sábado, 3 de abril de 2010

De cartelitos

A mucha gente le cuesta de entender que no quiera tener pareja e hijos. Y claro que los querría si no tuviera una enfermedad y todo fuera diferente. Pero ligarme a alguien sería condenarlo a galeras a cadena perpetua. Con Álvaro no lo creía esto, le habría condenado a galeras de manera muy gustosa, pero él era diferente de una manera que hacía que a él estas galeras no le hubiesen pesado demasiado, como mínimo no tanto como pesarían a un chico integrado en la sociedad. Me doy cuenta que no podría coger un chico o chica con unos amigos y una vida social y condenarlo a estar a mi lado, yo que no tengo prácticamente amigos ni vida social. Álvaro era suficientemente extraño para que esto no tuviera importancia. Pero las otras personas que he conocido susceptibles de ser mi pareja... bien, todas eran personas normales en el mejor sentido del término, que venían de familias unidas y felices, que tenían amigos de verdad, con un trabajo y unas ilusiones de “persona normal”. Sé que, si me relacionara con una persona de estas características, yo, que tengo una enfermedad mental y vivo prácticamente recluída en casa, esta persona habría muchas cosas de mí que no comprendería y que acabarían pensando demasiado. Nada que el amor no pueda superar, me diréis. Pero, una cosa es el amor y la otra la atracción. De acuerdo que de una atracción inicial puede nacer el amor de verdad, pero... todo el mundo sabe lo difícil que es eso. Es prácticamente un milagro. Yo tengo un proyecto de vida en solitario, en principio. Bueno, ni en principio ni en final, lo tengo. Podría tener “amantes”, aventurillas, pero eso no cuadra con mi temperamento. Si me relacionara con alguien querría que la relación fuera firme, que hubiera amor de verdad. Y precisamente lo que no quiero es una relación de verdad que ate a una “persona normal” a mi locura. Es decir que, aunque sintiera una atracción por una persona que sé que se siente atraída hacia mí, me abstendría de ir más allá. ¡Pero es tan difícil explicar eso a alguien que te mira con aquel entusiasmo! Si no quiero seguirle el juego corro el riesgo de romper la cubertería. Estas cosas siempre acaban con la persona en cuestión herida odiándome a muerte y que no me habla nunca más. Si como mínimo supiera como se hace para decir “me gustas mucho pero no quiero nada contigo”, y continuar teniendo una relación fluída... ¡Es que si no me gustase no habría ningún problema! No haría falta decir nada. El problema es cuando la otra persona nota que también te gusta y no entiende que no... Es que me las compongo muy mal en las relaciones humanas, pero que muy mal. Tendría que llevar un cartelito que dijera: “peligro, persona que seguramente te hará daño”. O eso o salir mucho menos de casa.

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