jueves, 6 de mayo de 2010

Conversaciones en el filo

La señora Catalina tiene 73 años, es viuda, sin hijos; está retirada. Cada día, después de limpiar la casa y de comer coge el autobús y se va al hospital, a acampar a la sala de urgencias. Allí siempre va pasando gente y siempre tienen ganas de charlar; cuando están en situación de sufrimiento, las personas se vuelven locuaces y sinceras. Y se passan muchas horas allí... La señora Catalina disfruta mucho oyendo como la gente le explica sus problemas. Ella siempre les cuenta que está esperando a su marido, que ha tenido un ataque al corazón. Lo que no les dice es que este ataque al corazón se lo llevó ya hace cinco años, y que nunca estuvo ingresado... La señora Catalina se sentía muy sola sin su marido, hasta que un día tuvo que acompañar a una vecina a urgencias. Disfrutó tanto aquel día en la sala de espera hablando con todo el mundo que decidió que tenía que repetirlo, y ahora va siempre, no sin sentir mariposas en el estómago... primero tenía miedo que las enfermeras la echaran, cuando se dieran cuenta. Después de tanto tiempo, seguro que se han dado cuenta, pero nadie le ha dicho nada; ella no le hace daño a nadie. La gente que pasa por allí no se percata. Incluso las personas que en un mismo año han venido tres o cuatro veces, no se acuerdan que con ella ya hablaron la otra vez. Procura no levantar la liebre, pero... Sólo una vez una chica gordita que se esperaba ella sola comiéndose una chocolatina y que era la segunda vez que venía se la quedó mirando con cara de haberlo adivinado todo... Ella jamás come nada en toda la tarde, la señora Catalina no es “de vida”. Después de pasarse allí cinco o seis horas y de haber tenido como mínimo una gran charla con alguien que se está esperando sobre el sentido de la vida y del sufrimiento, vuelve a coger el autobús y se marcha a su casa, sin muchas ganas. Los hay que tiene sus libros; la señora Catalina tiene la sala de espera del hospital.

1 comentario:

Ferragus dijo...

Sí, es verdad; se puede ver a la señora Catalina, charlando en aquella sala.

Saludos, Clara.