que ganan premios y malos poetas que son purísimos. Es que a veces parece que si no te mueres de hambre con la poesía no puedas escribir nada bueno, y tampoco estoy de acuerdo. El problema es tener el criterio para escoger entre tanto ruido de fondo. ¿He dicho ruido? ¿Ruido en la poesía? Pues sí, donde hay premios hay dinero, y gente que quiere ganar ese dinero, y por tanto hay ruido. Muchas veces la gente que critica la connivencia con el poder de los que ganan premios de poesía lo único que querrían es ganar ellos este dinero, y lo que les escuece es eso, el hecho de no poder acceder a los dineros del premio por no tener los amigos adecuados, no la mala poesía del que ha ganado, como lo demuestra la cantidad de gente que todavía aspira a ganar estos premios a pesar que se conoce perfectamente el percal. Digo yo que si lo que escociera fuera que ganan poetas malos, y no el dinero que no son capaces de ganar ellos, lo más lógico sería que nadie se quisiera presentar a estas charlotadas. Pero en cambio la gente continua queriendo ganarlas, sabiendo que son charlotadas. La poesía, como siempre, es lo de menos.

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