lunes, 19 de abril de 2010

Fijación anal...

Sí, lo he oído decir muchas veces, los coleccionistas somos infantiles. Somos maniáticos. Somos codiciosos. Preferimos tener un nuevo objeto de los que coleccionamos que tener una relación con alguien... Todo eso es cierto. Pero, que yo sepa, coleccionar no es ilegal y todavía no es una perversión. Y tampoco está mal visto. Dime qué coleccionas y te describiré los límites de tu estupidez. Me diréis que acumular la posesión de objetos es absurdo, porqué también vamos a dejarlos un día u otro... en este mundo sólo estamos de paso, y en cambio acumulamos trastos como si hubiéramos de vivir para siempre. ¿Qué se ha hecho de todos los libros llegó a acumular alguien del pasado como Aristóteles? Perdidos en las brumas del tiempo... pero en cambio cuando él estaba vivo debían llenarle de satisfacción, y a buen seguro que jamás creyó que un día los dejaría. Si alguna cosa me consola de esto de coleccionar, es que hay mucha gente que lo hace. Por tanto, es una actividad “normal”, y aunque toda colección es una obsesión, existen colecciones y colecciones, y obsesiones y obsesiones. Acumular la posesión de objetos para que nos aporten paz de espíritu es una de las maneras que nos ofrece nuestro mundo consumista para acallar nuestra pulsión, nuestras angustias, nuestras ansias de atención insatisfecha. Casi nadie me escucha, pero en cualquier esquina puedo comprarme unos zapatos nuevos... Mientras el mundo gira a mí alrededor sin mí, puedo ir engordando mi colección. ¡Ay, las colecciones! Las mejores son las que se forman pieza a pieza, no arramblando con todo. Pero hay algo de irracional en la necesidad de acumular... me atrevería a decir que el deseo de posesión de objetos es tan antiguo y tan humano como el instinto de los animales que marcan su territorio. Cualquier niño pequeño tiene muy pronto el sentido de “mío”. Mío. Mi tesoro. En este sentido, el Gólum es uno de los personajes que retratan más acertadamente lo que es el género humano. Lo que tenía de monstruo eran sus cualidades más humanas. Mientras no se demuestre lo contrario, si somos, somos con propiedad privada, somos con todo aquello que es nuestro. Si se debe determinar el valor de las personas por el valor pecuniario de todo aquello que poseen o pueden llegar a poseer ya es otro tema, pero la posesión de objetos, tal y como está montado nuestro mundo, tiene mucha importancia, y en las colecciones sólo veo una manera creativa que tiene la gente pacífica de liberar sus ansias de posesión. Imaginaros que todos fuéramos como Napoleón, y nos apeteciera coleccionar territorios... Pero todos tenemos un pequeño Napoleón dentro, que de algún modo u otro debe ser apaciguado. Coleccionar cajitas de cerillas me parece la quintaescencia de la domesticidad y la quietud, y tan irracional e inútil como cualquier otra colección. Una vez conocí a alguien que tenía una vitrina llena de búhos de cerámica en miniatura. Tenía más de quinientos. Aquellos búhos de cerámica me parecieron una colección absurda... (y además, eran tan feos...). Pero yo también tengo en casa mi pequeña colección de librotes que, soy consciente de ello, podría parecer absurda a otra persona, y en cambio a mí me llena de satisfacción. Y un libro puedes leértelo. ¿Qué es exactamente lo que puedes hacer con un búho de cerámica en miniatura? ¿O con una cajita de cerillas? Pero es bien respetable la necesidad de acumularlos, claro. Por tanto, cada cual con sus manías y a mí que me dejen acumular mis librotes... Amén.

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