lunes, 24 de mayo de 2010

Las dos caras de la misma moneda

He acabado de leer (por fin) El canto y la ceniza. La parte de Marina Tsvetáieva ya la había leído el año 2007. Ahora he leído la parte de Ana Ajmátova, que sólo había picoteado. Dos poetas muy diferentes, pero que entiendo que las pongan juntas. Marina era inestable emocionalmente, vibraba o caía en el pozo sucesivamente; Anna es mucho más equilibrada, casi marmórea, diría yo, no parece que tenga urgencias emocionales de la manera que las tenía Marina. Los poemas de Marina Tsvetáieva, por lo que recuerdo, se centran principalmente en las personas de su alrededor que amaba, la relación tormentosa que tenia con ellas. Los poemas de Ana Ajmátova escuchan, pintan Rusia desde la voz de una persona que vive el destino de su tierra con mucha tristeza. Hay poemas que emocionan realmente, pero su emoción es muy contenida, fría y medida, casi, pero muy intensa. Emoción marmórea, así definiría a Ana Ajmátova, supongo por su perfección formal (puede parecer atrevido hablar de “perfección formal” en una doble traducción como esta; se trata más bien de una intuición). Marina era más de emborracharse con los poemas, de consumar una intensidad torturada. Debía ser todo un carácter, pero Ana era una mujer fuerte que escribía des de la paz interior. Cuando me cayó este libro en las manos y leí el prólogo ya escribí que sufrir como lo hacen ellas me parecía un precio muy alto a pagar para escribir como ellas. Todavía me parece que sufrieron demasiado, y que lo hicieron injustamente, pero allí mucha gente sufría, y como no escribieron ni los tenemos en cuenta. De alguna manera, los poemas de Ana reparan eso. Marina es una voz individual que explica lo que ella sufrió, pero Ana presta la voz al sufrimiento del pueblo. Me parece que eso ha de hacer sentir orgulloso a un poeta, por más que haya sufrido mucho. Para mí, Marina Tsvetáieva es una seda azul bordada, pero Ana Ajmátova es la nieve, la nieve de Rusia. También escribí que ambas podrían ser el canto, pero que a buen seguro se pelearían para ser la ceniza: bueno, ahora ya sé cual de ellas es el canto y cual la ceniza, entendiendo ceniza por tristeza.

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